Sus manos apretaron mi cintura, me levantó y me puso sobre una mesa de madera que se encontraba en el salón. Mientras apartaba el mechón de pelo que caía sobre mi cara no dejó de mirar mis labios. Rozó sus labios contra los míos y susurró: "tú serás mía".
- ¿Crees qué soy tan fácil de dominar?
- Eso que acabas de decir, hace que te desee aún más señorita.Me besó con tal intensidad que su respiración se volvió más profunda. Me quitó los pantalones al mismo tiempo que mi ropa interior y se dio cuenta de que estaba lo suficientemente mojada como para no pensárselo dos veces y metérmela. Brotó de mi un gemido que hizo que él sonriera de manera pícara. Me cogió de las caderas y me alzó, enredé mis piernas en su espalda y me puso contra la pared. Sus movimientos eran rítmicos y fuertes, me hacían moverme hacia arriba de manera involuntaria.
Mis gemidos se estaban haciendo uno con su respiración entre cortada, estaba llegando al climax demasiado rápido.
- No aguanto más.
- Ariel, córrete.Con sus dedos comenzó a estimular mi clítoris mientras no perdía el ritmo del movimiento de sus caderas. Volví a gemir más fuerte aún y me corrí.
- Ya puedes parar.
- ¿Cómo dices? No he acabado contigo.Todavía en sus brazos, me llevó hacía el sofá que se encontraba frente a una gran cristalera. Se sentó y quedé justo encima de él.
- Llegó tu turno, Ariel. Muéstrame lo que sabes hacer.
Quería tomar unos segundos para volver en mí, pero volvió a tomar mi caderas y comenzó a moverme. Tenía mi cuerpo tan pegado al suyo que podía notarla muy profunda.
Era mi turno y ahora sería yo quien tomase las riendas.
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Diario de una sumisa
RandomY es verdad lo que dicen de "cuantas más cosas te prohiben más tentaciones hacía ello".