Capítulo 36

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Cuando la nieve empezó a caer en serio y la luz de la tarde comenzó a debilitarse un poco, Zarbon condujo su camión hacia el sur por la Ruta 22. Cuando llegó al lugar correcto se bajó y miró a Recoome.

-El Explorer está a 100 metros en línea recta desde aquí. ¡Sácalo ya de esos bosques! Después empieza a comprar todos los materiales que necesitamos para la fachada del solsticio y fija los días de entrega.

-Excelente. -Recoome bajó desabrochando el cinturón del asiento-. Pero, escucha, necesitas dirigirte a la Organización. Es lo habitual para el Asesino principal.

-Lo que sea.

Zarbon miró por el parabrisas, observando cómo los limpiaparabrisas apartaban los copos de nieve. Ahora que ya tenía a Recoome organizando todo, su cerebro estaba concentrado con las respuestas a su principal problema: ¿cómo demonios iba a encontrar a su mujer ahora?

-Pero el Asesino principal siempre se ha dirigido a los miembros la primera vez que ocupa el sitio del antiguo jefe.

Mierda, la voz de Recoome estaba empezando realmente a sacarle la basura que llevaba dentro.

-Zarbon, necesitas...

-Cállese la jodida boca, hombre. No estoy interesado en organizar encuentros.

-Ok. -Recoome alargó la palabra, su desaprobación era obvia-. Así que ¿dónde quiere a los escuadrones?

-¿Dónde cree? En el centro.

-Si encuentran civiles mientras luchan con los Guerreros, ¿quiere que los equipos hagan prisioneros o sólo que los maten? y ¿vamos a construir otro centro de persuasión?

-No me importa.

-Pero necesitamos... -la voz de Recoome era monótona.

¿Cómo iba a encontrarla? Dónde podría...

-Zarbon.

El aludido miró a través del camión, listo para explotar.

-Qué.

La boca de Recoome pareció la de un pez por un momento. Abriendo. Cerrando.

-Nada.

-Está bien. Ni una más de sus tonterías. Ahora saque de aquí mi camión y manténgase ocupado haciendo algo que no sea cotorrear conmigo.

Zarbon apretó el acelerador en el segundo en que las botas de Recoome tocaron la grava. Pero no fue muy lejos. Giró por la vereda de la granja e hizo un reconocimiento a la casa de su mujer. No había huellas en la nieve fresca. No había luces. Estaba desierta. Malditos Betas. Zarbon se dio la vuelta y se dirigió al centro. Tenía los ojos secos por la falta de sueño, pero no quería malgastar las horas nocturnas recargándose. A la mierda.

Demonios... Si no conseguía matar algo esta noche, iba a volverse loco.


***


Gokú pasó el día en el centro de entrenamiento. Trabajó contra el saco de boxeo. Levantó pesas. Corrió. Levantó más pesas. Practicó con las dagas. Cuando volvió a la casa eran casi las cuatro y estaba listo para salir a cazar. En el momento que puso un pie en el vestíbulo, se paró. Algo iba mal. Miró alrededor del vestíbulo. Levantó la vista hacia el segundo piso. Escuchó los misteriosos sonidos. Cuando olió el aire, todo lo que pudo oler era que el desayuno que se estaba sirviendo en el comedor y fue hacia allí, convencido de que algo estaba mal, pero incapaz de encontrar qué era. Encontró a los Guerreros sentados y demasiado quietos, a pesar de que Bulma y Lenore estaban comiendo y hablando tranquilamente. Milk no estaba a la vista.

Cicatrices del Alma II: RedenciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora