D o c e

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La mirada café vislumbró con la luz de los rayos al compás de la fuerte lluvia afuera.

Sus lágrimas bajaron con más fuerza y miró vulnerable la cara desconcertada de su quizá amigo.

—¿Qué sucede? —preguntó él suavemente.

Las imágenes pasaron por su cabeza como cortometraje: su madre haciendo gestos de asco cada que él no hacía algo bien, su chasquido de lengua cada que no cumplía con sus órdenes de inmediato, su indiferencia, su exorbitante deseo de tener todo bajo control, y a su padre, con la mirada helada como de costumbre y el semblante neutro, simplemente existiendo muy lejos de él.
Se llenó de odio y profunda tristeza en un sólo segundo.

Reunió coraje para que su voz no se quebrara a medias, -¿Por qué, por qué son tan amables?

Youta percibió el resentimiento en cada palabra. Miró directamente a los ojos bicolores, eran tan heladamende hermosos, sabía que estaba muerto por dentro y eso lo hizo sentir un cosquilleo en el estómago.
Sé acomodó y sonrió cálidamente, se aseguró de que el extra lo mirara directamente a los ojos y con la voz endulzada movió los labios:

—Yo también odio a tu madre, la odio con todas mis fuerzas. Se supone que las madres deben cobijarte y cuidarte de todo —lo tapó hasta el cuello, miró su cabello obscuro, se parecía tanto al de Momo. —Pero estarás bien aquí, mi mamá te quiere mucho y mi papá te tiene empatía, así que cuidaremos de ti.

Tragó saliva, Youta estaba siendo amable, juntó su coronilla con la de él, aquel rojo en sus mejillas lo hacían sentir aún más vergüenza, pero Youta sólo sonreía.

—Duerme tranquilo, ojos raros.

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Se levantó más temprano que todos y miró el techo de la habitación de Youta, un sin fin de estrellas brillantes y luces azules lo adornaba. Su vista viajaba calmadamente hasta que topó con un póster de Ground Zero, después uno de Uravity, después una figura de Ground, un peluche, una pluma, una lámpara, una cartera, stikers, pines. Se levantó con sorpresa, un sin fin de mercancía de sus padres. Miró los Uraramochi de los que una vez se quejaba su Madre por ser tan ridículamente caros, la figurita que sonó mucho en páginas de ventas en internet donde Ground Zero causaba pequeñitas explosiones estaba adornando una repisa.

—Hey, qué mierda miras. —El bicolor sintió un hormigueo en la espalda y volteó nervioso a ver como el Bakugou irradiaba odio por la mirada pero con las mejillas color de las fresas. —¡Puto Mirón!

Cayó de la cama por las patadas y comenzó a recibir golpes de una almohada mientras inevitablemente se reía.

—¡De qué te ríes, imbécil! ¡Si le dices a alguien te mataré a golpes!

La puerta se abrió de una explosión y una Bakugou bien despeinado con la cara del mismísimo diablo caminó rápido a darle el coscorron de su vida a su hijo. —¡No grites a las seis de la mañana!

Youta llevó las manos a su cabeza con lágrimas a punto de salir de sus ojos.
—Paaaaaa, eres cruel —masculló.

Ochako se hizo presente con las ojeras más pesadas que el Todoroki podía imaginar.

—Si no se callan los dos lo enviaré a Saturno en lo que me hago un café.

El extra se levantó del suelo y acomodó la cama en lo que Youta se quejaba con su madre de lo grosero que era su papá con él, mientras Katsuki se quejaba con Ochako de como Youta merecía el golpe por ser ruidoso.

La familia bajó a desayunar con él caminando en silencio detrás de Youta.
Miró como Katsuki cocinaba rápidamente, mientras Ochako servía café con esmero.

Explosión GravitacionalDonde viven las historias. Descúbrelo ahora