1. Robin

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Él nunca sale. Robin es un joven que está todo el tiempo libre que tiene en su casa. Desde que su novia lo dejó no quiere conocer a ninguna persona, hombre o mujer. Su joven tío y un amigo lo invitan a la discoteca por la noche, tienen una invitación extra y mediante súplicas lo convencen de ir.

Llega al lugar con mala cara y observa a todos despectivamente. Enseguida pierde de vista a su pariente y amigo buscando el modo de regresar a su casa. No tiene tiempo de dejar la costosa bebida que le compraron, así que camina entre la gente evitando derramarla.

El dueño de la discoteca entra al lugar porque es fin de mes y es día de recoger el dinero. Robin sube unas escaleras sin mirar adelante, solo se quiere ir de ahí, se choca de lleno con el hombre que las está bajando y vuelca su bebida sobre ambos pechos.

—¿Qué hacés? —Robin se moja la ropa con la bebida derramada— ¿Qué me ves? —Se queja con el hombre cuando debería ser al revés. Robin tiene un carácter detestable.

—Mis disculpas, permíteme ayudarte.

—¡Pagame por tu descuido! —Robin se siente asqueado y exige una compensación por su camisa nueva que fue manchada con el alcohol.

—Eso haré. Sígueme, por favor —dice el dueño tratándolo con fingido respeto. Termina de bajar las escaleras y Robin lo sigue, caminan hacia el final de un pasillo tenuemente iluminado con luces rojas.

—¿Es una broma? ¡Acá no hay nada más que una vitrina iluminada con botellas de whisky viejas! —Se queja Robin muy descriptivamente al llegar al final mientras sacude su camisa empapada.

El dueño presiona un interruptor a un lado de la vitrina y una pared los encierra en un espacio de dos por dos metros, enseguida presiona un botón en el otro lado de la vitrina y esta gira dándoles paso a un espacio mucho mayor y mejor iluminado.

—¡Bienvenido! Tomá lo que gustes —dice el dueño abriendo los brazos y dejando que Robin observe el lugar.

Robin ve un espejo que refleja cosas que no están allí. «¿Qué refleja? ¿Será lo que está del otro lado?», piensa. No entiende y tampoco le importa, él quiere saber quién es el hombre antes de tomar algo de él. Observa el lugar. En esa gran habitación hay; hacia la derecha, dividida por paredes de bambú: una mesa de pool, una barra con alcohol y sillones, y ante estos, mesas con cajas metálicas encima con cucharas y mecheros, además de pipas y encendedores. De ese lado la iluminación es roja y amarilla. A la izquierda la luz es blanca, hay comida, bocadillos y bebidas frías, mesas para jugar cartas y una librería. Y más cerca, perchas con ropa nueva.

—¿Qué es esto?

—No es nada, solo un lugar para la recreación. Aunque lo uso poco, mi hermano le da más uso.

—¿Quién sos?

—Camilo Fuentes, el dueño de esta discoteca —dice y se acerca a Robin ya cambiando su modo de hablarle y tratarlo—. ¿No me vas a decir tu nombre?

—E... e... es... es Robin —dice al cabo de repetidos balbuceos.

Robin recuerda lo mal que le había hablado y lo fácil que se dejó guiar hasta allí.

—¿Qué? ¿Ya no me vas a gritar? —Camilo acerca su mano para tocarle el cabello.

—Yo... no, disculpe, no sabía quién era usted —Robin conocía ese nombre y ahora con la mejor iluminación lo reconocía, era el famoso ladrón de bancos que no podía ser encontrado. «¿Él me está diciendo su nombre así de fácil?» Y no solo se decía de él que era ladrón, sino que también era asesino y torturador.

—Imaginé eso, no tenías porqué saberlo. ¿Qué vas a hacer con tu ropa? —le dice Camilo tocándole el pecho— Mirate... Estás mojado.

—Es verdad, pero ya no me necesito cambiar —Traga saliva y retrocede un paso bruscamente, se topa con una mesa ratona detrás de él y pierde el equilibrio. Camilo lo sostiene de la cintura evitando su caída.

—¿Por qué me tenés miedo? ¿Dónde está la ira de hace unos minutos?

—Fue mi culpa, me voy a mi a casa.

Aún con la mano en la cintura de Robin, Camilo continúa mirándolo. Observa en sus ojos y ve miedo y curiosidad, el modo en que le habla y su respiración añaden un condimento mayor al hambre que le despierta ese joven asustado.

Robin se remueve en su lugar y le coloca una mano en el pecho para alejarlo. Está muy cerca, mira su cabello negro, el cual lleva peinado hacia atrás, baja la mirada y la detiene sobre la línea de su cuello siguiendo el recorrido hasta su clavícula y su camisa abierta y... Se sobresalta al darse cuenta de lo que hace, piensa: «¡¿Estoy admirándole el cuerpo y además se me cae la saliva?! Es atractivo de cerca. ¿Qué pensará si se da cuenta?»

—¿No te ibas? —le dice Camilo sin soltarlo.

—Sí... ¡Abrime la puerta, por favor!

—Está bien, te podés ir. ¿Vas a volver a fin de mes?

—¿Fin de mes?

—Es la única fecha en la que vengo —le dice y presiona el interruptor para dejarlo salir—. Sayonara, Robin...

Robin no voltea a verlo. Camina hacia la salida con prisa y desesperación. Se siente incómodo y pegajoso. Por fuera la ropa le molesta, pero por dentro... ¡cuántas cosas se mueven y despiertan! Corre hacia su apartamento a un par de cuadras. Enseguida se ducha y se acuesta.

Exaltado y nervioso se despierta al otro día. Da un salto al recordar la noche anterior, va al baño y comprueba lo de la ropa mojada, su camisa y pantalón apestan a alcohol y a algo más, un perfume particular. «¡Huele a ese hombre!», piensa. Deja caer la ropa al recordar lo que estuvo a punto de hacer si no hubiera salido a tiempo. ¿Alcohol fue el único fluido que en sus ropas se vertió?

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Pimienta y Canela [BL]  (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora