Vistas de la ciudad

20 1 0
                                    

Todos los días en esta nueva esquina, detrás del ventanal tengo las mejores vistas de la ciudad. Tras mi sonrisa forzada y mis ojos inamovibles veo de todo tipo de gente.
Ya hasta aprendí a reconocerlas con la mirada, mirada de odio, de alegría, de tristeza y de desagrado, veo mínimo una de esas diario.
Quisiera no solo ser espectador, quisiera hacer algo para que estén mejor. Veo robos y me siento impotente, veo gente perdida quisiera ayudarla, veo gente mendigando quisiera darles algo.
A veces no apreciamos ese poder de hacer algo, hasta que se va y justo cuando recuerdo eso una lágrima se quiere dibujar sobre mi rostro nuevo de cera. Desgraciadamente incluso he perdido el poder de sentir.
Estando observando se te ocurren las historias o las filosofías más impresionantes e innovadoras, pues es lo poco que hay que hacer esperando noticias esperanzadoras.
Ya había olvidado cuanto tiempo había pasado, hasta que esta mañana una vista de la ciudad me permitió saberlo.
"2020" decía el anuncio de la tienda sobre ofertas en la ropa que a veces me ponen.
3 años, 3 largos años que han pasado desde que aquel enfermo me hizo esto, tal vez mi hija y familia ya me den por muerto. Debo tolerar esta presión y mi nueva condición.
La condición del reemplazo de mi suave piel por cera brillante y del despojo del placer de comer.
He pasado por 3 tiendas de la ciudad, siempre vendido por el mismo tipo, todos con las mismas marcas en los manos, son una secta o algo así, la verdad al inicio me impactaba pero ya no me interesa. Anochece me dan mantenimiento y se cierra el negocio.
Amanece y el ventanal me regala una nueva vista de la ciudad, sin embargo algo raro veo pasar.
Baja mucha gente del autobús enfrente de mi, y lo que observo en un inicio creo que es una alucinación.
Veo una pareja, tal vez de 35 o de mi edad a la lejanía, mientras junto con ellos va una niña pequeña y feliz.
Entran a la tienda y dan un beso sutil con amor sincero, mientras la niña busca ropa en su sección.
Ella va más cerca hacia la sección de caballeros, mientras yo observo que frente a mi hay un letrero de rebajas por el día del padre.
Ella está frente a mi, checa la ropa doblada y fina que hay en un mueble a mi lado.
La inspecciona, pero mira hacia arriba mientras se toma el tiempo de verme a los ojos como si fuera alguien familiar.
A pesar de mi nueva condición por fin muestro una emoción, una lagrima que se derrama sobre mi mejilla, mientras la niña me ve asustada y yo solo tengo ganas de decir: -Mariana, hija, soy yo papá-.

Cuentos Del Baúl Donde viven las historias. Descúbrelo ahora