Placeres del verano

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[Esto me va a dejar la boca amarga]
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El dulce aroma del verano embriagaba a todos los habitantes de la acogedora isla en la que nos acomodamos. Era un cálido 6 de septiembre, los peces nadaban en el amplio y salado mar al unísono que isleños terminaban sus ocupaciones mientras el horizonte llegaba a su cenit.

Ares vagaba tranquilo por la costa, dejándose llevar a donde las brisas veraniegas decidieran llevarlo. Se encontraba absorto en sus pensamientos, era un crustáceo que vivía el día a día. Sus pensamientos solían ser... "Qué voy a cenar hoy" o "Qué podría arreglar luego". Sintiéndose tan ligero como las partículas de arena que cosquilleaban sus descalzos pies, cerró los ojos, relajando los hombros y tomándose un momento para disfrutar los pequeños placeres de la vida que solo una tarde de verano en la costa podrían otorgarle. Estuvo caminando a ciegas unos segundos... o minutos, nunca lo sabría, tenía un nuevo pequeño placer que disfrutar ahora. Una cálida y familiar voz había llamado a su nombre... o bueno, no era precisamente su nombre, pero incluso él lo había reconocido como tal, con la misma facilidad que la mantequilla se unta en el pan —¡Oiga! ¡Zagalito!— aquella voz captó su atención tan rápido como el agua se adapta a su entorno. Volteo su cabeza como si de un acto automático se tratase, encontrando detrás de él a nada más y nada menos que su capitán... su querido capitán. Skorpio Fischer caminaba rápidamente y con fervor hacia su marinero, tal y como era usual en él... "Esa caminata corpulenta, esa sonrisa tan propia de él" Eran palabras que los pensamientos de Ares le susurraban al oído, la admiración no tardó en hacerse sentir en su pecho, fuerte, como el rompimiento del oleaje en la costa. —Capitán... qué casualidad verlo por aquí— se permitió responder, cargando aquella sonrisa que parecía un dibujo en su masculino y robusto rostro. Sus pies se dirigieron tranquilos y serenos hacia su capitán, parecían ser uno con la arena, resbalándose como el agua sobre este, con la firmeza que solo un crustáceo como Ares podría tener. —¿Qué hace a estas horas en la costa, marinero? ¿Disfrutando del regalo de Poseidón?— el capitán respondió, con un tono autoritario más no superior, era natural, tan brillante como el reflejo de una nueva luna en el calmo océano de una noche de verano. Ares soltó una risa algo traviesa como era usual en él —Por supuesto, capitán... el verano terminará pronto, hay que aprovechar cada segundo— respondió el marinero, ahora frente a frente al escorpión, tan cerca —Heh, sí...— respondió de la misma manera el pelirrojo, para luego dirigir su mirada al horizonte, el pecoso imitó el gesto. Hubieron unos momentos de silencio, más no incomodos, ambos disfrutaban el ruido de las olas acariciando la arena, era natural en ellos —...Capitán, veo que le gustó la pañoleta— dijo en un tono ligeramente pícaro el cangrejo, señalando casi intencionalmente la pañoleta que cargaba su superior en el cuello. El contrario pareció congelarse ante las palabras del contrario, bajando la mirada hasta su musculado y bien formado pecho, mirando con detenimiento el trozo de tela que sus ojos le permitían ver por la física. —No podías aguantarte lo canalla ni un segundo ¿mh?— dijo sin subir la mirada mientras sus manos se dirigían a su cuello, con intenciones de sacar la pañoleta del agarre de su fornido gollete. En respuesta Ares se limitó a reír, sin escrúpulos, como siempre. Esto empezaba a hartar un poco al de cola pinchuda ¿Qué acaso aquel canalla no había tenido suficiente ya?, Ares había llegado hasta el fondo ¡Literalmente hablando!... Dios, había que darle alguna clase de escarmiento a este desvergonzado canalla... pero, ¿Cuál sería este?, esa era la pregunta que retumbaba en la cabeza de Sky —Ohh Ares... eres irremediable— rendido, cruzó sus brazos y devolvió su mirada al océano. —Lo sé, capitán... ¿Por qué se enoja entonces?