8. Camilo

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—Me duele todo —dice Robin intentando levantarse del duro suelo. Camilo lo sostiene más fuerte y no lo deja apartarse.

—Eso es bueno, nene, quiero que te acuerdes de mí cuando te muevas.

—¿Te vas a ir?

—¿Eso querés?

—No. Cogeme de nuevo... pero ahora en mi cama.

Camilo hace una mueca de asco antes de decir: —Primero cambiá esas sábanas... Tu cuarto es un desastre.

—¿Cómo sabés eso? ¿¡Fuiste vos el que entró ayer!?

—Sí, asumo que no encontraste lo que te dejé abajo del colchón —Robin niega y Camilo responde por él—. No, claro que no. Si sos un idiota.

—No soy idiota, ¿qué dejaste?

Robin se aparta y se levanta, camina desnudo hasta el cuarto. Camilo llega tras él, también desnudo. Robin levanta una esquina del colchón y ve una carpeta, empuja el colchón hasta que todo se cae al suelo, las sábanas, la ropa sin doblar y el colchón incluido.

—Son las escrituras de la casa —dice Camilo y abre el ropero de Robin para buscar sábanas limpias, enseguida se las tira hacia la cara—. Hacé la cama, ¿querés, nene?

—La verdad que no... No quiero.

—Robin... —Advierte Camilo— Papi te pidió que hagas algo...

—¿Y si no quiero hacer lo que me pide?

—No vas a tener la recompensa.

—¿De qué tipo?

—Una que te va a hacer llorar de gusto.

—¿Y después te vas a ir?

—¿Qué problema tenés?

—Lo admito... Y lo voy a decir ahora...

—¿Qué? ¿Qué es lo que vas a decir?

—Aunque quiera negarlo... no quiero que te vayas.

—¿No? ¿Por qué?

—No sé —Robin no dice más y se acerca al ropero para vestirse con un short naranja.

—No me hagas eso, Robin —dice Camilo consciente de que ahora le dice por el nombre tal como Robin le pidió que haga. Como un modo de ganarse su favor y se cambie el horroroso short.

Robin se mira y sonríe: —¿Querés uno? Tengo más —dice y abre la puerta del ropero mostrándole todos los colores molestos para Camilo. Él se tapa los ojos. Robin sonríe, porque ver a Camilo de mal humor le encanta—. ¿Querés pegarme, papi? Mirá estos colores —dice riéndose y sostiene varias prendas de ropa delante del hombre. Hay naranjas, magentas y amarillos intensos.

Camilo aprieta el puño y lo abre. Está a punto de pegarle a Robin, pero no lo hace, porque Robin cae de rodillas y lo sostiene de las caderas, se lame los labios, deseoso de sentir el pene de su papi entrándole hasta la garganta, lo desea más que a nada en el mundo.

—¿Lo querés adentro tuyo tan rápido?

—Sííí.

—Si dos semanas sin verme te hacen esto... ¿qué vas a hacer cuando te deje más?

—¡No quiero que me dejes más días! ¡Ya lo dije!

—Eso lo decido yo. Tan necesitado que estás... Pobre Robin... —Robin le sostiene el pene y acerca la boca, lo lame por la extensión y cuando va a comerlo por la punta Camilo se aparta— No. Primero hacé la cama.

Pimienta y Canela [BL]  (COMPLETA)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora