VII. MATEMÁTICAS

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Kirishima abrió perezosamente los ojos y se estiró sobre su cama, deleitándose en la sensación de ver el sol considerablemente alto a través de la ventana pero no tener que correr para ir a clase. Benditos sábados.

Los últimos días habían sido frenéticos. Desde que había salido de la habitación de Bakugou el lunes por la tarde, apenas había tenido un momento para hablar con él. Ni con nadie. Tras tantas clases escondido en su saco de dormir, Aizawa estaba decidido a recuperar el ritmo, a costa del tiempo libre de sus alumnos.

Parecía que la semana había durado siglos. Sin ir más lejos, el paseo con Bakugou hasta la cafetería la mañana anterior le parecía inalcanzablemente lejana. Una sonrisa danzó sobre el rostro adormecido del pelirrojo al recordar las últimas cuatro mañanas, y la naturalidad con la que Bakugou salía a recibirle o lo esperaba frente a su propia puerta. Era tan reconfortante que el cambio de habitaciones no le hubiera robado eso...

Sin embargo, su sonrisa de desvaneció en cuanto recordó los otros acontecimientos del viernes. Las agujetas del entrenamiento, la clase eterna de química...y el anuncio del examen de matemáticas. Era el martes, además... No tenía ni tres días para estudiárselo... Y no es que hubiera estudiado muy regularmente en previsión de este momento... Era el fin...

Por eso había decidido quedarse en los dormitorios el fin de semana. En su casa tenía cien veces más pósteres de Crimson Riot, y eso sólo le recordaría sus ganas de entrenar para olvidarse de las matemáticas. Por supuesto, no se quedaba porque tuviera la esperanza de ver a cierta granada andante. En absoluto.

Tras un generoso bol de cereales, Kirishima se sentó delante de su libro, con el ceño fruncido. Tal vez si le mostraba su pose más masculina, el libro se amedrentaría y le devolvería páginas más fáciles de seguir.

El combate unilateral de miradas duró un rato más, hasta que el pelirrojo desistió y con un lánguido suspiro intentó concentrarse de verdad. O casi. Aarghhh. Lo que necesitaba era un poco de motivación para estudiar. Acababa de despertarse; así era imposible estudiar en condiciones.

El problema era que Mina no podría bailar y gritarle Tú puedes Kiriiii!!! , como hacía cada vez que un examen amenazaba con matarlo, desde su casa. Y Kaminari desde la suya no podría lanzarle Doritos a cada respuesta correcta. Incluso Sero se había ido ese fin de semana, y no podría reírse de las tonterías de sus tres amigos desde la esquina.

Su mente fantaseó con hacer una rápida excursión al tercer piso. Sólo para asegurarse de que Sero no estaba ahí, y tal vez comprobar si cierto rubio se había quedado en la residencia. Sería algo rápido, y su noble y masculino objetivo lo justificaba... necesitaba despejarse un poco para estudiar mejor.

Bajó las escaleras en un par de saltos y en un abrir y cerrar de ojos se encontraba ante la puerta de Sero. Nadie contestó a su poco convencida llamada. Era un alivio...así podría seguir con el resto de la excursión. Esta vez sus nudillos golpearon más fuerte, sobre la puerta de Bakugou. Un gruñido emergió desde la ranura de la puerta. Mierda, ¿y ahora qué le digo?

Es sábado, pelos de mierda, y un poco tarde para ir a clase.

Era sábado sí, y eso le ofrecía la inesperada imagen de un Bakugou apenas visible tras una sudadera negra demasiado grande, que le llegaba hasta las rodillas pero que tenía un aspecto envidiablemente acogedor. Se le estaban ocurriendo nuevas ideas para el uniforme escolar...

Kirishima tragó saliva e improvisó lo mejor que pudo.

— He perdido mi goma de borrar. Y ya sabes, como estoy estudiando mates, tengo que escribir mucho, y borrar mucho, y eso...

— ¡¿Hahh?! ¿Para eso vienes?

Una mano explosiva aterrizó en la cara de Kirishima, que la recibió endureciendo su piel y mostrando su sonrisa más puntiaguda.

— Tienes suerte de que sea fin de semana y me dé demasiada pereza incinerarte. Toma, idiota, coge esta.

Kirishima interceptó el pequeño proyectil que el rubio le lanzó y sonrió una vez más antes de que la puerta se cerrara. De camino a su habitación, admiró la goma que hasta hacía poco no sabía que necesitaba pero que tal vez le vendría bien. Sonrió, enternecido, al analizarla con más detalle. Todo lo que rodeaba al rubio rezumaba personalidad de Bakugou, y esa goma no era una excepción. Aunque una de las esquinas había sido desgastada furiosamente, hasta el punto de ser casi irreconocible, las otras se mantenían perfectamente rectangulares, revelando que sólo la primera había sido utilizada. Incluso en sus momentos más furiosos y acalorados, Bakugou no podía dejar de ser meticuloso y ordenado.

Todavía aferrándose al pequeño objeto blanco, se dejó caer de nuevo en su silla. Estaba decidido a estudiar.

Apenas una hora más tarde, Kirishima llamaba a una puerta en el tercer piso.

Antes de que el rubio malhumorado que lo recibió pudiera gritar, se apresuró a articular una excusa.

— ¡No te enfades, Blasty, es algo serio! Será sólo un segundo. Verás, ¿te acuerdas de ese ejercicio tan complicado que hicimos en clase la semana pasada? Pues no logro encontrar la corrección en mi cuaderno y me gustaría repasarlo un poco...

— No me llames así, Shitty Hair, y no te hagas el loco. Vi perfectamente cómo te dormías mientras lo corregíamos.

— Haha bueno, detalles... Entonces, ¿podría hacerle una foto a tus apuntes,... Blasty? — decididamente, las conversaciones con su amigo le servían de entrenamiento para acelerar la activación de su quirk.

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Tres horas, un bol de ramen instantáneo e incontables suspiros más tarde, Kirishima daba vueltas desesperadas por su habitación. Malditas ecuaciones diferenciales que destruían sus masculinas neuronas.

Sopesó sus opciones. Si volvía a bajar a pedir ayuda, su vida correría peligro. Si suspendía el examen, su vida correría peligro. Pero por mucho que frunciera el ceño, Bakugou no era tan aterrador como Aizawa en modo demoníaco...

Antes de salir, se munió de su libreta y de la protección divina más efectiva de la que disponía: una sudadera con capucha de Crimson Riot.

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— Joder Kirishima...

Que Bakugou utilizara su apellido era como si su madre lo llamara por su nombre completo.

— Lo sé, lo sé, lo siento, Bakubro... Es que llevo horas con esto y-

— No me refiero a eso. Lo que quiero decir es joder, Kirishima, ¿tanto te pesa el tinte que no puedes usar el cerebro? Que estés en otro piso no te da una excusa para hacer que me levante a abrirte cada maldita media hora. Sigo siendo tu profesor particular, y el único capaz de hacer que entre algo en esa cabeza tuya llena de gel. Ahora entra y deja de dar por culo.

— ¡Broooo! — Kirishima se lanzó a abrazarlo pero una mano lo atrapó por la capucha y antes de poder reaccionar se encontraba sentado en una silla, frente a la mesa.

— Ahora a estudiar.




Gracias por leer!

Tu habitación o la mía | Kiribaku | BakushimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora