Entre remolinos | Im Jaebeom

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Fuimos casi todo y casi nada, todo de una sola vez.

Mirar aquel retrato de mi rostro era un recordatorio de todo lo que pudimos ser. Porque cada trazo era dejar en el lienzo, cada caricia que alguna vez pareció dibujarme en vida.

Volteo a ver su rostro. Nada pareciera atormentarlo, no ahora, ahora que ya no estoy a su lado.

Duerme en aquel viejo sofá que compró con las ganancias de su primera exposición. Guarda sus manos en el bolsillo de su abrigo y entreabre su boca.

La brisa helada entra por la ventana, las plantas se han secado y las paredes están más sucias de lo habitual.

Quedarme aquí quemaba, porque era reconocer que finalmente se había acabado.

Porque no quedaba mucho más que ese apresurado retrato. Colgando de la pared, colgando del espacio que vio nacer lo que pudo ser todo.

Pero no fue nada.

Esa mujer en el retrato está cerca del mar, está sonriente, está serena. Y quiero convencerme que así es mejor recordar, lo que sea que pudimos ser.

El cuero del sofá delata que ya se ha despertado.

Sé que no sabe que decir. Sé que no se espera que la vida nos reencuentre en donde decidimos tantear las pieles, en donde cavamos brechas de reclamos y lamentos.

Porque lo que fue todo, se ahogo, en la incertidumbre de no entender quienes queríamos ser.

Mirarlo sabe a sal, y es un recordatorio de que irse no tiene porque saber a miel.

Su mirada delata muchas noche de amargura, y muchos reclamos contenidos. Pero ya no había nada que esos oscuros orbes pudieran a hacer.

Cargando las bolsas que me atrajeron a este lugar, me dirijo hacia la puerta, creyendo que ahorrarme la conversación dolería menos.

—No tienes que irte.
—Tienes razón, no tengo que irme, necesito irme.

No me atrevo a enfrentarlo, porque si lo vuelvo a ver. Voy a querer abrazarlo, voy a querer decirle que estoy bien con que me duela quererlo.

Si confronto su mirada, voy a confrontar el mar. Voy a confrontar un ciclo donde nada parece tocar tierra, nada parece tener fe.

Si yo te miro, Im Jaebeom, voy a desvestirme y dejar las cicatrices a merced de tu amargura.

No me voy porque quiera creer que voy a estar mejor lejos ti, me voy porque sé que voy a está bien.

Me voy porque hay mares más grandes de los que te atreves a pintar, de los que estás dispuesto a verme entender.

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