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Damián Dagger, también conocido como DD, es un modelo famoso por su comportamiento ante los medios. Según noticias que he leído en las redes sociales, tiene un carácter bastante temperamental, si bien no ha llegado nunca a la agresión y se comporta como todo un caballero con las damas. Especialmente las damas que lleva a sus múltiples apartamentos repartidos por todo el mundo. Sin embargo, el cotilleo más reciente es que jamás se lo ha visto ir en compañía femenina a ningún evento público.

Es decir, que ya puedo comenzar a asustarme. Mi primer pensamiento es que tengo que estar equivocada. No puede ser que un famoso modelo multimillonario esté interesado precisamente en mí. Es ridículo. Hay miles de mujeres por ahí con mucha más belleza que yo. Y más listas, seguro. Y ricas. Y divertidas. Y talentosas. No, definitivamente no es ese Damián Dagger.

El coche continúa su rumbo y la velocidad aumenta en la autovía. El chofer no es demasiado comunicativo y yo no me encuentro con fuerzas para sacar temas absurdos de los que no me apetece hablar. De modo que me acomodo en mi asiento y veo pasar el paisaje. Ahora es cuando me arrepiento de no haberme traído los auriculares.

Abro los ojos, sobresaltada, y lo primero que percibo es que estamos abandonando la autovía para adentrarnos en un mar de automóviles que se dirigen a un mismo sitio: la capital. Me incorporo un poco y miro con discreción al hombre que conduce el coche donde me encuentro. Parece estar muy ocupado mirando a la carretera. ¿Se habrá dado cuenta de que dormía? Sí, probablemente sí, ya que el trayecto habrá durado unas tres horas.

Tomo mi móvil entre las manos y me miro disimuladamente la cara. No está tan mal como me esperaba. Un poco adormilada, pero el maquillaje continúa en su sitio. Mejor.

Nos lleva casi media hora adentrarnos en la enorme ciudad y girar por sus calles en dirección no sé muy bien a dónde. Mi barriga se ha proclamado en huelga y mi corazón ahora se cree el tambor de una orquesta que va a un ritmo crescendo, más y más rápido cada vez. Estaría sudando si no fuera por la buena ventilación del coche.

Tras un par de calles más, el vehículo gira hacia la derecha y vislumbro un edificio magnífico. Su fachada es de un color verde agua que armoniza perfectamente con las columnas de estilo romano (blancas) en las que se enredan unos rosales bien cuidados. En letras blancas se puede leer: "Messna: salón de belleza". Sé cuál es. Los periodistas de todos los canales de televisión pasaron semanas a sus puertas cuando se produjo su apertura, esperado poder grabar a algún famoso entrando o saliendo del lugar. Lo cierto es que, excepto algún caso en el que la persona deseaba ser vista por los medios, apenas se había tenido noticia de ninguno. Y no tardo en entender por qué.

El coche pasa de largo el salón de belleza y da la vuelta a la manzana. En las traseras del edificio hay dos enormes puertas que se abren cuando apenas nos hemos detenido. El vehículo pasa por ellas y, después, se vuelven a cerrar. No tengo tiempo de fijarme en nada porque el coche para y el conductor sale del mismo para abrir mi puerta. Mientras tanto, me desabrocho el cinturón.

—Hemos llegado —anuncia mientras sujeta la puerta para que yo salga.

No hay que ser un genio para conocer esa información privilegiada, pero no digo nada. Pongo mis pies en el suelo y me pongo de pie, al lado del coche. La luz del sol me ciega un poco, pero me acostumbro rápidamente. Nos encontramos en lo que parece una especie de jardín exterior. Justo enfrente está el edificio que yo he visto desde fuera, también decorado por aquella parte con columnas. Una piscina me separa de aquella especie de porche con tumbonas. No puedo evitar llevar mis dedos al antebrazo para pellizcarme. No, no estoy soñando.

Justo cuando voy a girarme y a pedir explicaciones al hombre con las gafas de sol, escucho unos pasos acercándose. Se trata de una mujer de unos cuarenta años vestida con unos pantalones anchos y ligeros de color blanco, una camisa rosa claro y unos zapatos de tacón negros. Su cabello castaño está recogido en un elegante moño y su sonrisa se puede ver a tres kilómetros de distancia.

Furia Dorada |DEPREDADORES #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora