Isla de los Perdidos.
Presente:Las calles de la Isla solían ser oscuras y llenas de villanos a la espera de una presa a la que violentar y robar. Mal ya conocía la sensación de ser avizorada y acechada a la perfección al caminar por los sombríos callejones, y aunque en los viejos tiempos cuando solía andar por los techos despejándose tenía a Jay, ahora no lo tenía y debía arreglárselas sola.
Precisamente estaba allí sentada sobre las tejas de aluminio con aquella botella de alcohol a su lado. Su mirada clavada firmemente en aquel cielo lleno de estrellas detrás la barrera y su mente, perdida en el recuerdo para muchos deseado de aquella libertad que en Mal se convirtió en una verdadera opresión. Podía enorgullecerse por una vez de que había descubierto su verdadera felicidad, la cual, no valoró en el momento en que la tuvo por primera vez.
Sonrió entonces y se empinó a la botella antes de acostarse sobre la superficie gélida de aluminio. Cerró los orbes verdes y con ambas manos como almohadas, se quedó allí en un calmante silencio que parecía infinito. Aquello era paz, una paz que Mal anheló durante muchas largas noches en Auradon. Ella quería estar en la Isla, y extrañaba a sus amigos, lo hacía como nada, pero también sabía que ellos sí querían estar en la tierra de los sueños cumpliendo sus metas. Mal sonrió melancólica esta vez: seguramente Evie se convertiría en la mejor diseñadora de moda nunca antes vista; Jay sería el jugador de Tourney más deseado en cualquier equipo; y Carlos, oh Carlos... Mal por un momento pensaría a qué se dedicaría su amigo de cabellos blancos. Ciertamente él tenía muchos talentos, aunque Mal optó por quedarse con el de la tecnología por la destreza que había mostrado siempre. Carlos sería un gran informático, Mal estaba segura.
Lentamente abrió los ojos y suspiró, ¿quién era ella al lado de sus amigos? No tenía un talento que explotar como Jay para correr sobre el césped tumbando jugadores; o como Evie para diseñar un vestido magnífico en tres segundos; y ni decir de Carlos. Mal ni se compararía a él. Por eso debía estar en la Isla. Ni para mentir servía en realidad.
Suspiró una vez y esta vez tomó un prologando buche de alcohol, debía ahorgar sus penas en algo. Cuando se decidió a cerrar los ojos, un sonido proveniente del Muelle de los goblins la sacó de trance.
En un parpadeo se quedó observando hacia allá, aunque lamentablemente no pudo escuchar nada más porque sus sentidos no estaban al máximo. Por un momento la curiosidad la picó y una alocada idea cruzó su cabeza.
Se deslizó por las tejas hasta caer al suelo y miró a ambos lados buscando si alguien la veía. Para aquel entonces ya media Isla debía saber que había vuelto y andarían buscándola sus antiguos enemigos. Mal caminó un par de pasos silenciosos escabulléndose en las sombras hasta llegar a la entrada del Muelle de los goblins. El túnel de forma cilíndrica conectaba entre el lugar y la calle de entrada a la Isla.
Mal sonrió una última vez y silenciosamente entró al túnel con pasos sigilosos. Sus oídos podían escuchar el rugido de las olas al toparse con las rocas y los pilares de madera vieja que sostenían el lugar, y aparentemente ese sonido tapó una mala pisada de Mal en el proceso de ver con aquel paso tambaleante que llevaba hacia la figura que estaba de pie viendo hacia el mar.
Se veía poco. La umbría regía sobre el lugar y la única luz existente era aquella de la luna llena entre las nubes en medio de la larga noche. Mal dio unos pasos más encargándose de que sus pisadas no crujieran contra la madera vieja del suelo o el factor sorpresa terminaría arruinado.
Cuando finalmente se detuvo, la figura que estaba parada en el borde del muelle de espaldas a ella la observaba de reojo y con su garfio listo para atacar. Mal sonrió y se inclinó en puntillas de pie para apoyar sorpresivamente sus manos en sus hombros.
—Hola, Harry... —Su aliento chocó en aquel grueso cuello. Olfateó ese olor característico de él—. ¿Me extrañaste?
Lo necesitaba.
(...)
Auradon.
Era media noche y las estrellas adornaban el cielo al igual que la luna llena cuando Jay bajaba las escaleras de la parte trasera del castillo real a toda velocidad. Detrás de él venía Ben, luego Evie, y finalmente Carlos. Sus expresiones eran sólo una cosa: preocupación.
—Jay —lo llamó Ben—. Llaves, control.
Jay atrapó ambos objetos en el aire y siguió corriendo en dirección a la limusina. No había momentos para distraerse, debían ser lo más rápidos y sigilosos posibles o los podrían descubrir.
—Esperen. —Ben, Jay y Carlos se detuvieron al escuchar la voz de Evie. Ella dio unos pasos para terminar de bajar las escaleras—. Algo está mal. —Se acercó hasta Ben y bajó su gorro ocultando sus cabellos castaños—. Listo.
—Escopeta.
Los cuatro muchachos se giraron totalmente confusos al escuchar aquella voz. Carlos sonrió al ver a Chico hablando otra vez.
—No Chico, quédate aquí. La Isla es demasiado peligrosa.
El perro bajó levemente la cabeza y la mandíbula de Evie tocó el piso en sorpresa al verlo. Las cejas de Jay por su parte tocaron el cielo.
—¿Acaba de...?
—¿Hablar? —Carlos le sonrió radiante a Jay—. Sí, lo sé. Te cuento después. —Y sin más el pecoso se giró para caminar hacia el automóvil, dejando a sus tres amigos con una total expresión de sorpresa. Que un perro te hable no debe ser nada normal—. ¡Hey! ¡No tenemos toda la noche!
Los tres salieron de aquel trance y se metieron a la limusina: Jay en el asiento del piloto, Carlos en el del copiloto, y Evie y Ben en los asientos traseros.
—Cuando crucemos, estaciónate bajo el muelle, en el viejo garaje. ¿Entendido Jay?
—Sí.
—Y tú Ben. —Evie miró al castaño que iba a su lado—. Nada de apartarte de nosotros en ningún momento, ¿entendido?
—Sí. —El castaño sonrió con nerviosismo y miró por la ventanilla. Tenía miedo de lo que viviría, pero quería recuperar a Mal a toda costa.
La limusina arrancó sin más con una velocidad rápida y cuanto antes, se dirigieron al puente que separaba a la Isla de Auradon (no sin antes Jay presionar el botón en el control para aparecerlo).
La luz mágica y las espirales doradas se mezclaban y corvergían en un camino luminoso a través de la oscuridad de la aparentemente infinita noche. Poco a poco se aproximaban a la Isla. Evie suspiró con angustia, odiaba ese lugar. Miró a Ben quien lucía con miedo y puso su mano en su hombro. Ninguno de los cuatro la estaba pasando bien.
—Todo saldrá bien. —Evie se alimentaba de esa esperanza y con la idea de que Mal volvería y vivirían todos juntos y felices por siempre, volvió a olvidar que ese pensamiento era egoísta—. Lo vamos a lograr.
Ben enlazó sus propias manos sobre su regazo y asintió jugando con sus dedos. Su mente quería pesar que era sólo aquella presión que atormentaba la cabeza de la chica de ojos verdes, y que quizás, había bajado la chispa entre ella y él, sólo quizás... Lamentablemente, su corazón le decía otra cosa: Ben sabía que algo en Mal no estaba del todo en orden... Y muy en el fondo, Ben sabía que Mal no volvería otra vez con él...
Pero la quería, y lo intentaría hasta morir... aunque le costara todo.
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𝚂𝚑𝚎 𝙻𝚘𝚟𝚎𝚜 𝙲𝚘𝚗𝚝𝚛𝚘𝚕. ━𝙼𝚊𝚕𝚛𝚛𝚢.
Fanfiction"Donde hubo fuego siempre quedarán las cenizas." Ella amaba el control. Él amaba dárselo. Ambos vivían en una burbuja de pasión de la que nada, absolutamente nada, parecía capaz de sacarlos hasta que ella se marchó. ¿Qué pasará cuando ella regrese...