XXVII. ROJO 1611

7.4K 921 908
                                    

La tercera es la buena, o eso dicen. No se había despertado sentado en el suelo, como la primera noche que había pasado en esa habitación. Ni siquiera a dos milímetros de caer de la cama, como la segunda. Pero a Kirishima le habría gustado abrir los ojos y ver los rasgos divinos que no se le iban de la cabeza.

Al menos, esta vez, no le dolía el cuello.

Antes de que pudiera seguir lamentando lo escurridizo que era el rubio por las mañanas, la puerta se abrió con un crujido familiar, dejando paso a una silueta escondida en la capucha de una sudadera naranja que sostenía una taza humeante en cada mano.

Bakugou avanzó hasta la cama y dejó las dos tazas sobre la mesa. En la imagen de Kirishima con el pelo revuelto un domingo por la mañana, desperezándose entre sus sábanas, resonaba la palabra confort. Se le hacía extraño, pero con sólo un vistazo supo que no podría volver a mirar su cama y pensar que era natural no ver a Kirishima durmiendo en ella.

— Estás sonriendo.

— Pensaba en cuánto me habría gustado encontrarte todavía dormido para poder despertarte de un grito.

Con una risa somnolienta, Kirishima se incorporó y dobló las piernas para que pudiera sentarse frente a él.

— Mientras venga acompañado de un desayuno en la cama, no puedo quejarme — su sonrisa se ensanchó al notar el calor de la taza de chocolate caliente que le tendía el rubio. — Oye, ¿no tendrás-

— ¿Una cuchara para comerte primero la espuma y que no se quede en el fondo de la taza? — recitó Bakugou enarcando una ceja e introduciendo una mano en el bolsillo de su sudadera. — Toma, idiota.

A estas alturas, la sonrisa de Kirishima ya sobrepasaba el brillo del amanecer que se filtraba por la ventana, deslizándose sobre sus mechones para caer en sus ojos bañándolos en reflejos dorados.

Entre sorbos tranquilos a su café sin azúcar, Bakugou observó la cara de felicidad del otro mientras acababa en cuestión de segundos con el contenido de su taza.

— Tch. Tendría que haber previsto que un idiota adicto a los dulces como tú se bebería el chocolate en un segundo, y haberte traído otra taza.

— Siempre tan amable, Blasty... Pero ya era bastante sospechoso que subieras con dos- — Kirishima logró mantener la sonrisa pero sintió cómo se congelaba por dentro durante unos instantes — tazas...

Mierda, había hablado sin pensar. No tendría que haber dicho eso, no tendría que haber sacado ese tema. No en un momento tan cómodo como ese.

Bakugou frunció el ceño mientras el pelirrojo hundía la mirada en la oscuridad de su taza. ¿Era consciente ese idiota de que, por mucho que intentara ocultarla, su preocupación por ese asunto era completamente legible en su frente arrugada?

— Dilo ya.

— ¿Eh?

— Lo que llevas un día queriendo decir.

Kirishima intentó mantener su fingida confusión, pero se dio rápidamente por vencido.

— Es sólo que — empezó con un lento suspiro — quisiera tener las cosas claras para no entender que somos algo que no somos, ¿sabes? Y seamos lo que seamos, si es que somos algo, es decir yo quiero, pero no sé si quieres, así que si tú quieres que seamos algo, sea lo que sea ese algo, no sé cuánto puedo decir, y- no sé si se está entendiendo algo de lo que digo, pero-

Una mano firme, apoyada en su rodilla a través de las sábanas, lo interrumpió.

— Paso a paso, Shitty Hair. Haz una pregunta a cada vez. Por ejemplo, — dijo desviando fugazmente la mirada antes de tragar saliva y volver a clavarla en Kirishima con la expresión más confiada que fue capaz de poner— ¿quieres ser mi novio?

Tu habitación o la mía | Kiribaku | BakushimaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora