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Oscuridad... Luz cegandome de una manera horrible. Pinchazos en todo mi cuerpo.
Me siento débil, y no sé en dónde estoy. Tengo la sensación de estar encerrada.

Lo único que logro ver es un colchón medio sucio en el piso y manchas de sangre por todos lados. Mis latidos se aceleran y contengo la respiración, mis pulmones se niegan a veces a respirar. Esto es peor que el asma que me agarraba de niña.

Y ahora que estoy en este estado de limbo, me di cuenta que toda mi vida estuve enferma. De niña tenía muchos ataques de asma, en la adolescencia tuve ataques de pánico y hasta me llegaba a desmayar, ahora a los veinte años, me descubrieron cáncer de útero.
Pero aún así la vida la tiene conmigo...

No sé en dónde estoy o que me va a pasar.

Siento un fuerte golpe en la cara que me hace temblar, y rodee un par de metros hasta chocar con algo duro. Pero sigo sin ver nada.
El sabor metálico llega a mi lengua y mis oídos pitan por el impacto.

Unos brazos me toman para arrastrarme. Grito con toda mis fuerzas, pero aún así parece que no lo hago, mis piernas son peso muerto y la oscuridad es cada vez más densa.
Ruidos de choque entre cadenas despiertan mis sentidos y el corazón amenaza con salirse del pecho con cada latido.

Toman con brusquedad mi muñeca y la atan. El tacto duro acaricia la piel de esa zona y duele al estar tan apretada. Lo mismo hacen con la otra mano.
Terminó con ambas manos totalmente inmobiles y las piernas parece que no están, no las siento.

Lo que sea que me mantiene en este estado comienza a ceder y los párpados quieren abrirse, pero parece que en cada uno cuelga algo pesado. Cuesta demasiado ver y todas las personas que están al rededor mío pasan extramadamente lento.

Uno de tantos se acerca con algo en la mano.

Hazlo con cuidado... No sabemos como va a reaccionar.

Siento un fuerte pinchazo y este agudiza de tal manera mis sentidos. Que parece que antes no estaba casi noqueada.
La adrenalina corre por mis venas, me empecé a sacudir y tomé tal fuerza que las cadenas sonaron como cascabeles, las piernas ya no estaban inmóviles.

Personas vestidas de civil se encontraban al rededor mío a una distancia promedio.
Solo se quedaron analizando y observando mis movimientos, uno que otro anotaba algo en una carpeta.

Él colchón que había visto antes se encontraba a un lado mío. Un inodoro en el otro rincón y las paredes laterales eran de cemento puro, solo la pared que tenía en frente era de vidrio. La puerta eran de esas corredizas; Demasiada tecnología, y a la vez no.

Había cuatro hombres que eran un armario cada uno, estoy segura que uno de ellos fue el que me golpeó.

Bienvenida.

Espinas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora