Capítulo 2

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¡Dios ya son las 10! Tengo que darme prisa o no llegaré. A las 11 he quedado con Mark. Mark es mi mejor amigo, es la persona más parecida a mí que puede haber, nos gusta los mismo: la música, el baloncesto y como no podría ser, los caballos. Nos conocimos hará unos 7 años en las cuadras donde trabajo a tiempo parcial. Empecé a trabajar allí para poder pagarme las clases de equitación y llevo allí estos 7 años.

Me acabo el desayuno, he devorado esa deliciosa tarta de chocolate que mi madre me hace cada año por mi cumpleaños. Voy al armario. No tengo ni idea de qué ponerme, pero como no tengo tiempo para pensarlo demasiado cojo lo primero que veo: unos shorts blancos con la camiseta de mi equipo preferido, Chicago Bulls, y las convers. Mi madre me dice que debo tirarlas porque están destrozadas, pero son las zapatillas más cómodas que tengo. Y ahora lo más difícil de decidir... ¿Qué hago con este pelo? Buah no tengo tiempo para arreglarlo como Dios manda así que me lo recojo en una coleta.

Me dirijo a la cocina, le doy un beso a mi madre y a Joe y una colleja a Sarah, cojo mi skate y salgo por la puerta corriendo como una histérica.

Pongo el skate en el suelo y me deslizo sobre él. Los coches me pitan porque voy por en medio de la carretera y más de uno ha estado a punto de hacer puré de Alex.

Por fin veo a Mark. No sé por qué pero cada día le veo más guapo. Es bastante atractivo y encima muy divertido, parece el chico perfecto. Mi mejor amiga, Judith, dice que estoy enamorada de él, y no sé, últimamente estoy pensando mucho en eso porque hace poco Mark me dijo que le gustaría tener algo más que una amistad... Pero bueno ya se verá, ¿no?

-¡Feliz cumpleaños, Alex! - me dijo nada más verme mientras me abrazaba con sus musculosos brazos.

-Muchas gracias, cerdito -tengo que aclarar que le llamo así porque cuando le da la risa se le escapa el sonido de un cerdito.

Nos dirigimos hacia las cuadras para ensillar los caballos y salir a dar una cabalgada rápida antes de comer. Después de un pequeño paseo nos sentamos en el césped, cerca de una hermosa cascada. Ese es mi lugar favorito en el mundo, siempre que lo necesito voy allí a pensar.

De repente Mark rompe el silencio y me da una pequeña cajita. La abro y saco un colgante. Dios es precioso: parece de plata y es de estos que se pueden abrir. Observo que dentro hay una foto nuestra de cuando éramos pequeños y otra que nos hicimos hace poco más de un mes.

-Gracias, cerdi -de verdad no sé qué decirle-, es el mejor regalo que me han hacho nunca. No me lo esperaba eh - le digo mientras una sonrisa tímida me ilumina el rostro.

Nos quedamos mirando. Dios estoy embobada con esos ojazos tan preciosos que tiene. Noto como va acercándose poco a poco a mí. ¡Dios creo que va a besarme! ¡¿Qué hago?! Instintivamente me acerco a él y al momento nuestros labios se juntan. Al principio el beso es tímido, pero poco a poco va cobrando fuerza. Finalmente nos separamos y pasa su mano por mi mejilla.

Llevamos todo el día juntos, pero no hemos hablado de lo sucedido junto a la cascada. Ese beso, ese beso que me volvió loca.

Con la llegada de la noche me acompaña a casa. Estamos frente la puerta. Me dispongo a entrar cuando me coge de la mano y me dirige hasta sus labios. Este beso ha sido más breve que el otro, pero igual de envolvente.

-Hasta mañana, preciosa -me dice con una sonrisa en el rostro-. Nos vemos mañana.

Entro en casa con una estúpida sonrisa en los labios.

-Alex, ha llegado esto. Pone que es para ti -me dice Sarah con una carta en la mano-. Uyy... ¿Qué te ha pasado que vienes tan feliz?

-¡Déjame en paz, plasta! -la contesto, aunque intento parecer seria no puedo evitar mi alegría.

Me dirijo a mi cuarto y abro la carta y puedo leer: Ya tienes 19 años, ¿no te gustaría conocer cómo murió tu adorado padre? ¿O prefieres seguir viviendo en una mentira?

MiéntemeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora