8. Noches Inolvidables

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Habían pasado ya 3 meses desde que ingresé al internado, no miento cuando digo que estos meses mi vida ha dado un giro de 180 grados y basta con decir que nada de lo que me ha sucedido ha sido "normal". ¡JESUCRISTO! No lo ha sido en absoluto, pero hay un día el cual ha quedado grabado en mi memoria y estoy bastante segura de que este recuerdo me seguirá por el resto de mi vida, ésta y las que tenga. Todo ocurrió un 25 de Noviembre...

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-¡RYAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAN!-escuché la voz chillona de Derek.

-Derek, ¡¿QUÉ CARAJOS DE OCURRE!?- grité enojada.

-¡FALTA UN DÍA PARA MI CUMPLEAÑOOOOOOS!- comenzó a saltar como niño pequeño.

-Y eso me importa porque...- dije enarcando una ceja.

-Porque eres mi amigo y mañana es el gran día- dijo mientras movía las cejas de arriba-abajo.

-¿Qué gran día?- pregunté con cara de "póker".

-Me parece increíble que lo hayas olvidado- habló ofendido- Te recuerdo querido Ryan que mañana nos vamos de fiesta party loca- chilló y empezó a hacer un baile extraño.

-Habíamos quedado de que yo no iría a esa clase de lugar- hablé seriamente mientras me bajaba de la litera.

- Bueno, no es un "Table Dance" en sí- hizo una mueca.

-¿Ah no?- inquirí con una ceja levantada.

-No, no lo es- afirmó seguro de sí mismo.

-¿Seguro?- insistí.

-Seguro.

-Meh, de todos modos no iré- le di la espalda y me dirigí al baño con toda mi ropa en mano.

Me tardé alrededor de 20 minutos en el baño; 10 bañándome y el resto en vestirme. Salí de la habitación y caminé hacia la escuela.

En los casilleros me encontré con Coury, no había hablado con él desde aquella noche, sé que esa noche fue ayer, pero me encanta ser dramática.

-¡HOLAAAAAAAAAA!- le grité en el oído.

-Estás a menos de 15 centímetros, creo que no era necesario el grito- se quejó y volteó a ver al piso como si buscara algo.

-¿Qué buscas?- pregunté con curiosidad.

-Mi cerebro. Con ese grito lo has expulsado de mi cráneo.

-Qué estúpido eres- dije y le brindé un golpe en la cabeza- Tienes razón, tu cabeza está hueca.

-Ja-ja-ja- rió sarcásticamente.

Caminamos hacia la máquina dispensadora de golosinas y ella estábamos discutiendo acerca de cuál comprar.

-Yo quiero unos ositos de gomita- chillé como niña pequeña.

-¿Y? Yo quiero unas galletas.

-Poco me importa, además de que el dinero es mío- le saqué la lengua como niña pequeña e introduje el dinero.

-No me harás esto a mí, ¿cierto?-me miró con ojos de perrito abandonado.

-Sabes que esa cara no funciona conmigo- dije seriamente y apreté los botones para las gomitas.

-Eres una maldita, ¿sabías?- dijo algo enojado.

-No me culpes, yo quería mis ositos- me encogí de hombros y abrí mi paquete de gomitas para restregárselos en la cara al oji-azul.

-Dame.

-Dijiste que no querías.

-Ahora sí quiero.

Internado de ¿Hombres?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora