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No habla, está en silencio y me altera. 

No he sido duro con ella jamás, hemos vivido plenamente disfrutando la soledad de nuestros cuerpos y el silencio de nuestra alma. 

Ya nada me calma, todo me alerta y me somete a indagar los problemas que intenta cargar sola. 

—¿Puedo saber qué pasa?

—Tengo frío. 

—No hagas esto más difícil, solo dime que pasa y lo solucionaremos juntos. 

Sale de la bañera y envuelve su cuerpo con la toalla blanca, aún le quedan fuerza y con ella se sienta en el piso con la espalda en la tina. Estoy frente a ella, sus ojos se tornan rojos amenazando con un diluvio dentro de la casa, se tapa el rostro y se dispone a hablar.

—Comenzó con los desmayos repentinos y olvidaba el nombre del desayuno, nada importante decía, pero aquí estoy. No le tengo miedo a lo que pueda pasar por la noche, le tengo miedo a que mi mente pueda olvidarte. 

Debemos de volver, necesitamos hacerlo, de esa forma tendrá más tiempo.

—Nos iremos por la noche.

—No, no tengo energías para la soledad de un hospital sin ti.

***

etéreo; kthDonde viven las historias. Descúbrelo ahora