Capítulo II - Acoplamiento
Habían pasado tres semanas desde aquel encuentro poco agradable con Malfoy en la mansión de Andrómeda. No era tan difícil lidiar con el rubio como Harry se había imaginado. Si, tenía un carácter del demonio cuando se enojaba, pero al menos estaba siendo más razonable de lo que cabría esperar, y aunque odiaba admitirlo, al final si iba a necesitar su ayuda, y bastante.
Ese mismo día mientras Malfoy empacaba todo lo que había comprado para el bebé, Harry se tomó media hora para solicitar un permiso al Ministerio de magia para hacer sus deberes desde casa. Estaban terriblemente retrasados en muchas investigaciones y a su jefe no le hizo gracia tener que concederle el permiso. Pero ya que se trataba de un favor especial para "el gran Harry Potter, héroe del mundo mágico" no tuvo más opción que aceptar. No sin antes decirle que esperaba que el moreno le enviara avances diariamente. Y con todo el tiempo que debía dedicarle a esa condición, agradeció que hubiera alguien además de Kreacher que lo ayudara.
Al principio sus interacciones se limitaban únicamente a lo referente a Teddy. Quien de los dos le daba de comer o a quien le tocaba cambiarle el pañal, y alguna que otra necesidad propia a cubrir, y milagrosamente no se habían peleado a gran escala, principalmente porque él trataba de evitar al rubio lo más posible. Harry le había asignado a Malfoy una de las tantas habitaciones para huéspedes que tenía la casa y habían convertido otra en la habitación donde dormiría Teddy.
Gracias a las múltiples cosas que el rubio procuró conseguir la adaptaron con relativa facilidad y lograron bailar al son de la mutua cordialidad que se esperaría de dos adultos. Y ahí estaban casi un mes después, con un horario de cuidados del infante perfectamente organizado por el rubio.
Cada mañana Harry se levantaba temprano, como había hecho de su costumbre, y desayunaba solo con la compañía del elfo doméstico. Contrario a lo que se imaginaba, Malfoy no era madrugador. Se levantaba siempre pasadas las nueve de la mañana. Se tomaba su tiempo para darse un baño refrescante y estaba presentable para almorzar después del medio día. Por eso a él le tocaba cuidar de Teddy por las mañanas. Las tardes la pasaban juntos en alguna de las áreas comunes de la casa y lo vigilaban entre los dos, aunque, pese a los muchos intentos del rubio, casi nunca concretaban una conversación formal. Finalmente durante las noches era Malfoy quien se ocupaba de él mientras Harry hacía sus deberes de investigación para el Ministerio de magia.
Esa noche todo se estaba desarrollando conforme a la rutina. Draco estaba recostado leyendo uno de los tantos libros antiguos que había en uno de los estantes de Grimmauld Place mientras funcionaba como barandal de seguridad para Teddy, que dormía entre su cuerpo y el respaldo del sillón. Cuando escuchó la voz de Harry hablándole, bajó el libro para mirarlo a los ojos.
-Malfoy, mañana necesito que te levantes temprano. Tengo un asunto que atender en el Ministerio y debo hacerlo en persona.
-Pero creí que tenías un permiso para trabajar en casa.
-Este es un asunto urgente. No puedo decirte sobre el caso que investigo pero lo que encontré no es algo que pueda enviar con una lechuza. Es el primer favor que te pido, y el último, espero.
Lo pensó por un momento y después asintió con la cabeza. - De acuerdo. Pero espero que no te tome tanto tiempo. -Se veía un poco incómodo y Harry no sabía por qué. Era extraño. Siempre había tenido al ex Slytherin en un concepto negativo cuando eran estudiantes de Hogwarts. Era un niño mimado que jugaba a ser un bravucón, siempre escondido tras el apellido de su familia.
Pero el Draco Malfoy que vivía con él desde hace unas semanas era todo lo contrario. La primera vez que se vieron en casa de Andrómeda el rubio se había portado como siempre, sarcástico y formal. Pero apenas habían pasado unos días en Grimmauld Place y parecía que podía quitarse esa nefasta actitud como quien se quita el abrigo al llegar a casa. Era tosco al expresarse sobre las cosas, pero ya no buscaba molestarlo por todo. Ya no tenía en sus ojos esa mirada de menosprecio con la que solía verlos. Podía apreciar sinceros intentos de entablar una relación con él. Le hablaba poco pero con interés en hacer una conversación. Incluso lo llamaba por su nombre como si fueran viejos amigos. Pero las barreras de Harry no desaparecerían tan fácilmente. No se esforzaba demasiado en participar en la charla del rubio y se rehusaba a llamarlo por otra cosa que no fuera su apellido.
ESTÁS LEYENDO
Cuidando al bebé
Hài hướcAndrómeda Black es la tutora legal de Teddy Lupin, pero eventos imprevistos la obligan a pedirle a Harry Potter que cuide de su nieto por unas semanas. Él acepta sin saber que no solo debe cuidar de su ahijado, sino también de cierto rubio de ojos...