Capítulo 3

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El sargento Simmons estaba en la sala con la tía Lucinda. Hablaban en voz baja, mientras él se acariciaba su gorda barriga. Viola aguzó el oído.

La visita del Sargento era de caracter informal, ya que aún no pasaban cuarenta y ocho horas desde que Cornelia había desaparecido.

-Les sugiero esperar un poco más antes de hacer publica la desaparición de miss Wyndham- decía.

Se veía incomodo, como siempre: no se entendia si por atención hacía la tía Lucinda o porque no supiera bien en dónde poner los pies sobre el piso, que parecía un terreno minado de ollas llenas de agua.

-La Srta. Wyndham es una personalidad muy conocid.

La tía lucinda lo miraba sin hacer comentarios, con los brazos cruzados sobre su amplio pecho wn una actitud defensiva.

-Los medios de comunicación van a enloquecer cuando descubran su desaparición, las van a asediar fotógrafos y periodistas- insistió el sargento-. No les daran tregua.

Viola se alejó sin hacer ruido y entró en la cocina. Abrio cuidadosamente la puerta trasera y salió a una selva de matorrales y hierbas azotadas por el viento.

Hacía un frío inusual para ser el mes de noviembre. Sacó el iPod de la mochila y se puso los audifonos: lo prendió a todo volumen y la vos de Ian Curtis de los Joy Division inundó su cabeza. Se envolvió en la bufanda azul para protegerse del viento y corriendo tomó un atajo para bajar desde la colina hacia el rio. En un instante alcanzó el sendero a la orilla del Támesis.

La escuela de Viola se llamaba Cornhil y quedaba a solo diez minutos de camino. Se trataba de un colegio muy de moda: con edificios cubiertos de hiedra y jardines inmensos donde chicos con uniforme blanco jugaban cricket; parecía salido de una serie de la BBC. Sin embargo, aquel día, el paisaje no era nada idílico.

Viola se detuvo para ponerse el gorro del abrigo. Con la lluvia, el sendero se había transformado en un riachuelo fangoso y sus botas de hule se embarraron rapidamente. El río tenía el color del acero liquido y algunos patos se refugiaban entre los matorrales de la orrilla. Más allá, se veía un barco con dos remeros que avazaban silenciosos sobre la superficie encrespada por el viento.

Viola sintio escalofrios y miró a su alrededor: no había nadie, pero, tenía la sensación de que alguien la estaba observando. Examinó nerviosamente los arboles a su izquierda y se puso a correr.

En aquel instante, una sombre se desprendió del tronco de un arbol y una figura arropada en un largo abrigo de armiño se perfilo sobre el camino.

Pero Viola, que corria sin voltear, tan rapido como si tuviera alas en los pies, no se percató de nada. Salió a la calle asfaltada y entró apresuradamente por la reja de Cornhil.

Había más chicos y chicas que estabn tan retrasados como ella y que se dirigían rapidamente hacía los salones. Viola entró en el salón de Quimia un instante antes de que el Sr. Scott, el profesor, llegara cargando las tareas que había corregido y cerrara la puerta diciendo. -¡Este es el día del juicio final, chicos!

Viola se dejo caer en su silla con un suspiro. La quimica no se le daba facilmente y los examenes eran un infierno para ella.

Dorothy Lavander, su compañera de lugar, ni siquiera se volteó a saludarla. Viola no era muy popular en Cornhil. Durante el recreo, sin embargo alguien le hizo mas caso que de costumbre, su nuevo peinado no había pasado desapercibido.

- Hola, mira quién esta aqui, la sobrina

Corazón NegroDonde viven las historias. Descúbrelo ahora