Capítulo uno

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Eran casi las ocho y Derek aún no llegaba. Terminé de desayunar y lavé el plato, ya que no tenía nada más que hacer. Fui al sofá y me senté a esperar mientras jugaba con el celular hasta oír el claxon de su carro. Maldije por un momento y me apresuré a salir con la mochila cargada en un hombro.

Seguramente mi madre aún estaría durmiendo, gracias a dios. Prefiero que la casa esté así de silenciosa a estar escuchando los gritos de mi madre desde las ocho de la mañana.

— ¿Me estás escuchando? —Interrumpió mis pensamientos con aquella pregunta llena de molestia.

—No, lo siento. ¿Qué has dicho?

—Te avisé que llegaría tarde por ti, ya que… tuve alguno problemas.

— ¿Podría saber por qué?

No es que desconfíe de él o quiera entrometerme en algo que no me pertenece saber, pero él jamás se demora en venir a recogerme para ir al colegio juntos.

—Preferiría que no.

—Está bien.

Estos últimos días, Derek había estado portándose algo cortante, y eso me molestaba. Cada vez que quería conversar con él, me salía con sus simples “No”, “Sí”, “Más o menos” o “Ajá”.

— ¿Puedo preguntarte algo?

— ¿Sobre lo de mi demora? —dijo sin despegar la vista del volante.

—Obviamente no, me has dicho que no quieres que te pregunte sobre eso —dije sin comprender la ilógica y estúpida pregunta que me había respondido.

—Alguien se ha despertado de mal humor, ¿cierto?

—No, ese eres tú. Sólo que tú me contagias tu agriedad.

—Por favor, no quiero discutir, Vanessa, ¿vale? ¿Cuál era la pregunta que ibas a hacerme?

—En realidad… se me ha olvidado —dije con cierta indignación.

Y era cierto, se me había olvidado la maldita pregunta. Mi memoria era de teflón.

— Y… ¿vendrás a la fiesta de Gemma conmigo mañana en la noche?

—No lo sé, aún no he pedido permiso.

— ¿Permiso? Pero esta no es la Vanessa que yo conozco, ¿qué te pasa hoy, hermosa?

— ¿Te refieres a la misma Vanessa estúpida e incontrolable de antes? No te preocupes, se ha ido.

—Pero… todos sabemos que siempre serás así, Vane.

—Te lo diré una vez más, Derek: no quiero que me llames “Vane”.

—Hoy vienes de irritante, Vanessa. Cualquiera a kilómetros de distancia podría ver que estás así.

— ¿Ah, sí? Yo no te he obligado a que vengas por mí. No es mi culpa que hayas despertado de mal humor y mucho menos es mi culpa que hayas conseguido una novia como yo y mi carácter.

Desabroché el cinturón de seguridad y bajé del auto para caminar con toda mi dignidad y orgullo al cien por ciento.

—Espera, Vanessa —gritó mientras se bajaba velozmente y se posicionaba a mi lado.

Él era famoso en la escuela. Ya saben, su padre siempre donada miles de dólares por caridad a la escuela y lo consideraban como un dios todos los profesores, ya que de ese dinero los profesores podían darse sus lujos. Con decirles que hasta la directora le tenia un gran respeto. Y bueno, yo no era de ese mismo nivel de popularidad que él en realidad. Sí, lo sé, yo también me preguntó cómo es que se fijó en alguien como yo.

Tomó mi cintura y me atrajo hacia él mientras entrábamos por la puerta. Sonrisas y elogios podían verse y oírse mientras pasábamos entre ellos. Odiaba que hiciera esto, porque disimulaba algo que en realidad no era.

Al llegar a mi casillero, despegué su mano de mi cintura molesta y lo alejé de mí.

—Hey, ¿qué te ocurre?

—No quiero que vean lo que en realidad no somos, Derek.

— ¿A qué te refieres? —dijo algo confundido.

—Ya sabes, tú y yo… —Interrumpió.

—Tranquila, Vanessa, sólo fue una pequeña discusión la nuestra, ¿no es así? Además, sabes que no sería lo mismo si yo no fuera tu novio.

— ¿Te refieres a eso de sacar buenas calificaciones? No necesito que sobornes a los profesores por subestimarme, puedo sacar buenas calificaciones de mi propio esfuerzo.

— ¿Ah, sí? Bien, hagamos un trato —sonrió y estiró su mano.

Miré su mano y después volví hacia su cara sonriendo. Negué con la cabeza y abrí mi casillero.

— ¿Tienes miedo de perder, Vanessa?

— No lo tengo, Derek, pero no pienso hacer un trato contigo, porque sé que harás algo que me perjudique y termines ganando tú. Ya sé tu juego, querido. —Agarré sus mejillas y empecé a jugar con ellas.

— ¡Deja mis mejillas! —rio e intentó quitar mis manos de ellas, pero no pudo hasta que me azotó en el casillero acorralándome y dándome un beso en el cuello.

—Este es el trato, Vanessa: tú me demostrarás que eres una genia en cada una de las materias sacando mínimo una B.

—De lo contrario si no lo hago… —dije tratando de continuar con la oración que él no acabó.

—… De lo contrario… uh, qué podrá molestarte…te quedarás un fin de semana entero conmigo.

—Derek, eso muy estúpido —reí.

—Bien… entonces tendrás que hacer todo lo que yo quiera por una semana completa. De lunes hasta domingo. —Mordió su labio inferior y me miró pícaro.

— ¿De todo? —dije algo sorprendida.

No es que no haya entendido ese todo, pero conozco a Derek y a veces puede tener sus momentos de depravado sexual, así que quería confirmar que ese todo incluía esos momentos.

—Todo lo que yo quiera y diga, Vanessa. ¿Aceptas? —Alzó su mano para cerrar el trato.

—No tengo nada que perder, querido Derek. Acepto. —Junté mi mano y la entrelacé en la suya, aceptando.

—Bien, —se acercó de nuevo a mí y se acercó a mi oído— te veo en la salida, Vanessa. —Me dio un beso en los labios y desapareció  en el pasillo.

Esto hizo que me quedara con las ganas, pero… coño, hizo esto para distraerme.

— ¡Hey! —grité tratando de que llegara hasta él, y en efecto, llegó. Se detuvo y me miró.

— ¿Qué pasa?

— ¡No se vale hacer trampa, Derek! —grité.

— ¡No prometo nada, Vanessa! ¡Te amo! —Después de esto, volvió a desaparecer entre la multitud.

Idiota, murmuré divertida. Saqué los libros de las primeras tres clases y me dispuse a cerrarlo.

Al fin de cuentas, así eran las peleas entre Derek y yo. Jamás nos las tomábamos en serio, por alguna razón, cinco o máximo diez minutos después volvíamos a ser los mismos estúpidos de antes.

Blindness || a. i.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora