Tony Stark no llevaba bien la depresión y el trauma post guerra, era de esperarse dado que él no era un soldado, pero aun así su trabajo como ingeniero, antes de apoyar a la milicia y ahora que ya no lo hacía, siempre lo hacía sentir bien, lo relajaba perdiéndose horas y horas en su taller, obviamente su cuerpo hacía notar la falta de sueño y comida, su única compañía era un robot llamado Dum-E.
No es que le molestaran las personas pero siempre había sido mejor, según él, estar solo, desde que sus padres habían fallecido lo estaba y lo maneja bien, así que prefería eso. Pero a Tony se le estaba agotando la cordura, estaba siendo consumido por una fase que no sabía cómo pasar, y es que realmente había regresado siendo otra persona, la sangre y estar cerca de la muerte lo cambio.
—Deberías distraerte —su psicólogo le recomendaba de todos los métodos para atravesar aquella crisis, sobre todo distracciones cuyas cuales le ayudaran a sacar todo lo que guardaba, la impotencia, el miedo, el dolor—Sal de tu casa, no toques tus herramientas, deberías de practicar un deporte... ¿Lo harás?—Tony no estaba muy seguro de aquello, nunca había sido muy atlético.
Y ahí estaba entonces, en la puerta del gimnasio, con ropa deportiva y la piel enchinada sin poder atreverse a cruzar la puerta. En su mente oía de pronto las ráfagas de balas, los gritos de los heridos, las bombas explotando demasiado cerca, el zumbido en sus oídos, hasta que el timbre de la puerta abriéndose lo trajo de vuelta. Gente salió rodeándolo ya que él estaba en medio del camino, suspiró y apretó su mochila decidiéndose a entrar.
El lugar era bastante amplio, comenzaba con la recepción y al fondo se dividía en cuartos cada sección, maquinas, pesas, estudio, boxeo, ahí se supone que él se dirigía, fue a dar su nombre y lo atendieron de maravilla, pero eso no bajaba su ansiedad.
—Su entrenador llegara en unos minutos —le informaron, señalando que se dirijera a la zona de boxeo, un espacio amplio, ahora mismo desierto. Había sacos, peras y un ring.
Anthony caminó hacia la ventana del fondo, el gimnasio se encontraba en una planta alta de un enorme edificio, la vista era espectacular, pegó su mano al vidrio admirando la ciudad a sus pies.
Por un momento se olvidó del campo militar, de las armas, de la sangre, esto le hacía sentir cosquillas en el estómago, le gustaba la altura, le agradaba poder observar más allá de lo normal y es que él no era un hobbit pero si era un hombre más bajo que el promedio.
—¿Es magnífico verdad? —Una voz lo sobresalto, demasiado a decir verdad, dio la vuelta y observó al hombre cerca de la puerta, dejando caer su maleta de entrenamiento, era alto, su cabello dorado como el sol, una camisa blanca, unos músculos marca ACME, unas bermudas azules que llegaban a las rodillas, si se daba vuelta tal vez podría ver su... oh dios, no solo se dio la vuelta, se inclinó hacia su bolsa abriéndola para sacar un par de objetos.
—¿Tu...tu eres mi entrenador? —preguntó volviendo en si cuando miró los guantes de box que sacó de la maleta.
—Mucho gusto, soy Steve Rogers —dijo acercándose paso a paso a él, oh por Thor.
Era uno de ellos, pensó instantáneamente.
Su forma de caminar, su forma de hablar, casi hasta por su aroma y por el letrero neón encima del rubio, se notaba que era un soldado.
—An... Anthony Stark —dijo haciendo sus manos puños evitando traer cualquier recuerdo a su mente, sintió una mano tomar la suya con una fuerza que no era normal para un simple agarre, pero supuso que el simplemente estaba bastante débil.
—Usaras estos, pueden pesar un poco, pero es mejor que te acostumbres —decía el hombre de ojos azules mientras le ponía el segundo guante amarrándolo bien, intentó con todas sus fuerzas no salir corriendo al escuchar esas órdenes, recordando muchas otras que le habían dado antes.
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Almas rotas
FanfictionTEPT Tony Stark tomara clases de boxeo para tratar de despejar su mente, pero su instructor y su amigo llegaran para distraerlo lo suficiente.