Videojuego: Detroit: Become Human. Tipo: Personaje x Lectora. Au: Ninguno. Canción: Ride it - Regard.
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(Móntalo, toca mi alma) (Móntalo, déjame sentirte) (Móntalo, apaga las luces) (Móntalo, de la cabeza a los pies)
Móntalo, toca mi alma. Móntalo, déjame sentirte.
—Buenos días Connor.
Saludó la fémina al androide a penas entró al Departamento de Policía de Detroit, donde hace ya varios meses trabajaba.
—Buenos días oficial ______.
Le devolvió el saludo el de ojos castaños, acompañado de una sonrisa.
Todo por lo que había luchado Markus había dado sus frutos, ahora los androides habían sido liberados de la esclavitud y se les había sido reconocidos como seres vivos; además de que tenían derechos humanos como cualquier otro, tenían un empleo y gozaban de un sueldo por su esfuerzo. Se habían labrado un nombre, aunque aún hubieran humanos que los odiaran.
Al final, Connor resultó ser también un divergente, y apoyó la causa de Markus, el castaño seguía siendo el mismo de siempre con la ligera diferencia de que muchas veces le costaba tener la boca cerrada, decía lo que le gustaba y lo que no sin arraigarse a su programa. Y lo mejor de todo, es que había decidido seguir en la policía al lado de Hank.
Una llamada le sacó del trance a la mujer notando su celular vibrar, al revisar se trataba del hombre mayor de barba y cabellera blanquecina. Presionó la opción en verde.
—Hola Hank, ¿pasa algo?
Cuestionó llamando también la atención de Connor al nombrar al mayor.
—¿De verdad...?, está bien no hay problema, nos vemos más tarde. —Colgó la llamada y en seguida se dirigió hacia el castaño, —me acaba de llamar Hank, dice que llegará tarde por un retraso de tráfico. Me pidió que lo suplantara en su turno de vigilancia.
El androide asintió y se levantó de su escritorio mientras ella tomaba nuevamente su bolso y chaqueta y se colocaba al lado del susodicho.
Caminaron hasta el estacionamiento y la fémina sacó las llaves de su auto presionando el botón de los seguros. Se acercaron a un auto color arena.
—Un Ford Mustang del 67.
Pronunció el acompañante de la chica una vez que estuvieron dentro y el motor encendido.
—Fue un regalo de mi padre cuando me gradué de la academia. Sabía cuanto me gustaba este auto.
Sonrió ella recordando el momento, Connor también sonrió inconcientemente.
—Bien, a trabajar.
Animó para comenzar a conducir por las calles de Detroit.
