»Capítulo 22«

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― ¿Cómo durmió ella? ―pregunto cuando noto su presencia

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― ¿Cómo durmió ella? ―pregunto cuando noto su presencia.

―Pues no vomitó ni nada, pero sí se levantó en la madrugada para comer y tomarse una pastilla ―responde, tomando asiento frente a mí.

― ¿Migraña?

―No, un simple dolor de cabeza. ¿A qué hora van al cementerio? ―pregunta Dylan.

―Ahora mismo. Almorzaremos después, tengo que contarle algo muy personal que solo pensarlo me quita el apetito.

Ambos salimos de mi oficina y nos detenemos en la de Samantha. Toco la puerta y enseguida aparece con una sonrisa pequeña.

―Hola, Jer ―saluda. Puedo notar el vello de sus brazos erizarse ante la presencia del castaño y suspira―. Hola, Dyl.

No me pasa desapercibida la sonrisa del fantasma, quien hace titilar la luz a modo de respuesta. Observo a Samantha y la noto algo tensa, mirando a su alrededor, pero no es miedo lo que tiene.

Parece esperanza, como si esperara poder verlo en algún lugar.

—Vamos —intercedo y ambos afirman.

Samantha hoy no trajo su carro, así que nos trepamos al mío. Dylan se sienta atrás, solo y enciende la radio —esta vez a un volumen bajo—. No puedo evitar reír cuando Samantha brinca en su asiento. Cambia de emisora en emisora, hasta escuchar una canción de Jason Mraz: I won't give up.

Ambos la cantan juntos, como si todavía existiese una conexión entre ellos. Bueno, es así. Puedo ver los hilos conectándolos desde lejos.

―Bonita canción ―digo cuando esta termina a los minutos.

—Sí. Me hubiese gustado que la bailásemos en nuestro primer baile como señor y señora Reeves —murmura Samantha, observando por la ventana—. Me dedicó esa canción la primera vez que nos reconciliamos. Nunca la cantó porque lo hacía horrible.

―Lo acabo de escuchar ―bromeo y los tres reímos. Escucho el suspiro entrecortado de Samantha cuando termina de reírse y todo se tensa de repente―. Oh, me encanta esta canción ―despisto, subiendo volumen a la radio.

Take me to church de Hozier suena y ella ríe cuando empiezo a cantar. Sé que lo hago horroroso, pero es la única manera de distraerlos y así van pasando varias canciones hasta que nos detenemos en una floristería donde Samantha compra rosas blancas y seguimos nuestro camino al cementerio.

Nos bajamos del carro y dejo que Sam sea la guía pues no sé dónde está la tumba de Dylan. Nos detenemos unas diez tumbas después y ella se coloca de cuclillas, acariciando la lápida. En específico el nombre de Dylan Ernest Reeves West.

―Hay flores frescas. Sí le han visitado ―musita, tocando ahora las rosas blancas.

―Mis padres vinieron ayer ―dice Dylan y le observo―. Fue a donde vine cuando desaparecí toda la tarde, ¿recuerdas?

Solo pido un día más © SPUDM #1 |EN EDICIÓN|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora