14

2K 194 11
                                    


Pasamos alrededor de una hora disfrutando del agua, nadando, buceando, jugando... y besándonos cuando sentíamos que no podíamos resistir más. Aún sigo pensando en sus últimas palabras. Damián había insinuado que yo podía ser una persona en concreto. ¿Se refería a la persona indicada para él? Porque eso aumenta mis nervios en un doscientos por cien. No lo sé y no puedo saberlo, no soy adivina. Pero lo decía muy en serio, sobre todo la parte en la que me aseguraba que no podríamos volver atrás después de esto. Aunque quizás ya habíamos sobrepasado esa línea. Para mí mi vida jamás volverá a ser lo mismo. Cada paso que doy me hace tomar una dirección hacia la persona que seré en un futuro. Y esto es algo que no podría olvidar aunque quisiera.

—¿Tienes hambre?

Estoy nuevamente en sus brazos con las piernas alrededor de su cintura. Nos movemos lentamente por el agua, deslizándonos por su superficie. Casi parece un sueño. Pero, si me pellizco, descubriría que nunca he estado más consciente, más viva.

—Un poco —respondo.

—Creo que ya va siendo hora de salir de aquí, ¿no te parece?

Asiento, aunque no muy convencida de ello. Tengo la sensación de que en cualquier momento la burbuja en la que me encuentro estallará, como una pompa de jabón al intentar cogerla, y el sueño terminará. Puede que en el momento que menos lo espere Damián se canse de mí o que tenga que retomar mi vida de antes. ¿Tan imposible sería tener mi antigua vida y conservar a Damián? Quizás sea pedir demasiado.

Nos acercamos a las escaleras y me permite salir primero. Tomamos las toallas y nos secamos lo mejor que podemos antes de tomar asiento en la mesa en la que se encuentra la comida que ha preparado y traído Damián. Un verdadero festín dentro de lo que cabe.

—Quizás le tendría que haber pedido ayuda a Ariel, después de todo —sonríe.

—No digas tonterías.

Tomo uno de los sándwiches y le doy un mordisco. Está exquisito y no dudo en decírselo para que se sienta mejor. Mientras comemos permanecemos en silencio. Mi corazón comienza a acelerarse y a menudo me veo obligada a prestar demasiada atención a la comida, al agua o a cualquier cosa que me permita no mirarlo a los ojos.

—No te has acostumbrado a esto, ¿verdad?

¿Acabo de notar cierta tristeza en su voz? Me muerdo el labio. No quiero que se preocupe más por mí, ya ha hecho demasiado. Además, no es exactamente lo que piensa...

—Llevo aquí tres días, Damián —me obligo a sonreír—. No creo que haya pasado tiempo como para haberme acostumbrado. Apenas hay nada aquí que me recuerde a la vida que realmente llevo. No significa que lo esté pasando mal aquí ni muchísimo menos. Es solo que...

—Lo entiendo —asiente—. ¿Te sientes incómoda en este lugar?

—No —es cierto—. Creo que poco a poco va formando parte de mi vida. Pase el tiempo que pase en esta casa, formará parte de quien llegue a ser en algún momento de mi vida. Además, creo que le estoy cogiendo cariño a Ariel.

Damián sonríe de manera sincera, mostrando sus perfectos dientes blancos y cerrando levemente los ojos. Y sonará a cliché, pero juro que me parece como una ilusión. Puede que no sea un hombre perfecto, y en muchos sentidos no lo es, pero a mí me parece único. Tres días... Tres días han bastado para caer rendida ante el mayor mujeriego del país. Si me parase a pensar en todas las mujeres que lo han acompañado a la cama solo en los últimos años se me trabaría la lengua.

—No es difícil encariñarse con Ariel —me asegura—. Es una persona muy afable que se preocupa por los demás.

—Y es un excelente cocinero —le recuerdo—. Tendrá a las mujercitas locas de amor.

Furia Dorada |DEPREDADORES #1|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora