𝟶𝟷. ━𝚜𝚘𝚖𝚎𝚝𝚑𝚒𝚗𝚐'𝚜 𝚐𝚘𝚝𝚝𝚊 𝚐𝚒𝚟𝚎.

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Isla de los Perdidos.
Presente:

  Harry Hook caminaba como de costumbre por el muelle de la Isla de los Perdidos en busca de algún nuevo pasatiempo que llevar a cabo. Para él su vida siempre había sido la misma: robar, divertirse tomando en el bar de Úrsula e ir al muelle en medio de su aburrimiento repentino.

Hoy no era le excepción. El pirata caminaba empuñando su garfio con una sonrisa que asustaría a cualquiera, pero para quien lo conocía, era notable que Harry le sonreía así hasta a las moscas. Sólo estaba buscando el mínimo entretenimiento, lo demás eran sólo simplezas en sus expresiones faciales.

Aunque más bien Harry buscaba formas de olvidarse de sus tormentos. Oh divinos e implacables tormentos que vivía recordando y no podía olvidar por más que Uma le echara en cara que ella se había ido. Pero para Harry ella seguía en sus recuerdos y todavía podía jurar sentir su cálida piel encima de él como a ella le encantaba. Juraba sentir sus labios rosados presionando sobre su hombro con esa mirada verde tan ardiente como el infierno viéndolo. Daría todo por al menos sentirla una última vez... Sólo eso pedía.

—¡Harry! —El grito de su más cercano amigo lo hizo salir de su adorada tortura mental—. ¡Te estaba buscando!

Gil, un rubio con un pañuelo de un color amarillo opaco atado a la cabeza, se acercaba a Harry Hook con una sonrisa tonta y algo ingenua en el rostro. Aquel pirata nunca cambiaba, y aunque Harry a veces le mostrara desprecio, lo apreciaba por su torpeza en el fondo. Ambos compartían mucho tiempo juntos.

—¿Y para qué? —La sonrisa psicópata de Harry seguía en su rostro. La punta del garfio rozaba el cuello de Gil.

—¡Uma quiere que vayas a robar a la peluquería de Lady Tremaine!

Por un segundo Harry se quedó pensativo. Había olvidado ir a robarle a aquella mocosa una vez más. No era novedad que él olvidara ese tipo de cosas, Harry era olvidadizo en simplezas como esas... o más bien, sus pensamientos estaban ocupados por otras cosas.

El chico castaño se dio la vuelta con un rápido giro y se encaminó hasta la salida de aquel muelle. Extrañamente se frenó y se volteó viendo a Gil otra vez.

—Iré. —Harry sonrió psicópatamente otra vez—. Más tarde.

Y con un extraño presentimiento rondando en su alocada cabeza siguió su camino a seguramente emborrachare con algunas botellas viejas que tenía guardadas en su habitación, donde podía recordarla a la perfección...

(...)

Auradon.

  Mal, cerró el libro de hechizos que portaba entre sus manos bruscamente. Se había cansado enormemente de fingir ser algo que no era, no aguantaba estar un minuto más allí, lejos de lo que realmente quería y no podía ser. Auradon intentaba transformarla, y Mal cada vez se asfixiaba más en pretender ser la princesa y futura esposa del rey Ben. Odiaba eso, odiaba tener que pintarse el pelo de un rubio horrendamente patético y ajustarse a aquellos vestidos amarillos y azules para las aburridas reuniones en las que sólo le hablaban de molestos temas que ni siquiera ella conocía. Se sentía demasiado fingida y disfrazada de una capa de mentiras que ocultaban su verdadera esencia: una chica mala.

Posó sus dos manos en el timón de aquella moto que Ben le había regalado y lo pensó una vez más. Oh Ben, ¿por qué la habías metido en eso? La respuesta siempre sería la misma y aunque suene algo cruel, era obvia. Él nunca la había entendido realmente, nunca pudo ver más allá del falso brillo de sus ojos verdes al decirle algún cumplido, porque sinceramente, Mal nunca necesitó un halago o un "te quiero" para ser feliz. Ben la quería, y lo hacía de corazón, pero no la entendía, ni lo haría porque él era demasiado blanco para el corazón de Mal. Ella necesitaba algo diferente, no un príncipe azul de un cuento de hadas que le regalara un castillo y la juzgara por intentar lucir como él quería a su forma, porque sí, ¿quién era Ben para juzgar las mentiras de Mal cuando él la había forzado a hacerlas? Definitivamente nadie. Por ello Mal necesitaba fugarse, poder correr libremente y robar dulces o pintar paredes sin tener que recibir un mortificante regaño porque esos no son comportamientos de una futura reina.

Y allí Mal aprieta los dientes fuerte acelerando aquella moto, llenándose de más coraje a cada segundo. Ella nunca quiso ser reina y aquello era lo más molesto. No tenía por qué soportar un peso que jamás había pedido o deseado, no tenía por qué seguir esforzándose siendo un cascarón vacío de lo que un día fue. No, definitivamente no lo haría más. Mal no lo haría nunca jamás.

La moto corrió por encima del agua en un santiamén gracias al hechizo que la chica había usado minutos antes. El reflejo de su verdadero hogar en sus lentes de motociclista eran la única razón por la que no lloraba en aquel momento de total angustia.

Al fin iba a volver a casa...

𝚂𝚑𝚎 𝙻𝚘𝚟𝚎𝚜 𝙲𝚘𝚗𝚝𝚛𝚘𝚕. ━𝙼𝚊𝚕𝚛𝚛𝚢.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora