Capítulo 7 La Feria

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El lunes por la tarde me quedo en casa con Sam. Tommy se fue con la “señorita perfección” a iniciar el proyecto escolar, yo aún no pienso en eso, mi mente sigue concentrada en mi único objetivo: sentir que vuelo.

Sam está tiñendo unas camisas blancas y negras con pinturas de muchos colores que trajo y muchos materiales para decorarlas, le pregunté quién le había enseñado,  me  contestó que ha visto suficientes programas de competencia de repostería para hacer Cupcakes, que es una experta en decoración, si le falta un tornillo, lo sé, pero me  ayudará a hacer una playera con un avión de esos antiguos, con una monita en la cabina.

Mientras decoramos playeras pone una canción que habla de La chica de la Laguna.

“La chica de la laguna que vive atrapada en una pequeña laguna rodeada de algas muertas secas sin vida, está siempre agachada no se puede levantar porque el agua es poco profunda y llena de oscuridad, solo llega un pequeño reflejo de afuera, dicen que puede morir si sale a la superficie, siempre se ha sabido, pero entre más pasan los días sin poder moverse, sin que pueda extender sus brazos y piernas también morirá, cuando trata de asomarse a la superficie, las profundidades la jalan, la empujan hasta el fango, el fango lo cubre todo, el alma y los ojos, sino puedes ver ¿cómo puedes salir?¿qué es mejor? ¿salir y morir o morir aquí atrapado? estamos todos atrapados, atrapados en esta pequeña laguna, hay gente feliz de estar atrapada, ¿eres feliz así? no quieres extenderte, ella salió y murió. Él quiso salir pero aquí sigue,  aquí  seguimos todos los días, hoy y por siempre, esta mañana lo decidí he decidido no seguir, algo paso, algo pasará, una burbuja se reventó, una burbuja se reventó, una burbuja se reventó y ella también murió.”

Mientras Sam vuelve a poner la canción, comienzo a llorar, no sé por qué, pero lloro y mientras lloro, hago un desastre con la camisa, ya no parece avión, pero dice Sam que un avión es demasiado mundano, que ahora quedó mejor, que parece arte postmoderno. Yo creo que no importa lo que pase, no dejaré de intentar volar.

El martes durante el recreo, los niños corren de un lado a otro, sin nada en sus mentes más que esperar a que suene la campana, pero yo acaparo un columpio; no lo suelto y no dejo de mecerme y mecerme cada vez más alto.  Tommy se queda un rato conmigo pero se aburre y va con otros chicos a jugar, voy tan rápido que el aire me vuela algunos cabellos sueltos, cuando el columpio se mese de regreso doy un salto y caigo parada, como una experta trapecista, vuelvo a subir al columpio pero ahora como avioncito, me monto acostada con el estómago en el asiento del columpio y comienzo a tomar viada hacia atrás y me lanzo al aire hacia adelante y atrás una y otra vez, pies y manos horizontales, hay una saliente en el piso,  la tomo para que  me de propulsión, siento el aire en el rostro, el estómago me tiembla y de pronto oscuridad. 

Abro los ojos mientras escucho: ¡¡¡Amy, Amy, Amy!!!  Siento ardiéndome la rodilla izquierda y algo caliente me escurre por la ceja.

--¡Vamos Amy a la enfermería!--  me dice mi profesora, la señorita Jacobs.

Han llamado a mis padres, aunque solo son raspones y una cortada pequeña arriba de la ceja, que ni ocupa puntadas,  la enfermera los ha telefoneado, papá viene a recogerme. Estoy feliz porque me voy antes  de que sea la hora de salida, solo me duele un poco, lo malo es que la enfermera ha roto mis pantalones para poder examinarme la rodilla unos de color caqui con doble bolsillos laterales, quedaron arruinados, lloro más por los pantalones que por los raspones.

--Tranquila Amy, iremos por pizza ¿quieres?--

--Si, y también helado -- que mejor momento para dejar que me consientan.

--Los accidentes pasan siempre, pero debes tener más cuidado, dice la enfermera que te soltaste del columpio ¿es verdad?--

--No papá,  yo no quería caerme solo quería más velocidad--

El sueño de AmyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora