Veo cada peldaño mientras vamos subiendo, no digo nada aún, yo también quiero hablar serenamente con él en la habitación. Llegamos y él se queda parado cediendome el paso. Hago una pausa para ver su rostro, miro sus ojos que traspasan mi ser y me pueden siempre. Obedezco y me adentro en su cuarto, él cierra la puerta blanca. Me quedo parada frente a su cama, viendo nuevamente al suelo, siento su aliento en mi nuca, al parecer esta detrás mío, es mucho más alto que yo, así que debe de haberse agachado un poco para sentir mi perfume barato, ese que tanto le gusta, o le gustaba. Me doy vuelta y choco con su pecho, elevo la mirada para comenzar a hablar, pero todas mis teorías con respecto a su enojo parece que fueron erradas, porque veo su rostro totalmente entristecido, tiene los ojos cargados de lágrimas que parecen estar por rebosar.
—Francisco... —pude decir apenas.
—¿Qué crees que haces al dejarme así?—Cuestionó amargamente.—¿vas a dejarme? —preguntó rápidamente, yo engrandecí mis ojos y lo miré sorprendida.
—¡No!—Respondí exaltada. Automáticamente él se aferró a mi en un abrazo, mientras suspiraba pesadamente.
—Creí que te iba a perder amor.—Confesó.—Fui a tu casa, cuando tu mamá me dijo que no querías verme me puse mal y encima no me respondías ni una llamada, ¿Qué hice?—Agregó despegándose de mi y tomando mi rostro con ambas manos.
—Ah, psss si, es que por eso vengo ahora a explicarte porque hice eso, perdón si te preocupé demasiado, mala mía fue ignorar a todo el mundo.—Comenté. Él me agarra de la mano y me invita a tomar asiento sobre su cama. Pose mi otra mano encima del entrelazo que realizó con la otra.—Me pelee con Matilda, por una bobería, bah, en realidad es mi culpa.—Manifesté, al ver como me prestaba atención proseguí.—La dejé de lado, según ella, pero ahora que lo recuerdo, es cierto, la ignoré demasiado y bueno, ella me lo echó en cara, no quise darle la razón y simplemente lo último que me dijo fue; "No sos la misma de antes, ni siquiera nuestra amistad es la de antes", creó que esta vez lo dijo enserio. Y se que no es muy justificativo pero estuve bastante mal por eso, ahora, ¿me perdonas por haberte ignorado así de la nada?—Pregunté con un tonito suplicante. Francisco me vio tiernamente y acarició mi rostro. Me impacientaba no obtener una respuesta inmediata.
—No te la voy a hacer tan fácil.—Dijo con voz juguetona mientras sonreía.—Me tuviste preocupado y ansioso. Así que ahora me lo vas a tener que retribuir.—Comentó acercándose a mi mientras veía mi boca fijamente.
—Voy a hacer lo que sea.—Dije siguiendo su juego. Él se acerco más aún con la intención de besarme, pero lo esquivé, haciendo que sólo sufra más. Reí pícaramente. Él me vio de forma confusa. Lo abracé para consolarlo, pero lo aprovechó para tumbarme en la cama. Se posicionó entre mis piernas y me retuvo debajo suyo.
—Te extrañe demasiado.—Agregó mientras me observaba detalladamente el rostro. El calor subía hacia mis mejillas, me tense por un momento. A veces me asustaba las cosas que decía, tal vez solo era por la emoción del momento, solía jurarme amor por siempre, yo solo asentía a sus confesiones amorosas, nunca fui capaz de decirle algo como eso, jamás, lo único que podía decirle era que lo seguiría hasta la esquina, no hasta el fin del mundo. Y si bien, lo quiero, pero no de una forma tan exagerada.
