El apartamento de Robin está sin él desde la noche anterior que apagó la luz y cerró la puerta principal. Solo sus peces se mueven ahí. El dispensador de alimento les da de comer y su amo no regresa, pero a ellos no les importa. Las habitaciones se iluminan por la luz del sol y Robin no regresa. Pasan las seis y las siete de la mañana sin rastro de él. A las nueve Robin abre los ojos, duerme de cara a un ventanal sin cortinas, siente una suave tela sobre su piel, se mira, tiene un pantalón negro de seda.
—¡Hijo de puta! —dice al ver la hora en el reloj de la pared y sentir el brazo de Camilo abrazándolo por atrás. Lo apoya y Robin lo siente duro— ¿Me secuestraste? ¡No puedo faltar a trabajar!
Se sienta y ve su campera naranja a los pies de la cama, sin mirar a Camilo se levanta. Mira para afuera por la ventana, ve agua y más agua, concluye sin necesitar demasiada astucia que esa casa está en la costa.
—Nene —Camilo sigue con el juego de la noche pasada.
—¿Qué querés?
—La noche cogiéndote...
Robin no lo mira pero asiente, recuerda lo que hicieron y que no le desagradó, pero admite también que no aguantó tanto tiempo como había pensado que lo haría, porque se terminó desmayando.
—¿Acá hay teléfono? ¿Decime en dónde estamos?
—En tu casa de vacaciones, terminemos lo que empezamos anoche y después firmamos los papeles para que sea tuya —le habla Camilo desde la cama.
En ese momento es cuando Robin lo mira y nota que Camilo no está tan peinado como las dos últimas veces que lo vio, su cabello negro cae lacio hacia los lados, eso le da años de juventud. No le parece tan viejo como antes.
—Pero ahora no, ¿dónde está el teléfono? —Si no llama al trabajo para avisar que no va, de seguro lo echan.
Busca el teléfono en el lugar donde Camilo le indica y hace la llamada. Finge una tos y dice estar muy engripado, así zafa de ir a trabajar y de que lo sancionen por faltar sin avisar. Termina la llamada y sale de esa sala, pero todavía no sabe adónde mierda está. Mira para afuera, ve agua y sol. La casa está tan aislada que no hay personas en su entorno, el lugar es tranquilo y hermoso.
El estómago le pide comida, empieza a buscar la cocina, se muere de hambre. Cuando la encuentra va directo a la heladera y saca mayonesa y jugo de naranja, busca pan y saca un sartén, se hace dos huevos fritos al pan, y cuando está a punto de morder el primer bocado, Camilo aparece en la puerta de la cocina.
Tiene puesta una camisa blanca sujeta con tiradores negros y un pantalón del mismo color, la camisa la lleva por dentro del pantalón pero abierta, excepto por los dos últimos botones. «Tiene unos buenos abdominales marcados, será por eso que no se cubre», piensa Robin y se mira, él también está sin camisa.
—En el horno hay comida —le dice Camilo mirando eso que se cocinó.
Robin eleva los hombros sin hacerle caso y muerde el bocado de pan con huevo frito. Camilo entra y abre el horno, saca una fuente de pastel de carne, corta un trozo y lo calienta en el microondas. Se sienta enfrente de Robin para comer. Él acaba el pan y toma el jugo de naranja, pero sigue con hambre, se resigna y también calienta pastel de carne, pero en el sartén. No usa el microondas jamás y no será ahora cuando empiece a hacerlo, no quiere exponerse a toda esa radiación que le dejan a la comida.
Camilo sigue comiendo y lo observa mientras se calienta la comida, mira cómo Robin sostiene el sartén del mango y con la espátula revuelve, destroza el pastel. Entonces Camilo deja el tenedor a un lado del plato y se para, se acerca y prende el extractor, el olor a comida le disgusta.
ESTÁS LEYENDO
Pimienta y Canela [BL] (COMPLETA)
Short StoryRobin tiene 23 años, su carácter es detestable, viste mal y siempre dice lo que piensa. Va casi obligado a una discoteca y cuando se escabulle para volver a su tranquilo apartamento a dormir, derrama su bebida sobre la camisa del hombre más peligros...