Ahí estaba. Ese bastardo extra, con su mirada fría, con su rostro pendejo de niño riquillo.
Youta no pudo aguantar su molestia y su ceño se frunció y apretó la mandíbula, infló su pecho y con orgullo sonrió egoísta.
Él no pudo evitar sorprenderse un poco: en verdad que Youta era hijo de Ochako y Katsuki, era tierno, pero cuando estaba enojado daba los aires asesinos de su padre. Youta siempre le pareció una especie de gato uraño, lo mismo que piensa su padre Shoto Todoroki de Katsuki Bakugou.
Relajó su rostro y se acercó. —You-chan, me sorprende que hayas accedido a venir a casa —dijo neutro. —Gracias.
Sus adorables cejas gruesas de Husky siberiano fruncían su ceño como un gato enojado, aunque al mostrar los dientes afilados de su padre ahora si parecía un husky.
—¡¿Ah, qué tanto me miras bastardo!? —gruñó levantando las palmas.
Lo ignoró con amabilidad y lo invitó a pasar, lo tenía fascinado desde siempre, había cierta curiosidad extremista por parte del heterocromático; oh, el extraño Youta Bakugou, él chico de la clase apuesto y lindo ante las féminas, el amargado y creído ante los hombres, nadie sabe de él más que su nombre, edad y procedencia, no saben sus gustos, sus hobbies, sus pasiones y añoranzas, era el enigma de ahí, y ahora, estaba en casa de él.
—¿Gustas un poco de té?
—¿Ah? Está bien —le sorprendió la respuesta del castaño, pero verlo tan concentrado sacar sus libros de su mochila para ponerlos sobre la enorme y larga mesa de caoba importada desde Cuba le hizo sonreír.
—¿Quieres japonés, italiano...?
La mueca de desconcierto, furia e impaciencia lo hicieron sonreír nervioso. —No te preocupes, diré que traigan él más suave.
Youta azotó la lapicera con fuerza sobre la mesa —, rápido ojos raros, necesito pasar cálculo integral.
Él se quedó observando la lapicera con una casco de Uravity grabado en ella, al sentir la mirada asesina del castaño miró a otro lado y recordó los consejos de su padre.
El heterocromático salió de sus pensamientos cuando la servidumbre llegó con las dos tazas de té.
—You-chan ¿Quieres miel o azúcar? —ingentaba sonar lo más neutro posible para no enojar al Bakugou.
—¡Miel y azúcar! —afirmó rápido mirando con brillo la taza de té.
—Tus deseos son órdenes —dijo aliviado de no haberlo hecho enojar. Miró atento como le entregaban la taza a Youta. —La taza es de porcelana fina, exportada desde Inglaterra para que él té sepa--
—¿Qué mamadas dices? ¡Ja! ¿Crees que por usar una pendeja taza de Inglaterra ésta porquería sabrá bien? —se burló tomando la taza y sorbiendo un pequeño trago. La cara sorprendida del extra le hizo soltar una risa. —¿Ésto es trapo remojado?
La servidumbre miró incrédula a su joven amo. —No, no se preocupen, quizá prefiera café, supongo que es lo único que bebés en casa —dijo amable dando la orden.
La taza azotó la dura caoba. —¿Ah? ¿Insinuas que sólo tenemos para eso? —la mesa comenzó a elevarse un poco del suelo. —Tu y tú madre son la misma porquería, pero estoy seguro que al menos consumo cosas que mi madre con mucho amor y dedicación me prepara, y al menos sé hacer el desayuno. Continúa tragando tu asquerosa agua de trapo sucio, me largo de aquí.
Acomodó su flequillo negro, le sorprendió que volátil era. Intentó aligerar su tono y cuando vió que éste comenzó a recoger de nuevo sus cosas, habló:
—Youta, no era mi intención ofenderte, disculpame por el mal entendido, pero en verdad me gustaría ayudarte a subir tu promedio.
Youta volteó a verlo ¿Su orgullo, o el de sus padres?
Se sentó de nuevo y miró directo a los ojos bicolor del maldito extra.
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Las clases continuaban y Youta notaba como ese bastardo lo observaba demasiados, era imposible concentrarse.
—¿Tengo algo en la maldita cara, ojos raros? —gruñó.
Las mejillas del contrario se tiñeron de rosa y suavemente negó con la cabeza. Youta bajó de nuevo la mirada a su cuaderno y él aprovechó para tomar aire, no cabía duda que Youta era muy tierno, verlo con su lápiz con una goma de borrar en forma de Ground Zero era una sobredosis diabética, y casi entra en una cuando escuchó un refunfuño del castaño que de inmediato sacó su goma de borrar rosa.
—¡Listo, ya acabé! Revisa rápido, ojos raros —lo sacó de su transe y tomó de inmediato el cuaderno y lo puso frente a su cara para ocultar el rojo que crecía en su rostro por intentar tragarse un "aww"
Bajó el cuaderno y se topó con Youta mirando el enorme comedor, pudo notar como miraba los candelabros.
—¿Ésto no es muy grande?
—Los candelabros son de Alemania, las cortinas fue un regalo de la abuela traídas de Marruecos.
—¿Me estás presumiendo, ojos raros? —se volteó a mirarlo enojado.
—N-no —negó amable. No sabía hablar de otra cosa que no fuera la procedencia de todo ahí, ya entendía porque siempre que intentaba tener amigos éstos se intimidaban por su riqueza y se alejaban de él.
—Eres miserable —dijo Youta con normalidad.
—¿Eh?
—¿No te sientes solo entre tanta porquería? No jodas, ni con 500 personas llenas tu comedor. —Rió cínico, —bueno, cada quien puede hacer lo que quiera con su dinero.
Eso lo dejó algo vacío y se dedicó a revisar la libreta de Youta. —La mitad está bien.
Youta le quitó la libreta enojado y se alejó a hacerlo de nuevo.
Él se recargó en su mentón ¿Qué tiene Youta que no pueda tener él? Él era el hijo de Momo Yaoyorozu y Shoto Todoroki, su vida ya estaba hecha, pero aún así veía superior a ese gato uraño de rasgos cambiantes y actitud bipolar. Lo miró un rato, era castaño, de ojos cafeína, cuando el era pelinegro y con heterocrománia, le ganaba en rostro, en modales, en etiqueta y educación, y a pesar de eso, le tenía envidia.
¿Era una rivalidad natural?
—Listo —dijo el castaño lanzándole el cuaderno.
Tenía razón, eso quería decir que también era inteligente, sólo que en el salón de clase se la pasaba mirando la ventana o leyendo revistas.
—Está bien todo.
—¿¡En verdad!? —chilló— ¡Genial!
Miró curioso como el castaño tomaba una foto con su teléfono y la envía rápido.
—Mi mamá se pondrá genial —sonrió malicioso al ver la mirada pérdida del contrario, siempre supo de la falta de atención que tenía ese jodido emo de ojos bicolor. —¿Quieres ir a mi casa?