— este en cambio, no quitó la mirada del contrario, como si buscara algo... algo que le perteneciera en aquellos ojos. Skorpio no pudo resistir más tiempo las miradas de su marinero, terminó por ceder y devolverla. Se sentía acosado, avergonzado, algo enojado... pero no demasiado —No me enoja el hecho de que usted sea un canalla... lo que me enoja es que no tenga la mínima vergüenza con reconocerlo, ni siquiera esconderlo— su ceño estaba algo fruncidos, tentaba el temblor en sus cejas... sus mejillas, inconscientemente adoptaron un tono cereza muy ligero... la vergüenza se había apoderado de las suaves mejillas del obstinado pirata —Ya me conoce, capitán... yo no me atrevería a contradecirlo, usted lo sabe— demandó en un tono tranquilo, natural. Decidió acercar un poco su cara al capitán, levantando su mano derecha, la cual parecía danzar junto a la salada canción del mar. Skorpio parecía madurar ante la amenaza de contacto, su cola se levantó automáticamente. Apuntándolo por detrás del hombro —No... no vaciles, Ares— reclamaba el capitán, apretando los puños mientras tenía un ademán de orden. Ares sin embargo, era mucho más sagaz de lo que el capitán pudiera controlar en esta situación, las órdenes no lo detuvieron, terminando por agarrar el cachete suavemente, estirándolo y admirando el rosa melocotón que este había adoptado —Heh, parece un niño caprichoso... capitán— Ares vaciló, apretando el cachete y estirándolo. Su capitán lo miraba, delatando una chispa en sus ojos... difícil era descubrir si era por rabia, frustración o incluso deseo... solo una cosa era segura, aquella emoción era más fuerte de lo que incluso el capitán más bárbaro de la isla podía retener. Creyó perder el control de sus manos, las cuales se acercaron amenazantes a la muñeca del contrario, tomándola con fervor, desesperadas... temblorosas, delatando su nerviosismo —Ares, por favor... creí que habíamos superado nuestros roces...— Aquel gesto sorprendió un poco a Ares, el cual estuvo a punto de soltar la mejilla, ahora casi carmesí del más bajo. —...Usted no es algo que pueda superar, capitán— confesó casi suspirando sus palabras, con pena pero sinceridad. Sus mejillas también se sonrojaron tenuemente, no con tanta fuerza como las del contrario, las cuales parecían rebosar en lava. —Ares... no... no digas barbaridades— el pobre capitán se sentía sumiso ante el contrario... muy en el fondo, quería correr, esconderse, pero algo parecía encadenarlo con el contrario. Sus pies no respondían, ni su boca encontraba las palabras para hacer que el otro parara. El más alto pareció notar el nerviosismo... como siempre , aunque no lo parecía, Ares era un analista ejemplar. Bajó su mano de la mejilla hacia la mandíbula del contrario, acariciando suavemente con el pulgar... sentía el calor de las mejillas del contrario como una llama creciente en su mano, la cual parecía expandirse por su pecho, impulsándolo a acercarse aún más, como si esos rojos cachetes fueran un imán que lo atraen —Capitán...— dijo entre suspiros, abriendo un poco los labios. —Ares...— escuchó como respuesta del contrario, el cual, resignado, respondió positivamente a los llamados desesperados del contrario. Después de una cantidad mísera de segundos, los labios de ambos individuos se encontraron... a penas tocándose, ninguno de los dos proporcionaba movimientos o empujes. Los ojos de ambos permanecen cerrados mientras sus labios se rozaban entreabiertos. Luego de unos 20 segundos, Skorpio decidió romper esta clase de roce, cerrando los labios, accidentalmente chupando el labio inferior del contrario por a penas un segundo, soltando la muñeca y alejándose. Terminó por mirarlo con ojos brillantes por lagrimas contenidas de la vergüenza y temor, sus mejillas parecían un par de rojas manzanas veraniegas. Ares se alejó un poco, abriendo los ojos, a penas alejando la mano de la mejilla del contrario... respiraba tranquilo, con las mejillas bañadas en un tono rosa melocotón. Se miraron, interminables segundos pasaron como fantasmas entre los dos cuerpos, acompañados por la brisa y la creciente luna en el horizonte —Eres el mapa más confuso que he conocido— dijo algo nervioso, el más bajo de ambos llevándose sus dedos a su boca.

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