LA CIUDAD GAY ©

LA CIUDAD

El viento golpeaba cálido mi rostro mientras pisaba el acelerador del viejo Shelby descapotable de mi padre el cual tome sin su permiso, no creía que lo extrañara ya que jamás lo usaba. Estaba segura que ni siquiera sabía que aún lo mantenía arrumbado en el viejo garaje junto con el montón de trofeos de su infancia y esa vieja moto que alguna vez adoro cuando yo era una niña de tres años.

Ahora me encontraba rumbo a una ciudad que jamás había conocido, siquiera sabía si existía realmente. Pero Dostin hablaba de esta maravillosa ciudad en sus cartas... cartas que mamá y papá jamás abrieron y se reusaban a que yo lo hiciera. Dostin era el repudiado de la familia por ser un "fenómeno" un "anormal" un "marica" como lo llamaba mi padre cada que podía y quería. Dostin jamás nos acompañó a las comidas importantes con la familia o amigos importantes de la misma clase social que mis padres. Y aunque deseaba quedarme con él en casa o acompañarlo a una de sus escapadas; eso no estaba en discusión con mis padres.

Cuando sus amistades preguntaban por él, entre platillos y charlas alegres, ellos solían decir su misma respuesta ensayada de hace añales (del siglo pasado) «está estudiando en el extranjero» no sé cuánto más les durara el engaño antes de que sus compañeros de Golf y la alta sociedad se den cuenta de que Dostin fue echado de la casa y despojado de sus cuentas bancarias por simplemente ser «gay».

Nunca encontré el problema en ello, pues el seguía siendo mi hermano.

Me limpie el sudor que corría por mi frente perdiéndose en la unión de mis pechos, estaba nerviosa jamás había estado en la ciudad donde vivía mi hermano y mucho menos sabia de él, ni él de mí, ya que mis padres no dejaban que tuviera cualquier contacto con mi hermano.

No fuera a ser que su enfermedad fuera contagiosa, ¡estúpido! lo sé. Pero así son mis padres y muchos ahí afuera...

A un lado de la carretera de terracería se alzaba un cartelón con una amplia bandera de la comunidad gay. No sabía si lo que mis padres decían que ellos eran agresivos fuera cierto, pero... solo esperaba que Dos me diera asilo sino, no sabía a donde más podría ir; quizá la abuela me recibiría, pero era un largo viaje hasta Michigan.

Torcí el volante y entre por el camino de piedra el «bienvenido a la ciudad gay» me recibió con grandes letras coloridas justo en el centro de la bandera multicolor.

Estire la mano tomando el papel donde anote la dirección de la casa de mi hermano de una de las viejas cartas recibidas que mi madre ocultaba celosamente de los ojos de mi padre.

—Calle Bruce Jenner 5830 entre paseo parís y roma— leí en voz alta dejando el papel en el asiento libre. Mire las calles y sus letreros que señalaban los nombres y continúe avanzando.

Las casas se veían acogedoras. Grandes y coloridos jardines lideraban los hogares, había diversas parejas hombre-hombre o chica-chica o chica y chico pero uno de ellos era una chica siendo chico y viceversa. No me asombraba de ello, había acompañado a mi hermano a sus reuniones con sus amigos antes de que se declarara, papá jamás se enteró de ello hasta la fecha y lo agradezco. Si no, tal vez hubiese escapado de casa mucho antes y nada de lo que está pasando hubiera sido.

El sol rayaba en el cielo haciendo sudar a los que se encontraban bajo sus rayos UV. Una pareja de ancianos caminaba con un chico en medio de ambos, llevaba una blusa chillona color rosa chicle pantalones arriba del tobillo y tenis blancos más una pañoleta muy cutre al cuello, en un perfecto nudo de lado. Ambos señores sonreían ampliamente mientras entraban a uno de los locales a la orilla. Fue inevitable no sonreír.

Doble a la derecha y después de dos cuadras a la izquierda. Había pedido me orientaran para no estar dando vueltas como loca cuando el sol estaba tan caliente y una amable chica que había intentado coquetear conmigo me informo por donde tenía que ir.