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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

05

Félix empujó la puerta que crujió como si llevase años sin usarse, se sorprendió un poco, pero se recompuso en seguida acomodando uno de sus mechones rubios tras la oreja. Aquel lugar era patético.

Aquella alianza no estaba yendo como él había esperado, aún y así, creía que aún podría sacarle bastante provecho. Aquella mujer estaba obsesionada con la misma persona con la que lo estaba su primo: Ladybug. Tal vez pareciera absurdo, pero Félix sentía que si no se deshacía de Ladybug jamás podría acercarse lo suficiente a Adrien.

Adrien era diferente. No era como los Agreste. Tampoco era como los Graham de Vanilly. Y quizás por ello sentía un vínculo tan fuerte con él. Noble y recto, inocente y optimista. Era brillante y él quería ser más como él. Atraer el mundo a su alrededor más allá de lo que pudiera hacerlo con el físico y posición social.

Su aliada estaba sentada frente a su ordenador, medio derrumbada sobre el escritorio. Le pareció patética, sin rastro de aquella determinación y fortaleza que le habían convencido para unirse a ella dos años atrás. Se preguntó por qué se había dejado arrastrar, si habría sido por aquel carisma extraño que poseía o el odio hacia su tío.

Ella apenas se movió para poder mirarlo por encima del hombro. Tenía ojeras, estaba increíblemente pálida. Parecía a punto de romperse en pedazos. No le dio pena, tampoco le despertó compasión alguna. El destino que le deparase por todo aquello no podía importarle menos.

—¿Qué haces aquí? No te he llamado —se quejó.

—Me estoy cansando de jugar y aún no me has dado nada de lo que me habías prometido —protestó Félix con los brazos cruzados—. Han pasado ya dos años.

—Tienes que ser más paciente, primero la destrucción de Ladybug, después todo lo que quieras, ¿o es que no confías en mí?

Él bufó, era realmente estúpida si necesitaba preguntarle si confiaba o no en ella, era más que evidente que no lo hacía, que nunca lo había hecho. Que sólo estaba dentro de aquello por su propio interés y que no dudaría en abandonar el barco cuando empezase a hundirse.

—Este juego tuyo se te va a volver en contra tarde o temprano. Eres buena manipulando, pero no eres inteligente, por eso no paras de fracasar.

Ella soltó un gruñido. Otro imbécil que la infravaloraba. La ayuda de Félix había sido muy provechosa, pero no pensaba aguantar sus impertinencias para siempre.

—Puedes marcharte por donde viniste, con las manos vacías, no voy a retenerte.

—Sabes qué pasa, que tienes mucho más que perder que yo —siseó con una sonrisa burlona en los labios—. No me puedes presionar.

—¿Y qué vas a hacer? ¿Ir a la policía?

—¿Qué pasaría si Adrien descubriera que tienes cosas a ocultar?

—No te creería.

—¿Estás segura de eso?

—Por supuesto, Adrien y yo somos íntimos amigos.

Félix soltó una risita sarcástica, la miró con altivez.

—Tus mentiras no tienen efecto sobre mí, querida, ¿crees que soy tan estúpido? Porque estás muy equivocada. Puedo convertirme en un grave problema para ti.

—No te atreverás.

—¿Quieres apostar?

Le miró con un punto de pánico, si su alianza con Félix se rompía se le complicarían un poco las cosas. No podía asegurar qué tipo de relación tenían Adrien y él, podía ser peligroso. Podía tirar por tierra todo su esfuerzo.

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