Capítulo II: Antes de Heda

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Desde niña he tenido claro que soy distinta porque ni siquiera pude ser niña. A mis siete años empecé a entrenarme para dejar de sentir, para olvidar ese pequeño trozo de humanidad que debe caracterizarnos a todos porque eso somos, humanos.

Siempre acepté mi destino con entrega, disciplina y total disposición, pero el amor y la pasión nunca formaron parte de ese conjunto, o tal vez sí, porque hice lo que mis padres querían. Ellos, poco se sabe de ellos porque me dejaron tan pronto que apenas y puedo recordarlos; mi padre formaba parte del ejercito de nuestro pueblo, era realmente un gran guerrero, y mi madre se encargaba de un comedor para niños que entrenaban como a mi aunque no todos tenían mi sangre, natblidas solo éramos ocho.

Debo confesar que a veces extrañé a mis padres, pero la gente decía que eso estaba mal y no podía hacerlo, entonces recuerdo escabullirme por los pasillos para llorar a escondidas cuando quería un abrazo de mamá o deseaba jugar ajedrez con mi padre, a quien solo le gané una vez y supe después que fingió un mal movimiento solo para verme triunfar ¿Qué iba a ser eso sino amor y por qué eso estaría mal?, mi pueblo ha cometido muchos errores, lo que concluye en desastres andantes como yo.

Muchos años antes de skaikru, hubo también un grupo que llegó con armas, con fusiles gigantes y helicópteros, nosotros éramos menos y sin armas pero teníamos la fuerza que a ellos les escaseaba, así que salimos victoriosos y durante mucho tiempo no supe nada de otras personas distintas a los pocos de ellos que se quedaron en Monte Weather. Fue durante esa guerra que mi padre recibió un balazo en el pecho y mamá trató de salvarlo pero antes de llegar a él, los hombres de Monte Weather la fusilaron mientras yo estaba tras una pila de rocas observando todo. Ahora entiendo porque traicionar a Clarke con ellos fue mi mayor dolor, porque sentí que estaba traicionando también la memoria de mis padres, aquellos que dieron su última mirada a un pedacito de pie que se asomaba tras mi escondite.

 Ahora entiendo porque traicionar a Clarke con ellos fue mi mayor dolor, porque sentí que estaba traicionando también la memoria de mis padres, aquellos que dieron su última mirada a un pedacito de pie que se asomaba tras mi escondite

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Diario de una comandanteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora