Isla de los Perdidos.
Dos años atrás:Ropa morada y negra decoraba el suelo de aquella polvorienta habitación que a decir verdad, parecía un cuarto donde se ambientaba una película de terror y no el de un joven de quince años. Habían dos chaquetas en el piso: una roja y otra morada; también un par de pantalones, uno más holgado que el otro; una blusa violácea y una camiseta roja, con algunos huecos en ella; por último y no por eso menos importante, algunas prendas íntimas, tanto femeninas como masculinas regadas de una forma poco pudorosa y delicada en el suelo.
No había que ser muy perpicaz para deducir, o incluso saber, lo que había pasado en aquel lugar horas antes. De hecho, siempre pasaba lo mismo en aquella habitación: sexo, fuego y pasión.
Las sábanas no estaban acomodadas, al contrario, estaban sólo de un lado de la cama (y a decir verdad, siempre estaban del mismo) siendo agarradas fuertemente por cierta figurilla femenina de cabellos morados que se tapaba egoístamente ella, no dejando ni siquiera un filito para su compañero.
Aunque en sí no era necesario. A Harry Hook no le solía molestar el frío por más intenso que fuera. Había pasado parte de su infancia haciendo trabajos abrumadores en el muelle de la Isla, y por ende, siempre había estado cerca de la brisa marina incluso en plena medianoche cuando solía hablar con su amigo Gil acerca de las constelaciones y la luna, o quizás de alguna que otra estrella fugaz a la que le pedía poder algún día surcar los siete mares en un inmenso barco pirata.
Harry mismo lo decía: «Un pirata no se acobarda con el aire del mar ni por más helado que sea.»
La única cosa que de verdad fastidiaba en aquella habitación era el constante sonido de los ronquidos de aquel castaño. No era novedad para Mal tener que soportarlo roncando toda la noche, pero tampoco era fácil hacer oídos sordos al agradable sonido que Harry hacía una y otra vez. Ciertamente Mal prefereía escuchar una charla de maquillaje de Evie a escuchar a Harry roncando, y creánme: no era fácil para Mal escuchar a Evie hablando de delineadores.
Cuando su paciencia se agotó, ella no tuvo otra que sentarse en aquella vieja cama con una expresión de notable rabia y enojo. Pensó veinte veces en lanzarle un fuerte almohadazo a Harry a ver si se callaba, pero también pensó y analizó que por más que intentara callarlo, él seguiría roncando sin parar y posiblemente despertaría a media Isla en el proceso y no se despertaría nunca jamás. Mal sólo pudo maldecirse a sí misma una vez más por no haberse ido cuando era más temprano. Ahora debía de esperar a que pasara la noche para irse o posiblemente sería violentada y golpeada en algún callejón de la Isla; y por supuesto: la chica de ojos esmeraldas no quería eso.
Se volvió a acostar en la cama y gruñó fuerte al taparse con aquellas sábanas viejas una vez más. Harry seguía roncando como si nada en el mundo pudiera callar su bocota.
Sólo piensa en que te pinchas como Aurora con la rueca y dormirás, dormirás y caerás en un horrible maleficio por toda la eternidad... Pensó que quizás recordando lo que su madre le decía de niña para que dejara de chillar y durmiera, caería rendida esta vez.
Pero justo cuando sus ojos verdes se cerraban, Mal sintió como un notable peso aplastaba sus costillas y luego, como unos dedos jugueteaban con la piel desnuda de su abdomen haciéndole sentir un leve cosquilleo allí.
No tuvo de otra y giró la cabeza sin perder la postura que tenía, viendo por quizás primera vez, a un muy dormido Harry tapado por las cobijas abrazándola por la espalda. Sonrió de lado al ver la imagen y luego se volvió a voltear viendo hacia aquella mesita de noche destartalada, en la que descansaba aquel curioso garfio que a Mal le causaba tanta gracia. No tenía de otra: tendría que quedarse despierta toda la noche escuchando el concierto que su amigo le ofrecía en vivo y en directo o esperar que en algún momento se levantara para ir por el segundo round. Y si Mal lo pensaba bien, eran 50 y 50 de probabilidades en ambos casos, y aquello, misteriosamente la consolaba a seguir despierta. Quizás, sólo quizás, podría divertirse un rato más...
Eran tiempos felices para ambos, y lo peor del caso, es que ni ella ni él lo supieron hasta mucho tiempo después cuando todo se acabó.
Ninguno contó con que la felicidad siempre termina cuando menos te lo esperas.
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𝚂𝚑𝚎 𝙻𝚘𝚟𝚎𝚜 𝙲𝚘𝚗𝚝𝚛𝚘𝚕. ━𝙼𝚊𝚕𝚛𝚛𝚢.
Fanfiction"Donde hubo fuego siempre quedarán las cenizas." Ella amaba el control. Él amaba dárselo. Ambos vivían en una burbuja de pasión de la que nada, absolutamente nada, parecía capaz de sacarlos hasta que ella se marchó. ¿Qué pasará cuando ella regrese...