Capítulo 46

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La noche cayó y la luz traspasaba la cabaña. Recoome no se había movido del ordenador en todo el día. Entre correos y el móvil, había localizado a los veintiocho asesinos restantes en la ciudad y programado una asamblea general para medianoche. En ese momento iba a reorganizarlos en escuadrones y asignar a cinco hombres el trabajo de reclutamiento. Después de la reunión de esta noche, se asignarían sólo dos escuadrones Beta en el centro. Los Saiyajins civiles no aparecían en los bares que ellos frecuentaban, porque a bastantes de ellos los habían persuadido de abandonar los alrededores. Era tiempo de cambiar de lugar.

Tras algunas ideas, decidió enviar al resto de sus hombres a las áreas residenciales. Los Saiyajins estaban activos por la noche. En sus casas. Era realmente un problema encontrarlos entre los humanos...

-Eres como una pequeña cagada.

Recoome saltó de la silla. Zarbon estaba de pie y desnudo en la puerta principal de la cabaña. Tenía el pecho cubierto de marcas de garras, como si algo lo hubiera agarrado fuertemente, y su cara estaba hinchada, el pelo desordenado. Parecía bien usado y totalmente enojado. Y cuando los encerró con un golpe, Recoome era incapaz de moverse. Y eso le dijo lo que necesitaba saber sobre quien era el asesino jefe ahora. Únicamente el asesino superior tenía esa clase de control físico sobre sus subordinados.

-Olvidaste dos cosas importantes. -Con indiferencia Zarbon sacó un cuchillo de la funda que colgaba de la pared-. Uno, Freezer es muy inconstante. Y dos, tiene una personal predilección por mí. Realmente no me costó mucho trabajo regresar al redil.

Cuando el cuchillo fue hacia él, Recoome luchó, trató de correr, quería gritar.

-Así es que di buenas noches, Recoome.


***


Las seis en punto. Casi hora de marcharse. Milk miró alrededor de la habitación de huéspedes en la que estaba y se imaginaba que había recogido todo lo que había traído. No tenía mucho para empezar, y, de todas formas, lo había trasladado todo de la habitación de Gokú la noche anterior. La mayoría de sus cosas estaban todavía en la maleta. Hudson vendría a por sus cosas de un momento a otro, y las trasladaría hasta Rogers y Ivory. Gracias a Dios que el par de hermanos estaban dispuestos a concederle un favor a Gyu y acogerla. Su mansión, y la clínica, eran realmente una fortaleza. Incluso Gyu quedó satisfecho de que estaría a salvo. Luego, a las seis y media, se teletransportaría hacia allí, y se reuniría con su hermano. Compulsivamente Milk entró en el baño poco iluminado y revisó tras la cortina de la ducha de nuevo para asegurarse de que tenía el champú. Nada allí. Y tampoco había dejado nada en el dormitorio. O en la casa, de hecho. Cuando se fuera, nadie notaría nunca que había estado en la mansión. Nadie lo notaría... Oh, Carajos. Para ya con eso, pensó Milk.

Hubo un golpe en la puerta. Caminó hacia allí y la abrió.

-Hola, Hudson, mi maleta está encima de...

Excepto que ahí no había nadie. Se asomó a ambos lados del pasillo, pero no pudo ver nada. Qué extraño, tal vez había oído mal. Cerró nuevamente la puerta y se dirigió al baño para apagar las luces del tocador que dejó encendidas. Antes de alejarse, se miró en el espejo. Demonios, había envejecido. Bajo el halo de luz, Milk se levantó el cabello apartándolo del cuello y giró a un lado y a otro, intentado encontrar un modo de ver a su antiguo yo. Cuando se rindió después de Dios sabe cuánto tiempo, dejó que el cabello cayera...

Gokú apareció detrás de ella, en las sombras, materializándose en el fino aire, vestido para pelear. Ropa negra. Pistolas. Dagas. Su humor tan oscuro como su ropa. O quizá había estado allí todo el tiempo, quizás había sido él quién había golpeado la puerta y sólo ahora había decidido revelarse. Milk retrocedió tropezando, golpeándose la cadera con una de las paredes de mármol. Mientras maldecía y se frotaba el lugar dolorido, revisó todo su vocabulario en busca de todas las maneras de decirle que se fuera al infierno. Y luego lo olió. Su aroma vinculante era poderoso. Tan hermoso.

Cicatrices del Alma II: RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora