9: G l a d i o l a s

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"Los griegos creen en las gladiolas como una metáfora de como el amor atraviesa el corazón, no se cual se la pena que hoy asfixia tu ser pero me duele en cada fibra de mí, ver como tus ojos se empapan de lágrimas, de ver como tus ojos solo reflejan dolor; Sé que mis palabras quizás no solucionen nada, sin embargo si yo tuviera que desaparecer para que tu estés bien yo lo haría sin dudarlo. Confió en Dios que el dolor no durara para siempre mi querida Ember"—Roy Z.

Llevábamos ya varios minutos desde que salimos del pueblo el solo miraba la carreta, desde que me subió al auto no había pronunciado ni una palabra más.

—¿Interrumpí algo?—pregunte después de ver varias cajas en el asiento de atrás.

—No en realidad, de hecho me estas acompañando así que no interrumpiste nada—el seguía sin mirarme—Y creo que es lo mejor para ti ahora, alejarte un rato de ese maldito pueblo.

—Supongo que ninguno de los dos es muy fan de ese lugar—di un gran suspiro, me acomode para ver la vegetación del camino—Mi familia tampoco es una gran ayuda que digamos.

—Hasta en la tumba tu abuelo te hace la vida imposible—sonó molesto, nunca fue fanático de mi abuelo.

Sin embargo pensaba igual que él, es cierto que quise a mi abuelo como el padre que nunca tuve, el me cuido como eso, como un padre, incluso cuando mi madre se volvió a casar después de un tiempo, mi relación con el no cambio en lo absoluto y pensé que nada la podría hacer cambiar.

Pero la vida es así, piensas que tienes algo para toda la vida y no es así. Todo cambio aquel día, la noticia corrió como pólvora hasta estallar, la nieta del alcalde estaba embarazada.

Si pensado que un embarazo no debe llegar a ser el fin del mundo pero parece que para los prejuicios de mi familia era lo peor que yo pude haber hecho, esa noche algo se rompió a un grado que quizás jamás se pueda emendar, mis padres me echaron de casa y mi abuelo no dijo ni una palabra para evitarlo.

Esa noche tome un maleta con solo un poco de ropa y me fui de aquí, deje a mi familia atrás, deje todo atrás, las últimas palabras de mi abuelo fueron un "Eres lo peor que le pudo haber pasado a esta familia Ember"

La última vez que lo vi era claro que no me quería, que yo le daba un profundo asco y ahora el habla de perdón, habla de unir a la familia, obligando a quedarme en un lugar donde nadie me quiere, disfrazándolo de amor cuando solo es un teatro para repartir bienes que a mí no me interesan.

Parece ser que ni en la muerte le hizo entender que el dinero no repara el daño de años y que una casa no es un hogar.

Y lo que paso esa noche con Roy en la parada de autobús tampoco hace esto más fácil.

—Ya estamos por llegar—hablo mientras el auto bajaba su velocidad.

Yo solo miraba las nubes y por un momento quería estar ahí, sin preocupaciones que simplemente el viento me guiara en días como estos, doblamos y estábamos entrando a una de las comisarias del pueblo.

—¿Quieres acompañarme? ¿O estas bien aquí?—pregunto mientras se estacionaba enfrente de un gran casa amarilla que se ve que ha sido golpeada por los años.

—No creo estar en óptimas condiciones para acompañarme, me quedare aquí si no te molesta—me quede ahí mientras veía como bajaba una por una las cajas.

La puerta se abrió, una mujer de una edad algo avanzada salió acompañada de varios infantes, uno más pequeños que otros, la mujer le dio un gran abrazo a Roy, los niños se peleaban por que el los abrazara, comenzó a jugar con ellos, los más grandes ayudaban a la mujer a llevar las cajas adentro.

Una pequeña se acercó a mí con una flor rosa entre sus manos.

—¿Por qué estas triste?—pregunto la pequeña con algo de pena—Es muy feo estar triste, eres muy bonita para estar triste.

No podía evitar reírme por la dulzura de sus palabras.

—Ya sé que estar triste es muy feo pero son cosas que uno no pude controlar—le sonríe y ella me dio la flor que traía con ella—¡Muchas gracias linda!

—Espero que te ayude a dejar de estar triste—ella me seguía mirando—¿Te puedo dar un abrazo?

Me baje del auto, y me acerque a ella, se lanzó con fuerza a abrazarme, me tomo entre sus pequeños brazos como si me tratara de sanar, el abrazo duro varios minutos, al término de este ella regreso corriendo a la casa donde Roy y la mujer solo me veían ambos con una gran sonrisa.

A gritos los niños le pedían que se quedara, pero él decía que tenía muchas cosas que hacer el día de hoy, se despidió de cada uno de ellos y le dio otro abrazo a la mujer para ya poder acercarse a mí.

—Veo que hiciste una nueva amiga—el solo me sonreía pero yo no podía contestar.

Unas cuantas lágrimas se deslizaban por mis mejillas, él se trató de acercar pero lo empuje, las lágrimas aumentan su intensidad, pero él no se rendía, seguía aferrado a acercarse a mí.

—¡No! ¡No!—solo seguía empujando con fuerza—¡No te me acerques! ¡No quiero tener cerca!

—¿Qué pasa Ember?—el sonaba muy confundido, estaba aferrado a mis brazos—¿Qué es lo que pasa?

—¡Esa edad tendría nuestra hija!—le grite de nueva cuenta y en esta ocasión lo empuje con todas mis fuerzas.

Pero él no se rindió, me tomo con toda su fuerza, y me jalo hacia su pecho, hace años que no lo tenía tan cerca, el solo me abrazo, podía escuchar cada latido de su corazón, el me abrazo fuerza, quería empujarlo de nuevo pero al fin cedi, respondí el abrazo con fuerza mientras todas mis lágrimas caían una vez más.

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No sé qué sucedió después, al abrir de nueva cuenta mis ojos me encontraba de nueva cuenta en el auto, el atardecer se vía hermoso, el me miro pero no dijo nada, me quede inerte en el asiento.

Ya estábamos de nueva cuenta en el pueblo, se estaciono en casa de Jackie ella salió corriendo al escuchar el claxon.

—¡¿Ember estas bien?!—Grito mientras se acercaba a mí—No supe de ti por horas, pensé que regresaste a la ciudad.

—Hubiera sido lo mejor—me baje del auto y la abrace—Solo fui a despejarme un poco.

—Todos firmaron Ember y no creo que nadie te vuelva a molestar—ella dio un gran suspiro—Solo treinta días, solo eso y ya te puedes ir de aquí.

Le pedí que si me podía dejar a solas con Roy, lo del testamento era lo que menos me importaba en estos momentos, él estaba sentando en el capirote del auto, sin decir nada lo abrace de nuevo, se sorprendió pero sé que era algo que quería hacer tanto como yo.

Hasta ese momento en el que me tuvo en sus brazos, me di cuenta de cuanto lo había extrañado, de cuanto anhelaba que me hiciera suya, de cuanto extrañaba su aroma, su calor pero también soy consciente de como de dejo como se fue y eso es algo que no puedo permitirme de nuevo.

—Gracias por lo de hoy—me separe de el—pero creo que aún hay cosas de las que tenemos que hablar, te veo en el lago a las 5 p.m.

—Si no llegas a esa hora...—no termino de hablar.

—Si no llego a esa hora...todo esto habrá acabado—dije mientras me dirigía a la casa. 

Unas flores para un corazón roto.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora