Capítulo 10

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Los días se hacían largos. Había noches en la que no podía parar de pensar en todo lo que había pasado, y temía que esos episodios volvieran a repetirse en mi mente y en la realidad, nuevamente.

A veces podía controlarlo y a medida que iba conociendo más a mi grupo de amistades, fui cogiendo confianza y abriéndome con algunos de ellos.

No todo fue fácil. Ya que el miedo a que supieran lo que había pasado, era grande. Temía que me juzgaran o me hicieran lo mismo.

Marginarme. O incluso, rechazarme por tener gustos distintos, que era lo que hacían en mi otro colegio.

En el nuevo instituto las notas empezaron a subir como la espuma, me sentía feliz y tenía ese espíritu Adolescente que todos tienen, con ganas de afrontar lo que sea, y dominar el mundo.

Me sentía libre y auténtica. Me sentía capaz de derrotar a mi mayor enemigo, el miedo.

Empecé a creer más en mí, a verme como una persona valiente. Una persona guerrera, que no se deja intimidar por personas que no dan la talla.

Todo empezó a cambiar, y aunque seguían habiendo obstáculos que me impedían crecer, siempre encontré la salida a mis problemas. Por más difícil que fuera salir de ellos.

Tuve a gente que me apoyó, me hizo reír y llorar. A gente en la que confíe y volvió a decepcionarme.

Pero ese año, aprendí el significado de amistad y de divertirse haciendo locuras. Y que defendiendo todos mis principios, llegaría muy lejos.

A día de hoy, muchas de esas amistades se fueron de mi vida. Porque como bien mencioné, hay algunas que son pasajeras y solo vienen a enseñarnos una lección en el camino.

Ya que todos estamos de paso, y no tenemos por qué guardarnos rencores.

Por más que duela, y el pasado se clave como una aguja en tu corazón y memoria.

Duele. Quema. Arrasa como un torbellino de emociones mezcladas con toda esa euforia.

Ver a personas que formaron parte de tu vida, te decepcionaron y por la calle actúen como si nada y pretendan que tú seas amable con ellos. Es absurdo, pero, pasa.

¿Cómo reaccionar ante estos casos? Realmente no hay una respuesta precisa.

Pero desde luego en mi caso, nunca puse buena cara si me los encontré por la calle.

El daño estaba ahí. Y aunque no esperaba vengarme, esperaba que el karma les llegara de alguna manera.

Un día comprendí que todos nos equivocamos y cometemos errores. Incluso, aunque no lo queramos hacer queriendo.

Es inevitable, como seres humanos. Todos vamos a equivocarnos en esta vida, pero hay que saber pedir perdón a las personas a las que heriste.

Y yo nunca recibí una disculpa de nadie.

Creo que eso fue lo que más me dolió.

Pero, no todos les da por no olvidar. Otros también se refugian en pagarle con la misma moneda.

Y hay que aprender a no cometer los mismos errores, que aquellos que nos hacen daño.

Sé mejor que ellos, al fin y al cabo, la víctima es tratada así porque el acosador, o la persona que está dañando la tanto física como psicológicamente tiene inseguridad en sí mismo, en muchos casos.

Y al ver débil a alguien, se aprovecha. Pero, lo peor es la gente que no hace nada para pararle los pies. Aquellos que se quedan mirando, o les siguen la corriente por miedo.

Todos sabemos que en todos los institutos o colegios ha habido un líder o alguien a quien todos siguen.

Pero, si todos ponen de su parte. Podremos acabar con la marginación a todas aquellas personas que son diferentes, o tienen distintos gustos.

Con el paso del tiempo todo mejora, pero la herida es imborrable.

Lluvia De Cristal © ✔ [COMPLETA]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora