Pasaron varios días antes de volverme a encontrar con ella; definiendo encontrar como una palabra que denota que las dos personas se ven, claro.
¿Por qué aclaro eso? Como se imaginarán, no iba a dejar a mi nueva obsesión fuera de vista por mucho tiempo.
Y gracias a eso me pude deleitar con varios espectáculos, de los cuales no daré muchos detalles. La razón sonará egoísta, pero sinceramente no quiero que el lector se imagine la belleza de ella, que será errada, ya que no la conocieron.
Por lo que obviaré los detalles de todo lo que pude ver, desde las sombras de su alcoba y, quizá, desde otros lugares también. Se los dejaré a su imaginación; y si ésta es insípida, lo siento.
Cuando decidí dejarme ver, ella estaba sentada en ese sillón aterciopelado rojo, leyendo un libro bajo la luz de una ya muy consumida vela, como siempre.
Me miró levantando las cejas suavemente, sin escepticismo respecto a que yo estaba allí nuevamente.
-¿Otra vez en mi alcoba?
-Y no será la última-dije sentándome en su cama, frente a ella.
-Tendré que acostumbrarme ¿verdad?
No respondí porque era inútil dar respuesta a algo ya entendible.
Volvió la mirada al libro ignorándome o dándome la libertad de hacer lo que quisiera, lo cual nunca me divertía, pero a ella le encantaba hacerlo.
-¿Prefieres un ballet de Tchaikovski o una orquesta de Beethoven?
-Beethoven- me respondió sin siquiera pensarlo.
-¿Segura?
-Sí.
-¿Y entre Mozart y Beethoven?
-En el teatro no están pasando nada de Mozart –sonreí al ver que ya sabía a qué quería llegar, como si ella fuese la que pudiese leer la mente –Está bien. Iré.
-Mañana cuando oscurezca.
-Nos veremos entonces.
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Mientras la orquesta comenzaba a afinar sus instrumentos observé todo el teatro, desde el palco en el que estaba junto a Anna. Las mujeres con sus abanicos (aunque hiciese frío; pero claro, para ellas nunca estaba de más jactarse de sus pertenencias) y los hombres mirando sus relojes o hablando sobre negocios (e igualmente presumiendo de conocimientos y demás idioteces de humanos). Se notaba una gran diferencia entre ellos y mi acompañante, que estaba sumergida en los sonidos, aunque sólo estuviesen afinando.
La había ido a buscar como le había dicho: apenas había bajado el sol y ya me encontraba en su puerta, al igual que ella. Estaba hermosa; no importa qué usaba ni de qué color era, es suficiente decir que me encantaba, más de lo que quisiera.
La orquesta de Beethoven no era “de”, sólo interpretaban su música; hacía unos cuantos años que el grandioso Ludwig ya no estaba entre los vivos y claro que, entonces, Schubert estaba en las mismas condiciones; y sería paradójico aclarar que Bach también, al igual que Mozart.
Luego de que entrara el director de orquesta y realizasen ese ya viejo protocolo, comenzaron; no recuerdo con qué pieza, pero no importa; los nombres y números nunca tienen valor, tampoco de qué están hechas las cosas, al igual de qué siente cada uno; me contradigo, pero qué más da.
En vez de observar a la orquesta me dediqué a observar a Agatha... sin ninguna intención, simplemente no pude desviar mi mirada. ¿Por qué? Yo no podía disfrutar la belleza de la música como un humano por mi condición, pero esa noche pude a través de ella.
En un principio sólo observaba y yo sabía el por qué; mi presencia la incomodaba, quizá por vergüenza o, tal vez, no quería mostrarme cómo disfrutaba la música de su adorado genio. Así que la hice olvidar de mí durante todo el concierto. El cómo no se los responderé; explicar todo asesina al encanto.
Y ahí fue cuando comenzó el espectáculo.
Cerró los ojos y comenzó a volar en éxtasis; sus manos se movían como si fuese la directora de la orquesta. Estaba sólo ella; no había nadie más a su alrededor, se había olvidado de todo y de todos. Sólo estaba allí por Beethoven, sintiendo su música en las venas como si fuese lo único bello, puro e importante de la vida y la muerte.
Y cuando llegó el Segundo movimiento de la Quinta Sinfonía, sentí que la amaba... una que otra lágrima caía de sus ojos y parecía sentir todo lo que se podía sentir... el dolor, la tristeza, el fin.
Si ya varias veces he dicho que me sorprendía, en ese concierto me había dejado sin palabras, sin pensamientos, sin preguntas, sin respuestas.
Tanto como sentí que la adoraba supe que ella amaba a la música.
Esos sentimientos que le daba la humanidad los quise sólo para mí de cualquier manera. No sé si me maravillé con ella porque sentía algo que yo ya no podía sentir o que en verdad me gustaba una humana.
Poco importa, como siempre.
Y así le siguió la Novena... el Tercer y Cuarto movimiento. Su cara estaba más iluminada y de vez en cuando soltaba sonrisas mientras sus manos seguían a la orquesta de una manera más vigorosa; su ser bailaba.
Yo, quien era un enemigo de la filantropía, me encontré allí, segado por ella, un ser humano acólito de Beethoven y filarmónico que rayaba la locura .Oh, pero de eso se enterarán más tarde. De pronto todo a su alrededor no era más que nimias, incluido yo.
Era mediocremente hermoso; sumamente hermoso.
Tanto que sentí que tenía alma otra vez.
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Crónicas Vampiras
VampireMi nombre es Andrew, soy un vampiro hace muchos años, y esta es la historia de como conoci a una humana, que me fascino...