Es un nuevo día, me levanté más temprano que cuando tengo que ir al trabajo. Son las nueve de la mañana, por suerte no tengo que ir a trabajar hoy porque viene la hija de doña Zulema a visitarla, entonces ella se encarga de darle los remedios a la hora adecuada y de hacerle compañía, me gusta mucho ir a cuidarla, es una señora muy tranquila y buena, no entiendo porque sus hijos la rondan como buitres con ganas de meterla en un geriátrico y dejar que se pudra ahí, ¿no les da cosa ser tan inhumanos y dejarla a merced de desconocidos?, porque a mi si, y eso que la señora no es una carga, porque aún es bastante independiente, no puedo entenderlos, ojala no se la lleven para ningún lado.
De igual forma, voy a tener que ayudar a mi mamá repartiendo las viandas que hace para la gente que trabaja y etcétera, aunque algunos vecinos se la compran solo porque no tienen ganas de cocinar, mejor para nosotros.
Después de asearme como todos los días, camino hasta la cocina para saludar a mi mamá.
—Buen día.—Le digo entrecerrando los ojos, por la claridad y la luz que los golpeaba. Ella me sonríe.
—¿Te orinaste en la cama o qué? —Cuestionó burlona. Ruedo los ojos y me siento junto a la mesa.—Comé algo, ahí hay medialunas.—Dijo apuntando hacia una bolsa de papel que esta sobre la mesa.
—Si obvio que voy a comer.—Digo llevándome una medialuna a la boca.
—Acordaté que hoy vos te vas a encargar de repartir las viandas.—Me aviso, mientras ordenaba las bandejitas con sanguches, dentro de una caja.—Igual no te preocupes es solo entregar el pedido y ya, porque esta todo pagado. Toma.—Dijo dándome un papel con las direcciones. Las vi de reojo y la mayoría eran cerca.
—¿Y si me roban?—Cuestioné.
—Beatríz, nadie roba comida, igual tenés el gas pimienta, no dudes en usarlo.—Aconsejó.
—Esta bien.—Respondo.
Pasa un rato y mi vieja me llama para darme la caja con las viandas. Busco mi mochila, en la que llevo tan solo el gas pimienta y el papel con las direcciones.
—Toma.—Dice ella, dándome la caja, que para mi suerte, no pesa mucho.—Cuidate. Te espero para almorzar.—Deja un beso en mi mejilla y sonríe.
—Dale. Nos vemos.—Le digo saliendo del departamento. Recorro el edificio repartiendo las bandejas con comida que hace mamá, eso al menos nos ayuda al mes, para cubrir unos cuantos gastos, así como también la plata que le doy de mi salario, ella no quiere aceptarlo todo porque dice que es mio y lo debo gastar en mi, pero después de todo lo único que estoy haciendo es ahorrar y gastar la mínima parte en artículos de primera necesidad.
Toco el timbre de cada departamento al que debo ir, les dejo su comida y me retiro. Por suerte ya esta todo pago, yo solamente tengo que dejarles su bandeja con empanadas, sanguchitos o pizzetas, y listo.
Después de andar yendo de un lado a otro, veo en el papel que solo me quedan dos direcciones en las cuales debo ir. Son en el edificio de enfrente, así que allá voy. Entro al edificio y menos mal que hay ascensor, porque ya estoy bastante cansada de subir y bajar escalones. Me toca el tercer piso.
Miro el número del departamento y lo encuentro al instante, no esta tan lejos del ascensor. Me paro frente a la puerta y le doy unos golpecitos. La puerta es abierta de inmediato, develando a quien la abrió. Es un muchacho, rubio y con el cabello desordenado, lo tiene hasta el hombro y a pesar de eso se ve muy varonil, esta sin remera y con una cerveza en mano.
—Hola...—Lo saludo tratando de fingir amabilidad.—Vengo a hacerle entrega de la vianda que pidió. —Digo intentando de ser respetuosa con el cliente. Mientras, saco la bandeja con unas porciones de pizza y dos empanadas, exactamente de jamón y queso, que pidió él, o no se quien. Extiendo mi mano para pasárselo.
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Persiana Americana (Gustavo Cerati)
Fanfiction"Tus ropas caen, lentamente, soy un espía, un espectador y el ventilador desgarrandote, se que te excita pensar hasta donde llegaré".