—Yo... Igual.—Respondí algo nerviosa, afrontar su mirada era lo que tanto solía imcomodarme. Se acercó a mi cuello y lo beso detenidamente, él sabe cuales son mis puntos débiles, y los aprovecha para presionarlos y tenerme a sus pies. Arquee un poco la espalda al sentir sus manos moverse con rapidez mientras presionaban mis muslos. Sentir su aroma tan cerca mio y su respiración con ímpetu sediento de mi, me regocijaba. Me gustaba sentirme tan deseada por él, pero no estaba lista para afrontar un adiós, en realidad no era por mi, era más bien por él. Si todo lo que él decía era cierto, con respecto a su devoción por mi, pues, le va a costar mucho olvidar la relación, no me gustaría que se ponga mal. Eso me causa inestabilidad.
De un momento a otro, Francisco ya no llevaba puesta su hermosa remera color beige, pude apreciar su torso desnudo e inconscientemente relami mis labios, no era mi intención, pero eso al parecer solo aumento su deseo, tenia mucho calor, así que me saqué la campera de cuero que llevaba y me quedé con una simple blusa de tirantes, él me ayudó a quitarme la misma dejandome solamente con el corpiño desgastado y decorado con encajes de color blanco que me habían regalado cuando cumplí dieciocho. Él paró un momento para observar mis pechos, pero yo no puedo esperar así que forcejeo la hebilla de su cinturón, con ansias de quitárselo, él sonríe todo el tiempo, se lo ve divertido y muy caliente, tal vez si se abstuvo a engañarme, bueno a meterse con otra, se lo ve tan desesperado. En fin, poco me importa si se metió con otra o no, lo que si me importa es que estoy a punto de caer rendida ante él, y eso es justamente lo que trato de evitar. No es que no me guste tener relaciones, pocas cosas logran excitarme realmente y Francisco es una de ellas, con sus métodos y mañas. Los novios que tuve, a pocos los considero realmente novios, ya que un gran porcentaje nunca me agradó en su totalidad, o eran muy arrogantes o muy tercos, envidiosos, narcisistas, egocéntricos, orgullosos, manipuladores y etcétera. Francisco fue el único que jamás me mostró una faceta suya similar a las anteriores que mencioné, todo lo contrario, es amable bondadoso, generoso y modesto, a diferencia de sus viejos que con lo poco que los conozco son imanes de plata y no saben hablar de otra cosa; material, material, material. Es lo único que sale de sus bocas, y es tedioso mantener una conversación con alguien así.
Francisco esta desvestido en su totalidad, yo aún llevó puesta la ropa interior, nos seguimos besando, y de a poco él va consiguiendo que me caliente, porque con sus hábiles manos desabrochó el corpiño y me lo quitó, por instinto me cubrí con las manos y lo vi un poco asustada, despacio él separó mis manos y las dejo caer a los costados, me quedé así, hasta que fue abajo, bajó mi ropa interior y se adueño de mi nuevamente. Me sentía tan suya y no podía evitarlo, despertaba las emociones que tan bien sabia yo ocultar.
Rasguñé su espalda hasta dejar su piel pálida de un color rojizo. Me sentía única al estar con él y tal vez por eso no quería dejarlo. Ahogaba los jadeos, pero los de él se oían bastante fuerte cada vez que me penetraba. Conseguí emitir algunas palabras.—Shh, nos van a oír.—Dije apenas entrecortadamente. Él sonrió de lado.
—No hay nadie más que nosotros en casa.—Me hizo saber, entonces me relajé completamente y me pegué más a su cuerpo siguiendo el ritmo de sus embestidas con mi cadera, y sujetándome de su espalda. Gemí de forma sutil y para nada desenfrenada. Trataba de contenerlo. Pasado un tiempo ya estaba exhausta, juraría que podía haberme dormido en su cama, pero él aún quería más. Tuve que darle los gustos, estuve a punto de perderlo, supongo que era un buen consuelo de mi parte. Cuando él se acomodo entre mis piernas para volver a meterse en mi, la puerta fue abierta de golpe. Me asusté más de lo que ya estaba. Francisco me cubrió con su cuerpo y volteó a ver a quien había irrumpido en su habitación. En lo más profundo de mi, desee que esa cama me trague.
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Persiana Americana (Gustavo Cerati)
Fanfiction"Tus ropas caen, lentamente, soy un espía, un espectador y el ventilador desgarrandote, se que te excita pensar hasta donde llegaré".