Capítulo 31

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El viernes por la noche, León ya estaba en casa de Valeria, que preparó la cena antes de que llegara. Como el padre de ella llegaría el sábado, tenían bastante tiempo para ponerse al día.

—¿Estás segura de eso? —cuestionó su amigo cuando le contó lo que había averiguado.

—No, pero tengo miedo de preguntar y que la respuesta sea afirmativa. Además ¿no sería raro que tras hablar claramente de nosotros cambiara de tema de forma tan drástica?

—Pero ¿hermanos? ¡No tiene sentido!

Valeria tomó un poco de ensalada de su plato y lo degustó mientras pensaba en las palabras de León. Para ella tampoco tenía mucho sentido, pero a la vez cabía esa posibilidad.

—Ya no confío en mi madre, Leo. Temo que sospeche algo de lo que ocurre entre Manuel y yo y que aproveche mis preguntas para joderme la vida. Y ese día le dije a él que no le dijera que estuve allí, si le reclamara algo a mi madre sabría que le mintió. Tampoco quiero eso. —Soltó el tenedor en el plato y, tras colocar el codo sobre la mesa, descansó su frente sobre la palma abierta.

—Eh, nena, no te tortures, ¿vale? Lo que sientes no está mal, aunque si es cierto que sois hermanos... —León se detuvo y abrió los ojos de forma exagerada cuando recordó algo—. Lo hicisteis con protección ¿verdad?

Ella levantó la cabeza con rapidez.

—¡Claro que sí! Creo que él no me habría dejado seguir si no hubiera tenido condones...

Escondió la cara tras sus manos al recordar la escena en la habitación del hotel.

—Así que él no fue el único león esa noche... —bromeó.

—Cállate. —Volvió a dirigirle la mirada con una ceja levantada.

Él hizo el gesto de cerrarse la boca con cremallera antes de reírse a carcajadas con su amiga. Tras eso, los dos continuaron comiendo en silencio.

—Te he echado de menos desde que te fuiste... —confesó Valeria.

León se quedó mirándola, pensativo. Le había sucedido lo mismo, pero quizá por otros motivos diferentes a los de ella y que no se sentía capaz de admitir en voz alta.

—Tampoco te has aburrido mucho en mi ausencia. —Le guiñó el ojo.

—No, pero eso no tiene nada que ver.

—Lo sé.

Cuando terminaron de cenar, decidieron ver una película antes de acostarse. Eligieron una comedia romántica que ya habían visto otras veces, pero no por ello la disfrutarían menos. Era una de esas a las que siempre se podía volver en caso de necesidad, y los dos necesitaban reírse un poco, aunque también lo pasaran mal con las escenas románticas.


···


Al día siguiente, después de desayunar, León invitó a Valeria a dar una vuelta.

—¿Te has traído la moto?

—¡Claro! Necesitaba tener un medio de transporte para todo el mes que pasaremos juntos.

—Que envidia, yo aún ni siquiera tengo un coche de segunda mano para desplazarme. Tengo que depender de mi padre o de mi primo...

—Ya llegará el momento —la animó colocando una de sus manos en el hombro derecho de Valeria.

—Cuando consiga un trabajo ahorraré para comprarme uno.

—Y yo iré contigo para ayudarte a tomar la decisión. —Sonrió.

Durante unos segundos se miraron en silencio. El corazón de León se aceleró por un instante y al darse cuenta sacudió la cabeza.

—Voy a coger mi casco y nos vamos. El tuyo está en el portaequipaje.

Él huyó de los ojos de la pelirroja y fue a por su casco, que estaba al otro lado del salón. Valeria suspiró y caminó hasta la puerta para abrirla y esperar fuera. Cuando León se reunió con ella, cerró mientras él cogía el otro casco. Se lo ofreció a Valeria y se lo pusieron a la vez. Se montó en la moto y ella lo hizo después, pegándose al cuerpo de su amigo.

—Agárrate fuerte —dijo de forma que lo escuchara a través del casco.

Ella obedeció y entrelazó sus dedos sobre el torso de León. Apoyó su cabeza en la espalda masculina justo antes de que él arrancara la moto y empezaran a moverse.


···


Manuel vio de nuevo a León y a Valeria juntos y algo en su interior empezó a arder. Acabaría aborreciendo su tarea de sacar la basura si volvía a ver a León la siguiente vez que lo hiciera. Regresó a su hogar con la mirada fija en sus pies y en el suelo que pisaba entretanto sus pensamientos viajaban de un tema a otro. Ansiaba volver a tenerla en sus brazos, pero la presencia de su tía en casa impedía que pudiera actuar con mayor libertad.

Sucumbir a lo prohibidoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora