El día anterior estaba borroso en su memoria. Lo único que recordaba con claridad era despertarse (con un dolor de cabeza colosal) y leer la nota que Kid había dejado en la mesa unas seis veces (como mínimo).
Ya era sábado y no había pegado ojo. ¿De verdad iba a hacer un trato con un ladrón? ¿Con Kaito Kid? ¿Estaba loca? ¿Pero qué más podía hacer? ¿Cuántas veces había tratado de encontrar la forma de que su padre le escuchase? ¿Conseguiría cambiarle de parecer en cuatro meses? Aún no había conversado con su padre desde el día del robo. Lo cierto era que estaba posponiendo el encuentro con él. ¿Cómo iba a mirarle a la cara sabiendo que estaba negociando con su archienemigo?
–No tienes buena cara, señorita.
En qué momento se había sentado en el banco de aquel parque, ella misma lo desconocía. No recordaba cómo había terminado en aquel recóndito parque, lo cual era un problema porque no estaba segura de cómo volver. Aunque su problema más urgente era el hombre que se había sentado a su vera. ¿Un turista perdido? ¿Un pervertido? ¿Alguien tratando de ayudarla? ¿Un violador? No lo sabía, ni quería quedarse a averiguarlo.
–¿Ya te marchas? ¿No te han gustado mis condiciones para el trato?
–... ¿Kid?
Una sonrisa pícara lo confirmó. Aoko volvió a sentarse en el banco. Se sentía un tanto incómoda, le parecía una situación un tanto violenta. Tantas veces había hablado en su contra y allí estaba. Parecía una broma pesada del destino.
–¿Y bien? ¿Te convencen mis exigencias?
–¿Sabes que no tengo nada que ofrecer, verdad? No tengo nada que darte a cambio. Es decir, puedo empezar a trabajar y ahorrar, pero no será demasiado. Tampoco tengo nada vali...–su monólogo se vio interrumpido por las carcajadas del ladrón.
–Aoko-chan. ¿Te das cuenta de que estás hablando con el mejor ladrón de Japón? ¿Para qué iba a querer tu dinero? Si quisiese dinero, señorita, no devolvería todo lo que robo, lo vendería en el mercado negro.
–Entonces... ¿qué quieres?
–Si algo me ha enseñado el ser ladrón es la importancia del tiempo y a qué lo dedicamos. Hay quienes matarían por la vida eterna, ¿lo sabías? Pero el tiempo no es nada sin recuerdos, sin experiencias, y ser ladrón me ha robado muchos momentos. Asique no hay nada que valore más que el tiempo. Por eso, me pagarás con un poco del tuyo. Por cada robo, me deberás una cita. Tendrás que pasar todo el día conmigo. ¿Qué te parece?
–Que eres un asalta-cunas. Soy una estudiante, y tú debes tener la edad de mi padre...
–¿Y si te dijese que no soy tan viejo?
La muchacha trató de formular alguna frase en varias ocasiones, pero todos los intentos quedaron en nada, lo cual ocasiono la risa de su acompañante.
–-Te veo algo confusa, Aoko-chan.
–¿Cuántos años tienes?
–Creo que responder a esa pregunta puede ser peligroso para mi verdadera identidad. Pero, ¿qué te parece esto? Al final de cada cita, me podrás hacer una pregunta algo más personal, sin tratar de destapar mi identidad, y yo le podré hacer otra a cambio.
–Suena justo.
–¿Entonces tenemos un trato?
–Sólo si en las... citas –dijo a regañadientes–no apareces disfrazado de alguien que conozca. Sería muy raro. Y tienes que aparentar ser de mi edad. Sino también es muy raro... Más raro.
El ladrón se volvió a reír.
–Sí, eso es verdad. Tus condiciones son razonables. Entonces... ¿trato?
–Trato–afirmó la joven, extendiendo su mano, la cual el muchacho aceptó gustosamente.
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El trato
FanfictionAoko Nakamori nunca imaginó que llegaría el día en el que haría un trato con Kaito Kid.