Cuando ambos nos sentamos uno junto al otro él encendió la tele, hizo zapping un minuto hasta que paró en el canal donde la mayoría de las veces pasaban películas muy viejas.
-¿Te gustan las películas viejas?
-Me encantan. -Mentí, él sabía que no me gustaban, se lo había comentado una vez, pero seguramente lo recordaba y lo hacía a propósito.
-A mi también. -Dijo dejando el control sobre la mesa ratona, frente a nosotros. Unos diez minutos luego sentí como mis ojos comenzaban a cerrarse, oh no... éso era lo que pasaba siempre con éste tipo de películas, no podía evitar dormirme. Luché por que mis ojos no se cerraran, pero sumado el poco sueño de anoche no lo pude evitar, sentí el hombro de Andy sobre mi mejilla, su calor, su aroma... me quedé profundamente dormida.Me desperté en la misma calle oscura de antes... pero ahora los secuestradores de la primera vez volvieron... traté de correr pero el hombre era mucho más rápido que yo, me tomó de la cintura y me arrastró luchando y esquivando mis patadas.
-¡Quieta! -Seguí haciéndolo, luchando por que me soltara.
-La mataría ahora mismo... -Dijo la mujer rubia con cabello corto delante de él, no conocía a ninguno de los dos, el hombre que me sostenía, rubio, cabello demasiado desarreglado, largo hasta los hombros y sucio, ojos verdes, ropa gastada, debía tener unos 27 años, y la chica, rubia, pelo corto y brillante, ojos marrones, vestida muy elegante, entre 26 y 28 años.
-No, no podemos hacerlo hasta que hable. -Lo observé fijamente sintiendo como las lágrimas caían sobre mis mejillas sin dejar de patear, la chica se acercó hacia mi y me golpeó fuertemente en el estómago con su puño, haciendo que dejara de luchar.
-Bien, gracias cariño. Y tú deja de mirarme perra asquerosa. -Dijo el hombre dándome una fuerte cachetada. Nos subimos a un auto oxidado y viejo estacionado a un lado de la calle, yo estaba al medio, a mis dos costados estaban el hombre y la mujer, observé a la persona que arrancó el auto y era una chica joven, casi de mi edad.
-¿Hacia donde ahora?
-A mi casa, luego la matamos, ¿nos ayudarás a esconder el cadáver pequeña? -Oh, ésto se sentía tan horrible e incómodo, me acomodé en el asiento volviendo a llorar sin consuelo.
-Sería un gusto, la llevaremos hacia el puente. -Contestó la chica que manejaba con un tono divertido.
-¿Qué quieren que diga? No quiero morir por favor, no hice nada, no me hagan daño, les daré mi dinero, todo lo que quieran pero no me lastimen. -Dije entre sollozos, la mujer me dio una fuerte cachetada en la mejilla.
-Tranquila nena, no me dejarás nada a mi. -Dijo el hombre rubio a mi lado riendo.
-Por favor, al menos díganme qué hice. -Volví a insistir.
-¡Cierra la boca perra, éste no es el momento! -Me dio una patada en la pierna haciendo que gritara del dolor, en un segundo el hombre sacó un rollo de cinta de su rota chaqueta, cortó un pedazo y me lo pegó en la boca.
-Listo, así estaremos mejor hasta que lleguemos. -No volvieron a hablar hasta unos quince minutos luego, cuando el auto se paró frente a una casa que no supe reconocer por los vidrios polarizados, el chico rubio abrió la puerta y me tomó de la mano con fuerza obligándome a salir a zancadas.
-Quédate aquí, toca la bocina dos veces seguidas si alguien sospechoso trata de entrar a la casa, ¿bien? -No oí la respuesta de la chica. Nos dirigimos los tres hacia la puerta y allí fue cuando entré en shock, estábamos en casa de Ashley, en la antigua casa de Andy... Entramos y la mujer me ató a una silla con una cuerda demasiado apretada que lastimaba mis muñecas.
-¿Por qué lo hiciste maldita perra? -La mujer volvió a golpear mi estómago con su puño, seguido el hombre la tomó de los hombros besando su cuello.
-Tranquila... -La soltó y se dirigió hacia mi y se arrodilló entre mis piernas. -Te quitaré la cinta de la boca, pero juro que si gritas de apuñalaré una y otra vez hasta matarte. -Mostró una repugnante sonrisa, sacó un filoso cuchillo del bolsillo y lo pasó sobre mi garganta, luego me quitó la cinta de la boca y se volvió a parar.
-¿Por qué estamos aquí? -Susurré asustada.
-Nos gusta ésta casa, ¿la reconoces? -Me contestó la mujer golpeando mi cara con su puño, haciendo que escupiera sangre. -¡Te hice una maldita pregunta perra! -Levantó su pierna con mucha flexibilidad y golpeó mi cara sin piedad alguna, logrando que cerrara mis ojos y quedara inconsciente...