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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

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Llevaban dos semanas viviendo en aquella casa y el espacio empezaba a parecer un hogar de verdad. Habían empezado a pintar las paredes y a montar los muebles baratos que habían comprado. Tom y Sabine les habían regalado el sofá que habían estado mirando en la tienda de muebles unos días atrás y que se salía por completo de su presupuesto. También tenían una mesa plegable y unas sillas poco cómodas, pero que les bastaban hasta que pudieran hacerse con algo mejor.

El calor especial de aquel lugar imperfecto calentaba el corazón de Adrien. Superadas las primeras noches extrañas, había empezado a conciliar mejor el sueño, a dormir mejor y a no despertarse presa del pánico, aunque no se había librado de las pesadillas y suponía que tardaría años en conseguirlo.

Había estado hablando con su psicólogo, sobre las cosas que le preocupaban y acosaban desde las sombras, le había costado darse cuenta de que lo peor eran las pequeñas cosas. Se había centrado en la traición de su padre y la de Nathalie, en su madre consumiéndose dentro de aquel sarcófago de cristal, en el haber convivido bajo el mismo techo con dos supervillanos sin notarlo... pero no había pensado en la casa, la empresa, lo que la gente esperaba de él o lo que él creía que esperaban de él. Había estado pensando mucho en ello y, tras hablarlo, había decidido abordar lo más problemático de aquella lista de cosas secundarias.

El sonido de la máquina de coser llegaba desde la planta de abajo. Marinette trabajaba incansable en la ropa de gala de Kitty Section, aquello le proporcionaría buena publicidad, por eso Adrien no decía nada, a pesar de que creía que estaba trabajando demasiado, otra vez. Dedicarse a la moda era su gran sueño y él no pensaba pisoteárselo, no tenía ningún derecho a hacerlo, por eso la apoyaría siempre.

Vertió dos cucharadas de cacao en polvo en el tazón lleno de leche caliente y lo removió hasta que se disolvió por completo. Bajó las escaleras evitando derramar gota alguna y sonrió al encontrarse a Marinette concentrada, con la punta de la lengua asomando por la comisura de sus labios, cosiendo con maestría un bonito traje negro con lentejuelas y tachuelas de diferentes tonos de lila por el pecho para Juleka.

—¿Por qué no te tomas un descanso?

—Déjame acabar esta costura antes —murmuró, sonrió cuando Adrien le plantó el tazón de chocolate al lado—. Hacía tiempo que no me apetecía tanto coser algo.

—Lo entiendo.

—Ha sido un desafío, pero también muy divertido, jugar con los brillos, las telas y los bordados —explicó atenta a sus dedos y la aguja de la máquina.

—Marinette, tengo que decirte algo importante. ¿Puedes dejar eso un minuto?

La muchacha se detuvo para mirarle con el ceño fruncido, giró en la silla y aguardó.

—He recibido mensajes de la junta de accionistas de la empresa de mi padre —contó con tono pausado—. Ya sabes que me he estado resistiendo a pronunciarme sobre lo que va a ocurrir con la empresa, pero el tiempo se me ha acabado.

—No tienen derecho a presionarte.

—Si lo tienen, mientras tengan acciones y yo esté al frente, aunque sólo sea sobre el papel, pueden hacerme tantas preguntas como quieran y estoy obligado a responderlas.

—Yo los mandaría a la mierda.

—He estado pensándolo. Yo no puedo meterme en esa empresa, no me siento capaz. Nathalie se está haciendo cargo de mantenerla a flote, pero sola no podrá avanzar durante mucho tiempo más.

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