La comida seca de la reserva se convirtió en el pan de cada día: pasta o arroz, arroz o pasta. Nunca pasaba más allá de ello, porque era lo que solamente había en aquellas vitrinas. Hasta podía asegurar que el sentido del gusto lo había perdido. No sabía nada diferente, y no estaba interesado en lo que comería. De igual forma, lo terminaba vomitando. Y lo único que importaba era mantenerse con vida, aún.
Sin hacer revisión de ningún tipo, pasó el cerrojo antes de salir de casa.
—Vaya, ¡un poco más y nos olvidábamos en ti! —bromeó con dramática voz, una que se cubrió entre la risa de un compañero y una tos malograda de Remington, provocada por el mal uso del cigarro—. ¿Quieres?
—Ya tengo —se desplegó una sonrisa en su rostro en cuanto Frank expuso media caja de los mismos pequeños cilindros que contenían el embriagador estupefaciente.
—¿Se los volviste a robar?
—Los pedí prestados —ninguno de los presentes estaba a su favor, sabían que no era así—. Jessie, a diferencia de tu padre, yo no robo.
No pasó demasiado tiempo para que un chico de cabello castaño hiciera presencia en la reunión. Para algunos traía la apariencia de un nerd que no obligaba el esfuerzo de ser recordado, cierta incógnita se volvía polémica para Frank cada vez que veía a un extraño. Claramente ofuscaba un trauma respecto a ello.
—¿A quién buscas? —le preguntó el de mayor estatura a Frank.
—A nadie, Ray.
Como analítico, Frank juzgó la falta de aviso de su propia participación con el grupo, basado en la manera en la que era visto por el muchacho que recién había llegado. Transmitía una sensación de confusión e inconformidad, y la misma era compartida.
Con esto en mente se dio la vuelta y templó su cuerpo al percatarse de la presencia de un par de mujeres allegándose al encuentro. Por supuesto se exponía el uso exagerado de labial, short con tirantes y falda con groseros encajes, que ambas eran prostitutas de los suburbios. Saludaron a los chicos mientras que el perfume embestía con violencia los pulmones de cada uno.
—Ahora sí, amigos míos, podemos irnos —invitó Jessie, quien por su lado conservaba una amplia y entusiasta sonrisa. Como si algo que imaginara lo divirtiera, y que le causaba a Frank un indudable pavor.
Prontamente la oscuridad de la noche se convirtió en un filtro de matices pálidos sobre todo el conjunto de construcción civil que les rodeaba. La ausencia de personas lo volvía aún más tenebroso. Negrura, solamente era lo que coexistía más allá de los vidrios de las tiendas clausuradas. Pero uno de los chicos, Remington, posó su visión en estos y logró distinguir tres maniquíes de completa inactividad desde hace meses.
—¡Cuidado! —este grito replicó otro en el muchacho, y las risas de los adolescentes fue factor de la cólera de Remington.
—¡Vete a la mierda, Jessie! —los espasmos histéricos del mismo producían desconfianza. Una de las chicas no paraba de observarlo mientras que en dos dedos un cigarrillo encendido era sostenido. Iero se mantenía ajeno delante de todo y todos, en estado neutro, no le parecía desagradable ni le parecía gracioso.
—Frank, qué frío eres —le señaló el alto y de cabellos enroscados, el que del grupo era menos apto para estar allí. Una persona tranquila cuando lo desea, ostentaba buenas calificaciones, a diferencia de los otros incluyendo al pelinegro. En definitiva no era candidato para esas malas juntas—. ¿Con quién conversabas en clases?

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MR. SINISTER
FanfictionLa fábrica abandonada lucía como una excelente idea para perder el tiempo que perdía en la compañía de su soledad. La intervención de un extraño en el grupo fue la llave que desató el mal que yacía en la caja de Pandora.