Capítulo 18- UNA VISITA INESPERADA

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Mi alma, vagabundeaba lentamente por mi habitación, Abraham continuaba allí, incluso podía sentir exageradamente lo fuerte que me apretaba la mano (jamás pensé que estaría tan fuerte). Él estaba apoyado de codos sobre la cama la cual yo estaba tumbado, cogiéndome con ambas manos la mía, mientras se sostenía la cabeza (parecía que estaba rezando) aunque, a lo mejor, es cierto que lo estaba. Se levantó, se puso el abrigo de piel de cuero negro que traía y salió por la puerta, con sus ojos más rojos que nunca, jamás lo había visto así, podía contemplar en su mirada un enorme dolor, un enorme vacío en su interior, de alguna forma u otra yo tenía que recuperarme, llevo completamente toda mi vida con Abraham y sé que no sería capaz de aguantar mi muerte.  Tan buenos ratos hemos pasado Abraham y yo, tantos buenos ratos volveremos a pasar Abraham y yo, me da igual si es en cielo o en tierra, allí arriba o acá abajo, sea donde sea, no me separaré de él,  ha sido y será mi mejor amigo, me ha apoyado en todo, creo que, ahora es mi turno, y aunque no sepa cómo lo vaya a hacer te aseguro que lo conseguiré.

En cuanto Abraham se fue triunfó el silencio una vez más en vida, la habitación se quedó completamente vacía, mis padres estaban abajo en la cafetería, tenían hambre y comprendo que necesitan hidratarse.

Una hermosa chica pasó por delante de la puerta de mi habitación, mi cuarto, como los médicos me tenían que tener vigilados, pues en una de las paredes que daba hacia el pasillo del hospital había un cristal transparente, muy útil por si me ocurre algo y alguien pasa por allí que me vean. ¿Por dónde iba? ¡A sí, ya me acuerdo! Una bonita chica pasó por allí, estaba buscando los números de las habitaciones, ni si quiera miró el mío, creo que no se dio cuenta.

A los 2 minutos (aproximadamente)  entró esa chica que paseaba por los pasillos del hospital deslumbrando. Era Elena, se habría enterado de que estaba aquí por Emilio, pero, ¿qué pinta ella aquí? Ha jugado conmigo, creo que ni si quiera merece verme, aunque he de reconocer que su visita me ha alegrado mucho, es más, demasiado diría yo.

Se sentó en la silla la cual se sentaban todas las personas que venían a verme, o más bien a despedirse, me da que la gente no tenían muchas esperanzas en que yo sobreviviera, en cuento ingresé en el hospital, cuando aún me quedaba algo de fuerzas antes de entrar en coma pude escuchar, aunque no sé muy bien cómo, pero lo escuché, el médico le dijo a mis padres que yo lo que necesitaba era un buen milagro, y que yo sepa, eso no le tuvo que agradar mucho a mis padres, ver como una persona humana, la que tú misma as criado a la que tú misma le has dado la vida va morir, no es que sea lo mejor del mundo, ni mucho menos. Tanto como mi madre y mi padre, los que han estado a mi lado siempre, rompieron a llorar después de que el médico le diera esta noticia a ambos.

Después de que la chica de los hermosos ojos azules como diamantes se sentará en la silla me cogió de la mano y empezó a hablar, hermosas palabras, convertidas en música para mis oídos empezaban a salir de sus hermosos y carnosos labios rojos guiados por una triste sonrisa que salía de ella.

(Elena): Pablo, ¿por qué no me has dicho nada? Podías confiar en mí. . .

Sus palabras me parecieron poco para todo lo que yo sentía y sigo sintiendo por ella, ¿pero qué?  Espera un momento, Elena agachó la cabeza y empezó a llorar ¿Por qué lloraba?

(Elena): Pablo, por favor, no te vayas, a tu lado he sentido lo que nunca había sentido con nadie, no sé cómo pero te has convertido en alguien especial para mí, necesito tu presencia en mi vida. Sé que he jugado un poco contigo, quizás porque nunca he estado segura de mi misma, tan solo dame una oportunidad más por favor, solo una, vuelve a mi lado, no te vayas. . .

Cada vez me apretaba más la mano, ¿Qué es ese pitido? De repente la máquina que me controlaba los latidos del corazón ( el electrocardiógrafo) se estropeo, no paraba de pitar, los médicos llegaron corriendo como locos, mientras que Elena no paraba de apretarme la mano mientras chillaba

-¡No, por favor, no!

¿Me estaba dando un infarto? ¿Me estaba muriendo? No sabía lo que me ocurría pero no era nada bueno.

Amigos para siempreDonde viven las historias. Descúbrelo ahora