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Miraculous, les aventures de Ladybug et Chat Noir y sus personajes son propiedad de Thomas Astruc y Zag Entertainment.

06

Félix se miró al espejo, se arregló un mechón rebelde de su flequillo y se sonrió. Si aquella mujer no le daba lo que quería lo conseguiría por sí mismo, ya estaba harto de aquel jugueteo inútil e improductivo.

Si bien era cierto que al lado de aquella mujer tenía más posibilidades de alcanzar su objetivo, el plan y la alianza no habían evolucionado según lo esperado. Félix había planeado hacerse con los prodigios que habían obsesionado a su tío y formulado su deseo, lo había calculado al milímetro, valorando todos y cada uno de los riesgos, los pros y los contras. Un plan que había acabado en la basura, pero no por eso iba a rendirse y resignarse a no lograr nada. Tenía un par de cartas para jugar todavía, el riesgo que asumió al robar para ella el prodigio de la mariposa no sería en balde.

Aunque tras el escándalo de Gabriel, Adrien, había desaparecido casi del todo del mundo del famoseo aún le quedaban unos cuantos fans entregados a la causa de mantenerle vivo en internet y velar por su buen nombre. Eran patéticos, si buscaban ganarse su favor con ello no iban a lograrlo, Adrien nunca se fijaría en gente insignificante como ellos. Sin embargo, gracias a ellos sabía dónde trabajaba y podía seguirle la pista con bastante facilidad.

Se detuvo frente a la panadería de los Dupain-Cheng con una mueca de espanto, ¿cómo podía alguien como Adrien mezclarse con esa gente de clase baja? Hacer pan para pobretones de barrio era ridículo, era indigno. Alguien con su posición social debería estar lo más alejado posible de aquella gente, disfrutando de los placeres de la vida, no horneando croissants y baguettes.

Aguardó de pie varias horas esperando a que saliera para descubrir dónde vivía. Le había visto dentro moviéndose con maestría entre los aparadores, atendiendo a la gente, sacando y metiendo bandejas en el horno. También le había visto mantener la puerta abierta para que saliera una de las clientas que iba cargada de bolsas.

—Patético —murmuró molesto.

No obstante, la sonrisa radiante de Adrien, con la punta de la nariz manchada de harina, le hacía conservar aquel brillo especial que tanto atraía a la gente. Eso era algo que le irritaba, aquel halo de perfección que le rodeaba incluso cuando era un desastre absoluto.

Cuando, finalmente, Adrien salió de la panadería, sin el delantal y con la cara y las manos limpias, se despidió de alguien con energía y caminó por la calle con la cabeza bien alta. Parecía tan satisfecho consigo mismo que a Félix le contagió aquella sonrisa boba. Sacudió la cabeza y se dispuso a seguirle con discreción.

Se sorprendió cuando cruzó el paso de cebra y abrió el portal frente a la panadería.

—Me lo has puesto fácil —susurró—. Espero que no te importe recibir la visita de tu primo.

Félix dio una vuelta por los alrededores, entró en una cafetería y tomó algo para hacer tiempo. Sería muy sospechoso si tocase el timbre a los pocos minutos de que entrase. Adrien era inocente, pero no estúpido, se daría cuenta de que había algo extraño en su visita y no le interesaba que eso ocurriese.

Ignoró su móvil cuando se puso a vibrar sobre la mesa, sabía más que de sobras quién era y no le apetecía hablar con ella. Se había acabado, perder el tiempo charlando sólo le daría dolor de cabeza, por mucho que oírla suplicar y arrastrarse pudiese darle cierta satisfacción, no valía la pena.

Una hora y media después se levantó de la mesa, fue al baño y pagó su consumición antes de salir y regresar sobre sus pasos para llegar hasta el portal en el que Adrien había entrado.

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