Prólogo.

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—Te lo digo, viejo, deberías conseguir una niñera para Sasuke. Estás muerto del cansancio, sólo mírate, pareces un muerto viviente —afirmó Kisame, el mejor amigo de Itachi, mientras bebían un trago en el bar favorito del peliazul. Este le miró de reojo con una ceja finamente arqueada.

—¿Te refieres a un zombi?

—Eso —sacudió su melena azul y mostró sus dientes de tiburón—, sólo digo que para un hombre como tú, joven, aplicado y muy buen estudiante. ¿Qué digo? ¡Excelente estudiante! ¡Y en Harvard, mi amigo! Deberías descansar más.

—No puedo —repuso, cansado.

—Por eso digo que deberías conseguirle una niñera a Sasuke, sé que quieres estar con él y tratar de que supere la muerte de sus padres y eso, pero Sasuke tiene cinco años, Itachi —Kisame dio otro trago—, creo que cuando crezca entenderá que tú necesitas un poco de espacio. Mírate —Itachi lo miró con hastío—, esta es la primera vez que sales desde el accidente a tomarte un par de tragos con tu gran mejor amigo y parece que en cualquier momento vas a caerte de espaldas dormido. Eso no está bien, nada nada bien. 

—¿Y qué sugieres? —dio un sorbo, el peliazul lo miró serio—. Sí, sí, una niñera, pero me refiero a que... ¿Dónde voy a conseguir una niñera? 

—Podría ser un lindo niñero —apuntó—, ya sabes, un lindo chico. En caso de que no te guste la idea de una linda chica merodeando tu casa, que yo no me quejaría, aunque quizá sea una distracción para el gran Itachi Uchiha. 

Itachi bufó. 

—Iba a sugerir a Izumi, pero no creo que sea bueno que sea alguien Uchiha —Kisame dejó el vaso vacío en la mesa y se puso una mano en el mentón, pensativo—. Tiene que ser alguien de afuera. 

—¿Por qué no un Uchiha? —preguntó el Uchiha, un poco más despabilado.

—¿Bromeas? No queremos que Sasuke sea como... como todos ustedes, al menos debería tener una, no sé, alguien que sea distinto a ustedes, de afuera, con más... alegría, quizá —Kisame alzó los hombros. Itachi se rió.

—No voy a confiarle a Sasuke a cualquier pejelagarto que se me atraviese si es lo que crees. 

—Ya sé que no, sé que no, pero descuida, encontrarás a alguien —aseguró con una sonrisa—, sólo piénsalo un poco. Necesitas descansar, así que vamos, vamos a tu casa y quizá veamos entre tus contactos alguien que pueda ayudarnos. ¿Qué tal Deidara?

—Ni loco, no quiero a Sasuke diciendo hmp todo el tiempo y explotando cosas. ¿Sabes cuánto me costó quitarle la mancha de explosión a mi auto la vez que Deidara se puso a jugar con sus explosivos de juguete? —Itachi suspiró—. Ni siquiera sé por qué lo dejan seguir manejando esas sustancias en el laboratorio. 

Kisame se rió. 

—Bien, ¿qué me dices de Sasori?

—A Sasuke le asustan sus  marionetas —negó con la cabeza. 

—¿Qué tal... Kakuzu?

—Saldría adicto al dinero, no quiero que Sasuke sea avaro.

—¿Y Hidan?

Itachi se levantó de la mesa, pero no sin antes de hacerle una seña a Kisame para que se terminara el resto de su copa en lo que iban a pagar, pues este ni corto ni perezoso recorrió los pasos que ya había hecho lejos de la mesa para tomar la copa que le extendía el azabache. 

—No quiero que decapite a sus muñecos y los ofrezca en un ritual a Jashin —se quejó. 

—¿Nagato?

HIPERSOMNIA.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora