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—¿Te refieres a como salimos o lo que pasó en esos años? —se apoya en sus codos.

— Todo Aramis. No recuerdo nada. —suspiro— Solo tengo sentimientos y emociones, ningún recuerdo. Solo las veces en las que estaba consiente y nos comunicábamos.

— Si te soy sincero yo tampoco sé mucho de esos días. Lo que si sé, es como salimos. —me mira fijo— Pero no sé si estas preparada para saber todo y solo tengo algunos datos.

— Si quieren, les puedo servir de ayuda —nos habla desde el umbral Doroty.

Puede que solo tenga mis defensa demasiado elevadas, pero esa mujer me da muy mala espina. Una anciana en el medio del bosque, con una casa llena de colores y en su interior comida para agarrarte una diabetes o colesterol. Y lo que más me hace ruido es que no se asustó para nada ­­­­­­- A lo que todavía no le encuentro lógica alguna- cuando se formó la esfera de agua y casi la ahoga.

— Doroty, no queremos causarte problemas. Pero queremos irnos lo antes posible. No estamos seguros en ningún lado.

— Lo sé, muchacho. —me mira a mi y noto algo de ¿alegría? en sus ojos.

— Ara, no me gusta nada —susurro para que solo él me escuche.

— Jovencita, es muy descortés decirse secretos delante de otras personas —antes de que pueda reaccionar ella levanta su arrugada mano para que nos callemos— Síganme, voy a enseñarles.

Yo no quiero ir adentro de esa casa otra vez y sé que estamos en peligro y no me fio de ella.
Mi cuerpo repentinamente se levanta y trato de detenerme a toda costa, es como si mi cerebro y cuerpo no están conectados y este hace lo que quiere. Aramis se queda asombrado mirando sus brazos y piernas por como se mueven sin voluntad propia. En otros términos diría que es algo asombroso pero a la vez escalofriante.

Mi cuerpo se planta junto a la mesa de madera donde almorzamos y Doroty se sienta en una de las sillas con algo de dificultad.

— Sentados. —el cuerpo de Aramis y mío se desploman cada uno en una silla— Ahora para que entiendan, necesito que se olviden de todas sus dudas, tienen que estar concentrados en todo momento y paso a paso sus preguntas se van a ir contestando solas.

Miro a mi amigo con algo de pánico y él me dice en silencio que todo va a salir bien— Mas te vale Aramis.

La luz del sol entra por una de las ventanas iluminando todo el comedor con el color naranja del atardecer. Y Doroty toma una mano de cada uno, y con solo eso ya no puedo verla. Solo un campo enorme de trigo con algunas casas de madera, estructuralmente parecida a la de la anciana.

Aramis se encuentra a mi lado sin entender nada, ambos miramos para todas las direcciones posibles y la voz de Doroty se escucha de alguna parte, y comienza a contarnos.

Espinas NegrasDonde viven las historias. Descúbrelo ahora