Cuando era pequeña, cada vez que se acercaba la madrugada, mi abuela me decía que no jugará con los juguetes, pues cosas malas podrían pasar...
Mi abuelita Licha, desde que nació vivió en un pequeño pueblo de la Huasteca Potosina, su papá (mi bisabuelo) trabajaba en un rancho, y su mamá (mi bisabuela) se dedicaba a los labores del hogar.
Mi abuelita cuenta que cuando ella tenía 6 años, su mamá estaba embarazada, y durante algunos meses tenía mucho sueño, por lo que se dormía temprano, independientemente si su esposo hubiera llegado a la casa o no.
Los días jueves, mi bisabuelo solía llegar muy noche, ya que él se juntaba a beber en una cantina con sus amigos y su patrón.
A pesar de ser muy pequeña mi abuelita Licha, ella no podía conciliar el sueño si no llegaba su papá, así que ella lo esperaba en la cocina (frente a la puerta principal) jugando con sus juguetes, los cuales básicamente eran una muñeca de trapo y un changuito de plástico.
Faltaba poco para ser Día de Muertos, y mi abuelita cómo todo jueves en la noche, estaba jugando, cuenta que alrededor de las 12 de la madrugada, alguien tocó a la puerta tres veces, ella pensó que era raro, pues su papá nunca tocaba, además que en ese entonces no ponían llave a la puerta.
Mi abuelita se subió a un sillón que daba a la ventana, y se asomó para ver quien era, y aunque no se podía ver del todo (no había luminarias), no parecía que hubiera alguien ahí, sin embargo cuando miró entre la oscuridad frente a su casa, se percató que había ojos rojos observando por todo el patio de la entrada.
Mi abuelita sintió algo de escalofríos, pero también pensó que podrían ser los ojos de las gallinas, así que mejor decidió regresar a jugar...
Después de unos minutos, volvieron a tocar la puerta tres veces, en esta ocasión, ella ya estaba un poco asustada, pero aún así, volvió a asomarse, pero seguía sin poder ver a nadie, pero aquellos ojos rojos cada vez estaban más cerca de la puerta.
Mientras ella veía asombrada, volvieron a tocar la puertas tres veces, fue entonces que se echó corriendo al cuarto de su mamá, pero ella no despertaba por nada, así que decidió acostarse junto a ella abrazándola.
Mientras mi abuelita estaba bajo las sabanas acurrucada, podía escuchar que volvían a tocar por cuarta vez, no sabe de donde, pero agarró fuerzas para ir a ver...
Cuando ella llegó a la cocina, se percató de algo que antes no había puesto atención, pues bajo la puerta se podían ver las sombras de unos pies ¡Realmente había alguien ahí¡
Mi abuelita estaba llena de terror, se encontraba paralizada, poco a poco como pudo, miró hacia la ventana, y para su desagradable sorpresa, aquellos ojos rojos del patio, ahora estaban pegados al vidrio, se estaban asomando hacia adentro.
Mi abuela llorando preguntó: “¿quien anda ahí?”, cuando de pronto, la voz de un niño respondió: “Soy Paquito ¿me invitas a jugar?”.
Mi abuelita no sabía que hacer, pero el hecho de que fuera un niño le había dado un poco de confianza, así que mientras abrazaba a su changuito, se atrevió a abrir la puerta, sin pensar, que lo que había en el otro lado, la perturbaría por tantos años de su vida... pues lo que había ahí, si era un niño, pero no estaba vivo...
El pequeño tenía un rostro pálido como la muerte, y sus ojos eran completamente negros como un cielo sin estrellas, su ropa estaba muy sucia, parecía cómo si hubiera salido desde la tierra.
Mi abuelita de la impresión, dejó caer su juguete, y de manera alebrestada le cerró la puerta en su cara, y se puso a gritar como loca “¡vete! ¡Vete de aquí por favor!”.
En eso, llego mi bisabuela espantada por los gritos, y mi abuelita se echó a llorar, diciendo que había un muerto afuera; cuando mi bisabuela abrió, no había nadie ni siquiera el juguete de mi abuelita.
Al día siguiente, ya más calmada mi abuelita, le contó todo lo que sucedió a sus padres, y ellos le contaron a algunos de sus conocidos.
Unos días después, una señora cómo de 90 años, la habitante más grande del pueblo, le contó a mi abuelita que no hay que jugar con juguetes a tan altas horas de la noche y menos en fechas del Día de Muertos, pues es cuando las almas en pena deambulan en nuestro mundo. Dijo que jugar a esa horas, podrÍa atraer niños difuntos que no tienen con quien jugar.
Y aunque suene un poco nostálgico, sigue siendo igual de peligroso, pues la señora también le dijo: “Lichita ¡Cuidado! Los espíritus no vienen solos, si hubieras invitado al niño a pasar, otra historia estaríamos contando...”
Al día siguiente de la charla, era 2 de noviembre, y cuando mi abuelita junto a sus padres fueron a llevarle flores a sus parientes fallecidos al panteón, se les pusieron los pelos de punta al ver que el changuito de mi abuelita reposaba sobre la tumba de un niño llamado: “Paquito”.
Desde entonces mi abuelita les advierte a los niños: “no jugues con juguetes durante la noche...”
Los débidos créditos a la persona a quien corresponda este relato
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historias aterradoras
Paranormalestas historias te quitaran el sueño en las noches. las historias escritas son en este libro son veridicas contadas por amigos, familiares, y seguidores de mis redes sociales espero y les gusten estos cuentos que les elara la piel.