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—Afortunadamente se fueron de viaje.

—Lamentablemente en medio del camino el auto se quedó sin gasolina —expresó Kate en respuesta, dejando de lado sus reservas iniciales.

—Afortunadamente pasó una grúa que los llevó hasta la estación de servicio —dije, ensanchando la sonrisa en mi rostro.

—Desafortunadamente cuando volvieron al camino el auto se quedó sin frenos.

—Afortunadamente lograron detenerlo saliendo del camino en la tierra.

—Lamentablemente no sabían dónde estaban, y no había nadie para pedir ayuda.

—¡Pero afortunadamente el papá se armó de valor y siguió el rastro de las llantas para pedir auxilio en la carretera!

Para ese momento, Kate se encontraba afincada del borde de la cama, con una mirada llena de decisión y las comisuras de sus labios levantadas. Por mi parte, estaba inclinado en su dirección, más afuera de la silla que en ella.

—Desafortunadamente se confundió y terminó caminando en medio de la carretera, donde un auto lo golpeó —sonrió, levantando el mentón en un gesto presumido—. Yo gané, terminó mal.

Por un momento, no pude contestarle, embelesado en sus expresiones, ella estaba siendo más abierta de lo que pensé inicialmente al proponer pasar el rato, y no podía encontrarme más emocionado ante eso. Sentía mi pecho vibrar, lleno de una emoción algo desconcertante, tenía ganas de pararme, correr, saltar, volver a sentarme y repetirlo una y otra vez, me sentía eufórico, pero sólo me mantuve en aquella silla a un lado de la cama, ensanchando mi sonrisa y negando con mi cabeza.

—Estoy  seguro que puedo darle un giro positivo a esta aventura, es más, debo hacerlo, es mi responsabilidad no permitir que las desgracias acaben con el viaje de esta pobre familia —asentí, viendo como ella me dirigía una mirada entornando los ojos—. Afortunadamente el golpe no fue tan fuerte, y el conductor lo ayudó en lo que llamaban una ambulancia.

—Lamentablemente comenzó a llover.

Pero seguramente te preguntarás, ¿cómo llegamos a esto? Debo confesar, querido amigo, que no fue fácil... Soporté vientos despiadados, infernales desiertos, escalé hasta el último maldito cuarto de la maldita torre más alta y, ¿qué encontré? un lobo de sexo dudo... Ah, así no era.

En realidad, fue más sencillo de lo que parece.

Todo comenzó después de que su padre se marchó y yo le entregué su regalo —aunque a sus ojos no es más que un préstamo—, luego de eso no hubo mucho más que hacer. Kate parecía estar bien con ello, puesto fijó su mirada en el patio y permaneció allí algún tiempo, en un silencio bastante aburrido.

Claramente, no fue fácil estar tanto tiempo sin hablar, teniendo la mirada fija en las baldosas, que parecían, luego de la muchacha sobre la cama, lo más interesante del lugar. Podría asegurar que fueron esos 4 minutos antes de que mi paciencia se agotara fueron los más duros de mi vida.

—Hagamos algo.

No recibí más que una ceja enarcada como respuesta, no me desanimé aún así, porque mis logros del día anterior eran demasiados como para prestar atención a nimiedades. Por otro lado, necesitaba acelerar mi mente, encontrar rápidamente algo que pudiéramos hacer sin necesitar algo más que nuestra imaginación.

—¿Te parece bien algún juego? —La mueca en su rostro fue una respuesta bastante clara, pero no me rendí—. Será divertido, al menos más que no hacer nada.

»No te arrepentirás, porfiiiiiiis.

Ella suspiró.

—Vale, espero que sea bueno —Su mirada escéptica lo decía todo, pero para ese momento ya tenía el juego perfecto… o al menos uno que no nos podía mucho más que hablar.

Enamorando a KateDonde viven las historias. Descúbrelo ahora