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Sus ojos recorrieron la estancia con creciente curiosidad, analizando a simple vista todo aquello que le fuera posible. Nunca antes había pisado un juzgado y si lo hubiera hecho, sabía que se habría perdido de muchas cosas por descubrir; esa era una de las razones que más le gustaba de haberse vuelto divergente, ya no había advertencias visuales que le impidieran ir o analizar lo que él deseaba. Ahora, si tenía la oportunidad, obtenía la información de todo aquello que se le cruzara en el camino; sólo así, y con ayuda de su familia, claro, había logrado  comprender más a fondo el mundo que lo rodeaba.

Con el paso del tiempo descubrió que todo tenía una razón de ser, por más mínima e insignificante que fuera. Como, por ejemplo, aquella planta de verdes hojas de la cuál se erguían largos tallos que desembocaban en una pequeña y hermosa flor blanca; si no se hubiese detenido a escanearla, no hubiese sabido que se llamaba Spathiphyllum y que era principalmente utilizada en lugares cerrados, como en el que se encontraba, para purificar el aire de la contaminación. 

Sus pensamientos se materializaron en pequeños letreros, hasta que la voz de Hank le hizo salir abruptamente de aquel trance.

—Connor— si bien no había querido sonar grosero, sus palabras salieron un poco más rudas de lo que había querido—No te quedes atrás.

Pero dada la situación y el sitio donde se hayaban, la actitud del Teniente estaba completamente justificada. Durante el trayecto al tribunal de justicia, el mayor había hecho un enorme esfuerzo por mantenerse positivo, pero sus intentos se desmoronaban conforme el auto seguía avanzando y terminaron por fracasar una vez se hubo bajado de él. 

—Ya voy— respondió el muchacho.

Bastó unas cuantas zancadas para llegar a su lado y, tan pronto como lo hizo, Hank retomó el paso en imperturbable silencio.

Connor permaneció junto a él el resto del trayecto hacia el elevador de aquél moderno edificio, ideando conforme caminaba una forma de reducir el nivel de estrés de Hank que, desde aquella mañana, oscilaba un rango preocupantemente elevado, pero a esas alturas del día las opciones se le estaban terminando.

No había logrado hacerlo hablar más de unas cuantas palabras, que podía enumerar fácilmente con los dedos de su mano. Camino al juzgado había prendido la radio para sintonizar a The Knights of the Black Death, pero en ningún momento el mayor puso atención a las melodías. Ni siquiera Cole había logrado hacerlo sonreír durante el desayuno mientras contaba los sueños que había tenido durante la noche; de hecho, por un momento, al androide le dio la impresión de que la presencia del pequeño afectaba de forma negativa a Hank. 

Y es que, aunque no lo dijera, el Teniente temía perder a su niño, y mirarlo allí, tan feliz y ajeno a lo que realmente sucedía, le afligía de sobremanera. Connor sabía los pensamientos que cruzaban su cabeza y ensombrecían su semblante; de forma silenciosa, Hank se iba haciendo la idea de no volver a verlo allí, en la misma mesa, o de no escuchar su alegre voz hablándole de nuevo. 

No podía evitarlo; ver a su compañero abatido de esa forma revolucionaba todo su software con emociones abrumantes, que le activaban alertas de inestabilidad, que empeoraban cuando él mismo se ponía a divagar, de igual forma, sobre cómo sería su vida sin aquél pequeño. Más de una vez se había sorprendido deprimido y era, sin duda, una de las cosas más extrañas e intrigantes que jamás había experimentado. 

Era como estar desconectado de su propia existencia, reaccionando de modo automático a los estímulos de su entorno, pero sin el interés o afán de realizar las cosas. Y así era exactamente como se encontraba Hank ese día. 

En un intento de atraer su atención a otra cosa que no estuviera pintada de tristeza, le dijo. 

—¿Sabía que los Detroit Gears competirán contras los Toronto Huskies en el próximo torneo, a finales del mes? 

We Are Family │HannorWhere stories live. Discover now