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Deambulamos en un círculo veinticuatro horas al día, siete días a la semana; arrastrados en una monotonía que no termina hoy ni mañana, nos absorbe una vida sistemática que nos ausenta las hazañas, repetimos el proceso sin busca de alguna artimaña; no basta pensarlo porque en el espejo somos nuestro propio canalla.  

Nos diferenciamos en insomnios, pocos ratos de sueño y las pesadillas nos arruinan con empeño; todo en la realidad empieza a cansar, viviendo en cuatro paredes que nos van a derrotar, se agotan las ganas de volar ¿Nos vamos a suicidar?

Desamparados por nuestra poca creatividad, nos dejamos consumir por una estruendosa soledad, los pensamientos hablan sin parar, señalando la rutina como un proceso de abortar; somos la víctima y el agresor en un solo cuerpo, gritamos vacíos y el silencio una vez más...Nos vuelve a escuchar.

Te duelen los huesos veinticuatro siete, lloras la oscura lluvia veinticuatro siete, ojeras que adornan tu rostro veinticuatro siete, las energías ya no están veinticuatro siete; un suspiro concluyente en veinticuatro... ¿siete?

~Carlos Makrayert.

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